"De luces y sombras"

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Samuel se encontraba medio sentado apoyando su espalda en el respaldo de la cama, mientras Carla estaba con su cabeza sobre el pecho de él, escuchando aquel corazón acelerado por lo que acababan de hacer. Era un sonido fuerte que retumbaba en su oído, calmándola cómo si fuera la melodía más tranquilizadora de todas, y por eso intentó memorizarlo, deseaba grabarse como latía el corazón de Samuel para recordarlo cada vez que lo necesitara.

Él tenía la sonrisa pegada en la cara. Si la vez anterior había sido fabulosa, esta vez no encontraba una palabra que lo describiera, el placer había sido inconmensurable, escucharla gemir una y otra vez en su oído, los besos húmedos que habían compartido, la marcas de sus uñas aún ardiendo en su piel, todo eso lo había dejado más que satisfecho, pero sobre todo que ella no hubiera tenido el instinto primario de querer levantarse e irse de su lado una vez que él colapsó sobre su cuerpo, y eso lo tomó casi como una señal divina.

Sin embargo la nube de placer ya comenzaba a disiparse en sus cabezas, haciendo más presentes aquellos temas que aún rondaban entre ellos, pero que Samuel y Carla ya no querían traer a la realidad. Deseaban quedarse así, en esa burbuja perfecta.

La mano de Samuel se movía de arriba a abajo en la espalda de Carla de manera suave y pausada, una de las piernas de ella estaba sobre las de él, y el calor que irradiaban ambos cuerpos se mezclaban a tal punto que seguían desnudos sobre la cama sin sentir una gota de frío.

-Vi el tatuaje que tienes... es muy bonito- dijo de pronto Samuel en voz baja mientras Carla al escucharlo llevó su mano hacia el cuello y se acarició la zona.

-Gracias-murmuró y al hacerlo su aliento rozó la piel de Samuel que se estremeció por completo.

-¿Hace cuánto lo tienes? Nunca te imagine con uno- le confesó él afirmándola de la cintura para pegarla aún más a su cuerpo pues el movimiento que había hecho Carla lo hizo creer que se alejaría de él.

Además las ganas de saber más de ella, de esos pequeños detalles que él no conocía, volvían a resurgir con intensidad.

Carla escuchó con atención la pregunta y decidió acomodarse un poco mejor, a pesar de la pequeña resistencia que sintió por parte de Samuel para dejarla moverse, pero a él no le quedó de otra que dejarla apartarse, observándola como imitó la forma en la que él estaba sentado, aunque antes de hacerlo atrajo el cobertor que estaba arrugado y a medio caer a los pies de la cama para dejar a ambos tapados.

-Hace dos años aproximadamente, fue.... -suspiró Carla antes de continuar- es un símbolo importante-

Samuel giró su torso para quedársela viendo, y se encontró con la mirada de Carla dirigida hacia él y se quedó atrapado en el verde de sus ojos, que brillaban  con tanta intensidad gracias a la luz de la lámpara, perdiendo el hilo de la conversación una vez más, pues sintió, a la corta distancia en la que estaban, que aquellos iris era como estar en un bosque, uno frondoso y magnífico en un día de otoño. Un bosque que podía parecerle conocido, sin embargo tenía tantos espacios aún no explorados que sólo deseaba internarse en ellos y recorrer y reconocer cada parte aunque le tomara la vida entera.

Carla percibió como Samuel estaba perdido en su mirada y la trató de sostener lo más que pudo hasta que inconscientemente bajó un poco la vista y Samuel sonrió con suavidad, deteniéndose en el rubor de sus mejillas que enaltecía las pecas que bailaban sobre su nariz y trató de recontarlas.

-¿Qué haces?- preguntó Carla al sentirlo tan concentrado nuevamente, esta vez sobre su piel.

-Cuento tus...- le dijo apuntándole la nariz, haciendo que Carla llevara su mano hasta ahí tapándolas.

El hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora