LA PRINCESA DE LAS ROSAS (Capítulo 5)

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Bajé de bañarme, me senté en el sofá, mamá veía televisión, tocaron a la puerta, mamá se puso de pie muy contenta, yo empecé a temblar.

—Mamá, no... por favor— supliqué con los ojos inundados de lágrimas.

Mamá se acercó a mí lentamente, se agachó y susurró en mi cara —gracias a que asesinaste al pastor Kendhell no hay dinero, nadie nos ayuda y yo no pienso trabajar, así que si vos nos dejaste sin nada vos tenés que darnos de comer, esto es para que aprendas que si desobedeces a Dios hay consecuencias— y se encaminó a abrir la puerta.

«¿Si desobedezco a Dios hay consecuencias? Pero si Dios en verdad existe, no es así, ¡Dios es amor! No creo que a Dios le guste esto, no creo que esté de acuerdo con que me hagan esto, ¿dónde estás Dios? te necesito» pensé.

La puerta se abrió, era el señor Barshá, el dueño de la venta de telas, ¡Dios él parecía ser tan buena persona! De don Rubén no me extrañó, era un viejo lujurioso, me veía siempre, pero el señor Barshá era amable, compresivo, dulce, ¡un lobo con piel de oveja! No había otra explicación, en cuanto entró le dio dinero a mamá, mi corazón se partió nuevamente, no quería, empecé a llorar en silencio.

—Iré por algo de comida, se queda en su casa señor Barshá— dijo mamá saliendo apresuradamente.

—Mamitaaaaaaaaa— grité entre lágrimas, de nada sirvió.

—Linda, no llores— dijo el señor Barshá, tocando mi rostro.

—No me toque— grité.

—A ver espera, yo no quiero hacerte daño, déjame explicarte—

—¿Ah, no? ¿Entonces cómo se le llama a pagarle a mi madre para abusar de mí? Viejo degenerado, le debería dar vergüenza—

—Larislava, yo no quiero abusarte, no te haré daño, quiero ayudarte, pero no se como, sos una niña y por todos es sabido lo que te hacía Kendhell, y admiro tu valor por haber acabado con él, lo que no entiendo es que pasó con tu madre, parece otra, sé lo que te hizo el desgraciado de Rubén ayer, no mereces pasar por esto—

Yo empecé a llorar desconsoladamente.

—Peonía se ha vuelto loca, anda por las calles de Shartel ofreciéndote al mejor postor, yo no soy de ese tipo de hombres Larislava, pero en cuanto me hizo el ofrecimiento acepté, supe que tenía que hacer algo, porque si yo decía que no, te ofrecería a alguien más, a alguien que te siga lastimando y no quiero eso, yo quiero ayudarte, pero no puedo denunciarla, la policía te entregó con ella, entonces te diré lo que tengo planeado hacer, planeo pedirle a tu madre "exclusividad" así evitaremos que más tipos te abusen, no soy adinerado Larislava, pero cada vez que venga te daré una cantidad de dinero, que deberás esconder muy bien, cuando tengamos una cantidad considerable, yo te ayudaré a escapar, te ayudaré a que te vayas lejos de Shartel y de tu madre—

En cuanto lo escuché decir eso, lo abracé, lo abracé fuerte, al parecer mis plegarias habían sido escuchadas, Dios acababa de enviarme un ángel.

—¡Gracias!— fue lo único que atiné a decir entre lágrimas.

—Pero escúchame bien Larislava, cada vez que me veas en presencia de Peonía debes fingir miedo, repudio; odio hacía mí, ella debe creer que yo también te estoy abusando, para que no traiga a nadie más, ¿entendes?—

—Si— dije abrazándolo de nuevo, los ojos del señor Barshá se llenaron de lágrimas.

Pasadas una dos horas regresó mamá; el señor Barshá le pidió hablar a solas, mamá me mandó a mi habitación, yo me metí a bañar, me sentía feliz; una vela acababa de encenderse para mí en medio de las tinieblas, salí de bañarme, estaba envuelta solo en una toalla, mamá subió con un cinturón en la mano, estaba muy molesta.

—¿Qué carajos le haces a los hombres para que se vuelvan locos por vos?— dijo totalmente molesta y dándome el primer cinturonazo.

Yo empecé a llorar.

—No llores, eres una María Magdalena, ¿qué hice Dios mío para merecer esta prueba de fe tan grande? El señor Barshá acaba de pedirme exclusividad, sos una perra, ¿cómo los engatusas tanto? Yo nunca he podido retener a un hombre, tu padre me abandonó, y Kendhell me engañó con vos— dijo arrancándome la toalla de golpe, dejándome totalmente desnuda, me tomó del cabello y me obligó a ponerme de rodillas, y empezó a golpearme, —me has faltado al respeto, debes honrame, repite conmigo.—

—Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra— dijo mamá seguido de varios cinturonazos.

Yo lloraba.

—Qué repitas conmigo, ¡pecadora— gritó.

—Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra, mamita perdóname, yo te quiero— dije entre lágrimas, no sabía exactamente porque estaba pidiendo perdón pero si eso servía para que mamá ya no estuviese enojada conmigo, yo lo hacía.

—Yo te odio— gritó.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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