Estaba en uno de los varios sillones que había por ahí. Lo primero que pude ver a mi alrededor era que seguía en la casa de la fiesta, la casa de... No lo podía creer, no le pregunté su nombre. Hablamos un rato y ni siquiera se me ocurrió preguntarle. Llevaba aún su camisa puesta, la sentía un poco menos apretada, supongo que la había ensanchado después de tenerla toda la noche. No tenía mis lentes así que no pude detallar nada más. Me puse a buscarlos con mi limitada visión y los vi debajo del sillón. Mi teléfono no dejaba de vibrar, ya se hacía molesto. Tenían algo grasiento pegado, que al ponérmelos me di cuenta que era un condón... y sí, usado.
Pude notar que tenían una grieta en un costado, ¡mierda!, me encantaban esos lentes, pero bueno, tampoco es que estaban inservibles.
Todo estaba hecho mierda, y yo no era la excepción. Vasos de cerveza, botellas rotas, y supongo que mi dignidad también estaría por allí en algún lado caída. Saqué el pequeño sismo que tenía en el bolsillo, en el reflejo de la pantalla aún bloqueada pude ver mi cara con un moretón en el ojo inmenso, creo que ya sabía lo que pasó ayer. Al instante que desbloqueé el celular, mierda... quince llamadas de mi madre, veinte "...te ha etiquetado en una publicación", 32 mensajes por Whatsapp, gente mencionándome en sus historias, nuevo video de Mariale (ni idea cómo llegó eso ahí, por cierto).
El chico del vómito seguía dormido en el mismo lugar dónde... ya saben. Lo primero era silenciar el teléfono y leer los mensajes de mi madre.
El último fue hace una hora y decía que estaba saliendo del aeropuerto para la casa, y además anexó excesiva cantidad de emojis de corazones y abrazos. No entiendo porque la gente vieja hace eso, mi madre no lo era tanto, pero entraba en el grupo. No la veía desde hace unos meses, supongo que había estado muy ocupada en vuelos. Las azafatas como tienen que vivir cerca del aeropuerto, ella se quedaba allá y de vez en cuando venía a verme. Igual el aeropuerto estaba a unas dos horas, significa que tenía una hora para llegar a casa, no quería que me viera llegando así y que empezara con sus consejos y advertencias.
Iba a llamarla para conocer su posición, pero no me había quedado sin minutos para llamar. Una señora muy bajita que pasaba con una aspiradora se me quedó mirando, yo evitaba verla pero ella seguía ahí haciendo su trabajo mientras me veía con una gran cara de indignación.
— ¡Se ve que la pasaron muy bien anoche! —exclamó fuerte y claro para compensar el ruido de la aspiradora.
—Bueno, yo sólo pasé la mitad —dije riéndome a ver si hacía lo mismo, pero no.
—Después todos se van a su casa y me quedo yo limpiando el desastre —manifestó en un tono de queja —Debería ir yo a sus casas y cagarme en medio de la sala, a ver si les gusta.
—En verdad, lo siento. A veces los jóvenes no miden esas cosas —expresé para calmarla.
Se calló y no dijo nada, aunque mantenía el seño fruncido.
— ¿Conoce usted a la chica que vive aquí?, una de pecas y...
—Ellos son nuevos aquí, es la tercera familia que voy a atender en esta casa y todos ensucian todo—expuso sin responder bien mi pregunta.
— ¿Está aquí todavía?, quisiera hablar con ella.
—Todos se fueron en la mañana, y no tengo idea de dónde están.
—Entiendo, gracias —dije antes que siguiera quejándose.
Salí por la puerta principal y el carro de mi amigo no estaba, no me sorprendió. Tenía que llegar a la estación de metro más cercana, que seguramente estaba a unos treinta minutos a pie.
Todo el mundo fijaba su mirada en mí y en la ridícula camisa, y luego se les hacía imposible disimular una sonrisa burlesca, algunos hasta me dijeron algo. Ya estaba cerca, diez minutos más caminando y estaría en la estación yendo a mi puta casa.
Volteé un momento y pude ver un carro descapotado, con un gran grupo de chicos gritando. Pensé que no tenían nada que ver conmigo, pero en un momento bajan la velocidad y los gritos se convirtieron en susurros. Cuando los vi a mi lado me di cuenta que conocía al que estaba manejando, era el idiota con el que peleamos anoche.
— ¡¿Cómo quedó tu ojo, imbécil?! —preguntó y todos los que estaban con él gritaron apoyándolo.
Yo no tenía ningún tipo de intención de buscar más problemas de los que ya tenía, por eso, solamente continué mi camino viendo hacia abajo.
—Defendiste muy bien a tu novio ayer, lastima no te fue tan bien —dijo insistente.
En serio no quería saber más nada de ayer ni de estas personas, sólo esperaría a que se largaran y me dejaran en paz.
—Más suerte la próxima, cheerleader.
¿Cheerleader? ¿Qué es eso?
No le di tanta importancia, eran unos idiotas. Se fueron y yo seguí mi camino.
El viaje en metro fue incómodo, por alguna razón alguien me pellizcó el trasero y algunos me silbaron. Si no hubiese sido porqué estar sin camiseta en lugares públicos se puede considerar delito, hubiese preferido quitármela mil veces.
Salí del subterráneo. Ya iba todo excelente... si no fuera porque mi madre estaba montada en el primer taxi que vi en el semáforo. No tenía tiempo para sentarme a esperar el bus. Había un señor rentando bicicletas en la calle de en frente. Pasé casi agachado por detrás del taxi para que no me viera.
El muy amable señor me cobró veinte dólares, que hijo de perra. Su cartel decía que era menos, pero al verme desesperado creo que se le antojó sacarme un riñón.
Pedaleé lo más rápido que pude, perdí el taxi de vista y llegué a casa.
Me puse algo más presentable, me bañé, me arreglé (tampoco tanto para no levantar sospechas).
Pasaron dos malditas horas y nadie tocaba a mi puerta. Mientras esperaba, revisaba que tanto alboroto en mis redes, y para mi increíble sorpresa, el video de nuestra pelea estaba en todos lados. Después de verlo tantas veces entendí porque no recordaba nada. El golpe que me dieron no fue normal. Cósimo me había escrito un mensaje, pero yo no quería hablar nada.
Me apuré tanto para nada, de igual forma estaba aliviado de llegar a tiempo. Llegó un mensaje a mi teléfono: "Ya estoy llegando :)". A buenas horas.
Al recibirla estaba como siempre. Pelo suelto y esta vez teñido de rojo, y maquillaje en toda la cara.
— ¡Hola, bebé! —exclamó muy emocionada.
—Hola.
— ¿No vas a abrazar a tu mami?
No tenía muchas ganas, pero igual lo hice.
—Pensé que no estarías aquí —expresó después de entrar.
No creía que fuera por lo que yo temía.
—Ah... ¿por qué?
—No sé...—hablaba mientras se sentaba en el sillón —pensé que después de ese golpe en la fiesta no te levantarías.
No dije absolutamente nada.
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Her Name
HumorLa aparición de una misteriosa chica en los sueños de Alex, le da un cambio a su vida en el pueblo de Santa Ana. No puede dejar de cuestionar su existencia y la gran atracción que siente por ella.