LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 66)

463 47 7
                                    

Quedé totalmente desnuda, mi cuerpo temblaba, mi corazón latía fuerte, él me vio de pies a cabeza, deslizó su mano por el torso de mi cuerpo, volvió a besarme esta vez con tímidez y ansías, —te he extrañado tanto, te he echado de menos, y no creas que es por sexo, no, extraño tu risa, tus ojitos brillando por verme, la forma en la que muerdes tus labios y juegas con tu cabello cuando estabas nerviosa, extraño la forma dulce en la que me decías te quiero, extraño ir a la florería y verte trabajar en lo que te gusta; me enseñaste demasiado Lava, y no sé que decir o hacer para que me perdones, no quiero verte cerca de Dante, me cala, no quiero que estés con él, no quiero que dejes de amarme a mí para amarlo a él, pero también sé que soy injusto por pedir algo que yo no te estoy dando, y no puedo hacer esto, te amo y todo se me salió de las manos.— dijo Isaac.

Yo lo vi y no dije nada, me di la vuelta y bajé para alcanzar la bata, —no te la pongas por favor, déjame verte, se que son cosas inapropiadas, pero me gusta verte.—

—¿Acabas de decirle cosa inapropiada a mi vagina? Ja, ja, ja, ja, ja— dije riendo.

Los dos empezamos a reír, me abrazó fuerte, —yo te quiero Lava— dijo, abrazándome y llevándome a la cama, me metió en ella, me arropó, —ya regreso voy a ducharme— dijo.

Se metió al baño y en cuanto entró al baño empecé a llorar, no podía con todo el dolor que sentía, Gina ya no estaba, tenía una hija y me perdí sus primero años de vida, mi madre había asesinado a mi hermana, el padre del hombre que amo me odia, y el hombre que dice amarme está con otra, de pronto se abrió la puerta del baño, salió Isaac, fue hacía la sala, regresó con una bocina, dejó caer la toalla y se metió a la cama conmigo, —mira, me compré esta bocina y te daré una serenata— dijo, yo sonreí, y el me devolvió la sonrisa, la primer canción en sonar fue «Tal vez de Octubre doce», la canción me dolió, me caló, porque la letra decía justamente lo que estábamos pasando, le siguió «Diséñame de Joan Sebastian», sus ojitos brillaban, tarareaba las canciones, le sigo la mejor de todas «La mujer perfecta de Kurt», mientras la escuchábamos Isaac dijo, —es que la escuché e inmediatamente pensé en vos, esa es Lava, dije, porque no te gustan las fiestas, lees libros por deporte, tu cabello siempre está alborotado, y no te gusta usar tacones—, yo sonreí el tocó mi rostro, y sonrió, —ahora la última dijo «Ven a mí de Andrea y Matteo Bocelli», para cuando la canción terminó yo estaba llorando, el puso la bocina en la mesita de noche, me llevó hacía él, —te amo— susurró.

Nos fundimos en un beso, me recostó en la cama, se metió entre mis piernas, su erección chocaba contra ellas, él me besaba apasionadamente, acariciaba mi cuerpo, yo ya había perdido todo control sobre mí, con él me sentía segura, y lo amaba, Dios lo amaba tanto, no me importaba nada, abrí mis piernas, y lo abracé con ellas él me vio y se dio cuenta que con eso lo estaba invitando a entrar en mí, —oh Lava— dijo, entrando suavemente en mí, gemí, el me besó, yo me sujeté a su espalda con mis manos, enterrando mis uñas en ella; bajó chupó mis pə-zø-nəs, mientras seguía entrando y saliendo de mí, bajé mi manos, entrelazó sus manos con las mías, empujó fuerte, y viéndonos a los ojos —te amo— dijimos, mientras llegábamos al clímax.

Los dos caímos exhaustos, él se recostó en mi pecho, yo acariciaba su cabello, —por favor no me dejes nunca— susurró mientras se quedaba dormido, —te amo— dije y sonrió, —¿te gusta que te apapache y te ame, verdad?— dije, solo afirmó con su cabeza, y sonrió; —¿en verdad me amas?— pregunté, —te amo, Lava— susurró, estaba dormido, lo abracé muy fuerte, lo vi dormir, y me quedé dormida.

Desperté muy exaltada a eso de las 4:00 a.m. me levanté a prisa, debía regresar al velorio de Gina, Isaac despertó, y supo que quería regresar y por eso me estaba vistiendo, —yo te llevo— dijo saliendo de la cama, y vistiéndose, salimos de su departamento, subimos a su auto, y nos dirigimos al velorio, tomados de la mano.

Llegamos, Isaac se despidió, tenía que descansar un poco, puesto que tenía guardia al siguiente día, se fue, y justo cuando yo staba por entrar a la funeraria, —señorita Larislava Miordansh, queda usted detenida por el asesinato de Carola Aslé— dijo el detective, —¿qué, de qué habla? ¿Cómo que Carola está muerta?— pregunté.

—Si, fue encontrada hace unos minutos en su casa, apuñalada y con una rosa en el estómago, y sabemos que usted la golpeó y amenazó, hace unos días— dijo, esposándome, para entonces Dante y papá ya habían llegado, —no fui yo, yo estaba con alguien lo juro— grité.

—Pues diga, ¿dónde y con quién estaba— dijo el detective.

—No puedo— dije.

—Llevénsela— dijo en detective.

Me llevaron a la comandancia, y oh sorpresa cuando me llevaron al juez en turno ¡era Darián, la novia de Isaac! Vaya mala suerte la mía pensé, ella empezó a interrogarme, yo no respondía, —acá dice que usted argumenta haber estado acompañada a la hora en la que ocurrió el asesinato, ¿puede decirnos con quién estaba?— Preguntó, bajé la mirada, no iba a hacerle eso.

—Lo siento, no puedo decirle— dije.

—¿Lo ve? Ella está mintiendo— dijo el detective.

De pronto abrieron la puerta de golpe, —no, ella no está mintiendo, y si ella no puede decir donde y con quien estaba porque es una dama yo si puedo, porque no permitiré que vaya a la cárcel por algo que no hizo, ella estaba conmigo— vociferó Isaac.

—¿Tiene como comprobar eso?— preguntó Darián.

—Si, hay ADN mío dentro de ella; y ADN nuestro en las sábanas de la cama en mi departamento— dijo Isaac.

Continuará...

- Lissbeth SM.

LA PRINCESA DE LAS ROSAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora