Capítulo 14: Un recuerdo

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Salí de la cama disparado, faltaban doce horas para salir con Jazmín, pero no me podía mantener quieto. Corría descalzo y en calzones por el departamento, ni siquiera había razón alguna para hacerlo. Era lógico que estuviera así, hoy podía ser el día más maravilloso, o más decepcionante. Todo eso fluía por mis venas.

El sol mañanero se colaba por el balcón. Un día precioso, de esos que puedes admirar el rocío sobre las plantas que brillan con los primeros destellos del alba. Ya había pintado un par de escenas así. Me preparé una taza de café y me senté cerca del balcón.

—¿Alex? —inquirió Cósimo con cara de recién levantado desde el sofá —son las siete de la mañana.

Me mostraba el reloj de su muñeca.

—Hola, si ya sé.

—¿Entonces que mierda, bro?

—Nada, la verdad no podía dormir bien.

—Entonces deja dormir a la gente que sí lo necesita —se puso una cojín en la cara.

—Puedes seguir durmiendo, nadie lo impide.

—¿No?, y las "10 horas de cantos gregorianos" ¡¿no lo impiden ni un poquito?!

Sí, creo que olvidé esa parte.

—Lo siento —apagué la música —estoy muy ansioso por lo de hoy.

—Así estás por todo siempre. Sólo siéntate y relájate.

—Eso intentaba...

—¿Cómo esa música extraña te relaja?

—Es muy relajante.

El se quedó en silencio, supuse que quería seguir durmiendo. Me acerqué a él.

—Cósimo... —le movía las piernas —es contigo.

—¿Qué carajos quieres?

—No te he preguntado sobre algo —seguía con el cojín sobre el rostro —¿Qué pasó con lo que sentías por Beth?

Se descubrió la cara, y quedó viendo hacia el techo.

—¿Quién?

—Tú sabes, Beth, la hermana de Jazmín.

—Ah... Sí, ella. No, la verdad, ya no me importa —soltó tranquilo.

—¿En serio?

—No... —uhhh... — pero ella no me quiere. ¿Qué voy a hacer?, ¿obligarla?

—No, no te conviene —se sentó a mi lado del mueble —tranquilo, ni siquiera sé para qué te pregunté eso.

—Nah, está bien. Yo creo que lo mejor es que la olvide —me dio un golpecito en el hombro —mejor vete a vestir, que ya se está poniendo raro.

—¿Qué te da envidia? —pregunté burlesco.

—Más que todo náuseas.

—Que hijo de puta, ja, ja, ja —pronuncié —Por cierto, te tengo una sorpresa.

—Si la tienes escondida dentro de lo que traes puesto, yo paso, bro.

Ja, ja, ja —comediante el muchacho —no, me acompañas a buscarla en un rato.

—Vale, entonces no esperemos más —dijo antes de levantarse de dónde estaba.

Estábamos por llegar al sitio, hasta yo estaba emocionado, y ya sabía que era. En la puerta nos esperaba una señora de unos cincuenta años, con unos papeles. Era una casa muy pintoresca y pequeña. Parecía de cuentos de hadas. 

Her NameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora