Actualidad
—Lo estás haciendo de nuevo.—Pongo mi vista en Lisa, quien me dedica una expresión de completa seriedad mientras me reprocha.
—¿Qué?—Es toda la respuesta que obtiene de mi parte.
Me toma de la muñeca arrastrándome hacia el estacionamiento del centro comercial y cuando ya estamos dentro del auto, retoma la conversación que quedó en el aire.
—Lo mismo que hiciste y haces con tu madre.—Mi vista sigue al frente mientras conduzco, tentada a mirarla porque sé que me está escudriñando.
—Solo quiero ver hasta dónde es capaz de llegar.
Dos días antes.
En estos momentos soy un completo desastre; ando con la fachas de limpiar la casa, despeinada y con más sudor que cuerpo. Me quedo un rato más en la puerta trasera absorbiendo todo el frescor que proporciona la brisa.
Salgo de mi burbuja de tranquilidad cuando el timbre es tocado con un poco de insistencia, me encantaría hacerme la desentendida y que no hay nadie en casa, pero la música que aún se reproduce me delata. Así que sin importarme mucho como voy, abro la puerta enarcando una ceja al interruptor de mi poca tranquilidad que adquirí luego de haber limpiado la casa de arriba hasta abajo.
Un chico de piel pálida con unos ojos azules muy claros, cejas un poco abundantes, nariz chata, mandíbula triangular, labios finos y un cuidado cabello rubio platinado, es a quien encuentro al abrir la puerta.
—Si hubiera sabido que tú serías mi vecina hace mucho tiempo que ya me habría mudado.— No dejo pasar desapercibido su descarado repaso con sonrisa coqueta.
—¿Y tú quién eres?
—Oh, ¿Dónde dejé mis modales?—Lo miro con una ceja alzada, porque vamos, si él no sabe, menos sabré yo.—Soy tu nuevo vecino, Wilson Jones.
—Muy bien, Wilson, ¿Qué deseas?
Sus ojos vuelven a recorrer mi cuerpo, desde mis piernas hasta mi rostro. Esto es incómodo y se lo hago saber refugiándome detrás de la puerta.
— Me atrevería a decir que en estos momentos a ti,—me señala.—sin embargo, necesito un poco de sal.
»Iría al supermercado, pero eso sería demasiado esfuerzo para un poquito de sal y estoy muy cansado por la mudanza. ¿Mi hermosa vecina que aún no me ha dicho su nombre podría ser tan amable y darme un poco de sal?
Pero, ¿y este quién se cree?
Tentada en cerrarle la puerta en la cara, la dejo casi cerrada con un claro mensaje de que no se atreva a entrar ya que dio indicios de hacerlo. Voy a la cocina, directamente a la despensa y de ahí tomo uno de los tantos envases de sal que tiene mi padre por sus famosos "por si acaso".
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Entre Nuestras Sábanas
Teen FictionNo voy a negar que verlo ser la pareja "perfecta" con otra no duele, porque si, lo hace. No merezco esto, lo amo, pero me amo mucho más a mí. Debí de cortar lo nuestro desde que todo este embrollo comenzó, desde que para todos esa era la relación p...