No sabía qué hacer en ese momento. Era ella, podría jurar que la vi por un segundo entre la multitud de gente que estaba escuchando el concierto. Esa sonrisa que me estremecía por completo, y esa mirada, ¡Dios!, increíble.
La perdí de vista pero era ella. Me quedé congelado por un segundo hasta que sin pensarlo más me lancé a buscarla, no quería perderla para siempre.
Me movía entre todas esas personas hacía donde la había visto. Tropecé a varios y hasta le saqué el zapato a uno, y creo que les molestaba un poco, pero ¡coño!, era una emergencia, estaba buscando a la mujer de mis sueños, que suena bonito, pero al tomar la oración de forma literal era extraño y creepy.
Tan desesperado iba que se me cayeron las gafas, y cuando me incliné para recogerlas alguien las pateó. A duras penas podía ver y los pies de todos no me ayudaban. Alguien tocó mi hombro con delicadeza para que me girara. Pude ver una mancha, bueno, era lo único que podía ver.
—Toma, creo que se te cayeron.
Escuché esa linda voz, y me coloqué los anteojos. Y ahí la vi... a una completa extraña. Una chica castaña y con californianas rosa. Tenía puesto un suéter rosa y blanco, y un corazoncito pintado con tempera roja en la mejilla izquierda.
—Alexander, ¿no? —preguntó de manera muy segura esta extraña chica que olía a vainilla.
—Sí... eh... gracias — repliqué sin más y aún sin saber a quién me estaba dirigiendo —disculpa, no recuerdo tu nombre.
—Emily, ¿recuerdas? —Claramente no recordaba —estudiamos juntos hace cinco años.
Ella estaba muy fea, pero viéndola en ese momento, no estaba tan fea, nada fea. Parecía una mula con esos dientes en la secundaria, ¡vamos!, que tampoco es que yo era Channing Tatum, pero ella claramente necesitó un buen dentista o un brujo. Recordaba que era un cerebrito para todo, y en eso nadie la ganaba.
— ¡Oh!, sí, vaya que has cambiado.
—Sí, sabes, el dentista y esas cosas, la verdad...bla bla bla.
Creo que no le estaba prestando mucha atención, tenía que encontrar a la chica, estaba aquí. No podía desperdiciar esta oportunidad.
—Lo siento, es que no encuentro a mi abuela, tiene alzheimer y ya es muy tarde. —Me excusé —Me alegra saber que estás muy bien, podemos hablar otro día, cuídate.
No le di tiempo de decir nada más, solamente le di un beso en el cachete, y creo que iba tan distraído que le besé el izquierdo y la tempera estaba todavía fresca.
Seguí caminando en la misma dirección, todavía chocando con varias personas en el camino, pero no tenía ninguna pista, y ya la había perdido de vista mucho tiempo.
Si la encontraba, ¿qué iba a hacer?, ¿qué estaba haciendo? Me detuve a pensar un segundo, miré hacia los lados para hacer un último esfuerzo de encontrarla, pero nada. La había perdido. De todos modos no podía estar tan seguro que era ella, pudo haber sido una persona muy parecida. ¿Ya estaba enloqueciendo?, ¿es sólo producto de mi imaginación?, podía pensar cualquier cosa. Me negaba a pensar que no existiera, ese sentimiento que me causaba no podía ser de algo inventado.
Ya eran las siete de la noche, bastante tarde para andar persiguiendo a desconocidas. Iba a buscar mis cosas y largarme de una vez por todas... ¡Mis cosas!
Las dejé por ahí por el apuro, ni me acordaba que existían. Di marcha atrás y fue como rebobinar todo de nuevo. ¿En verdad caminé tanto?, eran como cincuenta metros. Ya la presentación de los niños había acabado, y no había casi nadie ahí, solamente un extraño niño con una gorra con diseño minecraft, que jugaba con su teléfono.
Esos indicios no me daban mucha esperanza, pero quizá tenía alguna idea de donde estaban mis vainas (cosas). Por más que había música cerca, estaba seguro que mis pasos se escuchaban, y en ningún momento apartó la cara de lo que hacía.
— ¿Viste unas cosas de dibujo por aquí? —inquirí
Ni siquiera volteó un segundo a verme, él seguía en lo suyo.
—Disculpa, ¿Has visto unas cosas para dibujar?, un block de dibujo...
En ese momento se percató de mi presencia, levantó la cara, apartó el celular y como si ya el día no fuera suficientemente raro, empezó a hablar en señas. Exactamente, amigos, ¿cuál era la probabilidad? Era sordomudo, así que le hice señas de pulgar arriba y me iba a buscar en otro lado.
— ¡Rainer! —Retumbó de un carro que estaba al otro lado de la calle.
— ¡Voy! —gritó el niño que hace unos segundos no podía hablar.
No sabía si estaba en presencia de un milagro divino o de un mocoso malcriado. Ya sonaba como mi abuela. Me devolví porque no quería que esto se quedara así. Quitó su mirada del juego al verme.
—Mira, sólo déjame en paz. Piérdete con tus problemas —manifestó de forma muy agresiva.
—No quiero fastidiarte, solamente estoy buscando mis cosas, ¿tienes idea...
—¿Tengo cara de maldito detective? No las he visto.
Seguro tenía algún problema, o algo, no podía creer que haya niños tan groseros. Traté de ignorarlo y ya me iba.
—Creo haberlas visto detrás de ese árbol. —Confesó antes de que me fuera —Pensé que me reiría de un payaso buscando desesperado, no de un llorón.
Respiré profundo, y fui a buscar. ¿Tenía ganas de arroyarlo sin querer?, totalmente, pero era sólo un niño, un poco grande, pero niño.
Estaba todo, cada cosa. Fue un gran alivio, pero me siento como un idiota por no haber revisado ahí antes, estaba a cinco pasos de donde lo dejé. Volteé a verlo y también volteó.
— ¿Quieres una foto? —dijo como si no fuera suficiente con todo lo que había dicho antes.
No respondí, levanté mis cosas y pude ver algo muy interesante. Se venía algo hermoso, lo podía saborear, la venganza, y con eso me refiero a que su madre se acercaba. Una señora alta, rellena, y con unas cuantas operaciones estéticas encima. Era el momento de acusarlo... nah.
—Señora, debería tener más cuidado con lo que ve su hijo por ese teléfono —dije así no más y me esfumé, no quería que preguntara nada más.
Y empezó la magia, pude oír perfectamente.
— ¡¿Qué es lo qué andas viendo tú por ese teléfono?!
No pude saber cómo terminó esa historia, pero el final que me imaginé me dejó satisfecho.
Eran las siete y media de la noche, me senté en la inhóspita parada de bus, para de una vez llegar a casa. Se sentó a mi lado un mimo que llegó de la nada, traté de ignorarlo para que no se pusiera a hacer estúpidas mímicas y cosas de mimos.
Moví mi mirada una décima de segundo para ver si seguía allí, y me estaba viendo fijamente. ¡Dios!, que incómodo, y el maldito autobús no aparecía.
Se acercó un poco a mí, y un poco más, y un poco más.
—Qué frío hace, ¿no? —pregunté antes de que se acercara más.
No hacía nada de frío, pero fue algo que me salió solo.
—Dylan manda saludos, cortesía de la casa —dijo como un robot mientras se marchaba.
Al ver al sitio donde estaba sentado al comienzo podía ver algo, era una caja. Llegó el bus, tenía que tomar una decisión, dejar eso ahí, o llevármelo. Sea lo que sea que haya pasado, no era mi problema, y no tenía algún buen motivo para llevarme eso a casa. Tal vez se lo iba a buscar luego, no podía llevármela.
Después de quince minutos en el transporte público llegué a casa. Con veinte mil cosas en la mano, pero sano y salvo... y con una caja. No podía esperar más, busqué unas tijeras y decidí que era el momento de saber que contenía.
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Her Name
HumorLa aparición de una misteriosa chica en los sueños de Alex, le da un cambio a su vida en el pueblo de Santa Ana. No puede dejar de cuestionar su existencia y la gran atracción que siente por ella.