Capítulo 11: Un elevador

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Ya la gente se retiraba de los alrededores del escenario. Ya eran las nueve, algunos seguirían la celebración hasta el amanecer, y otros se irían a su hogar. Pude ver a Jazmín, brillante como ninguna otra. Se retiraba por la parte de atrás y no iba a perseguirla sólo para saludarla; aunque en serio lo anhelaba. Es que nada puede ser casualidad. Ella apareció así de pronto, y después me la encontraba en todas partes. Tal vez no me correspondía, pero no tenía intenciones de rendirme como otras veces. El tiro que siempre fallas es el que no disparas.

Emily y yo caminábamos hasta la parada de bus para tomar diferentes rutas. Una delicada llovizna decoraba el ambiente, y las delgadas gotas cubrían el cristal de mis gafas. Ella caminaba a mi lado izquierdo con ambas manos en los bolsillos. Estaba muy descubierta, y no estaba precisamente cálido.

— ¿Quieres que te preste mi suéter? —inquirí preocupado al notar mi poca caballerosidad.

—No, tranquilo. Igual ya estamos cerca —respondió mientras negaba con la cabeza.

—Pero te estás congelando, tómalo —expresé y empecé a quitármelo.

—Gracias, Alex.

—No es nada. Igual no soy tan sensible al frio.

Hacía un frío del carajo, pero igual ya estábamos cerca. Se me erizaba la piel, y rezaba porque no lo notara. Creo que en ese momento no me hubiera extrañado ver un pingüino pasando por ahí. Que frío.

Cuando llegamos a la parada no había más nadie. Sólo el poste de luz titilante, y los escasos carros que transitaban en Santa Ana.

—Fue genial, ¿no?

— ¡Sí!, estuvo muy bien —respondió ella efusiva —Bastante mejor que el año pasado.

Ambos callamos. Ese momento donde ya no saben que decir, y al mismo tiempo buscan un tema de conversación lo más rápido posible. Al menos así creí que estábamos.

—Y... ¿Quién es ella?

—Disculpa, ¿quién? —sonsaqué.

—La del piano, la que estaba tocando ahora.

— ¿Por qué crees qué sé quién es?

—No sé, ¿no es así? —indagó levantando una ceja y su mueca decía "Ay, no te hagas".

—Mmm... —pensé un momento, aunque sí sabía la respuesta —Sí, tal vez la conozco.

—Oh, cool. Ella es realmente buena.

—Sí, no tenía idea. Sólo hablamos una vez, ella no es de aquí.

Llegó el bus que a ella le tocaba tomar. Adentro no se veían muchas personas, sólo una señora amamantando a su bebé.

—Ya me tengo que ir.

Puso el primer pie, para abordar. El chofer miraba fijamente hacia nosotros, probablemente tenía prisa por la hora.

— ¿Qué harás el sábado? —pregunté a Emily.

—No mucho, ¿por qué?

—Haré una fiesta, cumplo años ese día —expliqué con rapidez.

—Vaya...—pronunció.

— ¿No puedes ese día?

—No, no, no, tranquilo. Sí, allí estaré.

— ¡¿Vas a subir o qué?! —vociferó el conductor.

—Dale, te espero —agregué y ella continuó.

Her NameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora