Folio N° 2: Inicios del juicio

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Tribunal Supremo, 07 de agosto, 9:49

Uuf... Por poco y no llego.  

Ayer tuve que desvelarme desde que llegué a mi oficina; tenía que sacarle algún provecho a lo poco que tengo, dadas las circunstancias.

Aunque... sigo dudando de mi decisión de ayudar a Suárez. Un bipolar, si se le permite llamar así, es difícil de apoyar, sobre todo si no cuenta NADA... del caso.

Pero, ¿qué más me queda? Soy abogada, y no puedo abandonar mis principios. Me tocará esperar al resto de la información... dentro de la sala. Veo a Suárez acercarse a mí.

— ¡Buenos días! —le digo sonriente.

— Igualmente —me responde.

— ¿Se encuentra bien? —me acerco.

—Sí, claro. ¿Por qué no lo estaría? —dice en broma— ¿Ha avanzado en algo? —me pregunta.

— Eeh... Me vi obligada a quedarme despierta—digo medio tonta.

— ¡Qué determinación!—me mira admirado.

— Sí, pero —me rasco la nuca, buscando las palabras correctas para animarlo, pero resulta en un fallido intento—... Lo que sucede... es que... no encontré nada.

— Oh, vaya —baja la cabeza.

— No se preocupe. ¡Voy a conseguir su libertad, aun si tengo que insistir en lo imposible!

— G-gracias —dice tímido.

— Si no le molesta, ¿podría contarme algo sobre la Srta. Boldini?

— Por supuesto. Ella y yo hemos trabajado desde que se graduó como Fiscal General de nuestro Distrito. Siempre me encargaba de las redacciones de documentos importantes, atender sus llamadas, ayudarla a hacer sus cuentas, programar sus eventos, y... bueno, lo que hace un secretario —se le nota jubiloso.

— Entiendo.

— La Srta. Boldini me ha tratado muy respetuosamente, y eso que soy inferior a ella. Le debo hasta mi vida entera —se maravilla.

— ¿De verdad? —el asombro predomina en el enunciado.

— Me concedió la oportunidad de trabajar con ella, y me he mantenido a flote.

Si todo eso es cierto, no tendría ningún motivo ni para secuestrarla ni extorsionarla.

— La generosidad trae recompensas —le sonrío.

— Sin duda —dice sin quitar la vista del techo.

— Ah, ¿y podría contarme qué estaba haciendo la noche del crimen? —me cruzo de brazos, esperando su respuesta.

— Le digo que yo no le hice nada —gesticula cada palabra—. Eso es todo.

Ya está claro. No va a hablar.

— Deberíamos entrar ya. Es casi la hora —entra a la sala.

No tengo de otra. Vamos allá.

Seguro que esos detalles de la Srta. Boldini servirán para algo.

Tribunal Supremo, 07 de agosto, 10:00

—Pónganse de pie para recibir al Juez—ordena el secretario de la sala, que está parado cerca de la silla del Juez. Nosotros obedecemos. Luego entra.

—Tomen asiento, por favor—dice mientras se sienta.

Da un golpe con el mazo a la base, y damos por comenzado el juicio.

Acta del Veredicto (EN PAUSA TEMPORALMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora