Carla estaba agotada, pero sobre todo molesta por haber tenido que dejar solo a Samuel todo el día, arruinando el plan que habían armado ilusionados con varios días de anticipación. Cuando abrió la puerta de su casa esperaba encontrarse con él sentado en la sala viendo televisión o cocinando, como otras veces había ocurrido, ya que aún no era tarde como para que estuviera dormido, pero se encontró con todo en silencio y en penumbras.
-¿Samuel?- llamó en voz alta mientras dejaba en el vestíbulo su bolsa y zapatos sin dejar de mirar a su alrededor.
Al no obtener respuesta avanzó hacia el centro de la casa, preguntándose si ya estaba dormido o se había ido a algún lugar. El último mensaje que le había enviado había sido cuando se estaba subiendo al coche para decirle que finalmente iba de regreso, pero él no le había respondido, alertándola de que quizás estaba molesto, y no podía culparlo por eso.
De pronto observó que la puerta de vidrio que daba a la terraza central estaba entreabierta y sus pasos la llevaron hasta allá. A medida que avanzaba se hizo a la idea de que ahí encontraría al castaño, se lo imaginó disfrutando del atardecer que se avecinaba descansando en una de las mecedoras, posiblemente con su cuaderno de dibujo y lápiz en mano, porque lo había visto muchas veces hacer lo mismo, dibujar los más bellos paisajes sólo con esos dos elementos. Pero al correr la cortina lo que se encontró fue algo totalmente diferente a lo que había pensado, Samuel estaba ahí, pero la estaba esperando al lado de una mesa decorada para dos, con flores, mantel, copas y demás, sonriéndole de tal manera que se sobrecogió.
-Bienvenida, te estaba esperando- la saludó con alegria.
-¿Esto qué es?- preguntó ella detenida en el mismo lugar y sin salir de su asombro, aunque él acortó la distancia entre los dos.
-Algo que debí hacer hace mucho tiempo- respondió Samuel mientras extendía la mano para que ella se la tomara.
Carla se sostuvo de él sin saber que decir o pensar, dejándose abrazar y se entregó al beso intenso que recibió.
Como siempre que se saludaban después de horas sin verse, se besaron largo y tendido. La pasión entre los dos no menguaba con nada, podían estar horas besándose, acariciándose y siempre quedaban con ganas de más.
-¿Quieres darte un baño o cambiarte de ropa antes de cenar?- le preguntó Samuel luego de separarse y mirarse a los ojos por varios segundos disfrutando de aquel reencuentro.
Carla observó que él vestía ropa relajada, ideal para una cena al atardecer en la playa, ella llevaba un vestido no muy formal, así que rechazó la idea de marcharse de ahí. Estaba cansada, pero también hambrienta y deseosa de saber que le había preparado con tanto esmero, ya que si bien Samuel era detallista, no destacaba por ser un romántico de manual.
Con cuidado y dedicación Samuel la ayudó a acomodarse en la silla, el fondo natural que los acompañaba le daba un toque perfecto al panorama y las velas que ardían a su alrededor le permitieron observar con atención como Samuel le servía media copa de agua y luego le mostraba el vino que había escogido. Ya que si algo había aprendido en esa estadía con ella, a aparte de mejorar su inglés, era que podían compartir moderadamente una copa de aquel brebaje que ella producía y cual era el más adecuado para cada ocasión.
-Has aprendido muy bien- lo felicitó Carla al ver que era perfecto para el plato que él había preparado.
-Tengo a la mejor maestra- le respondió Samuel con una sonrisa juguetona.
-Ya era hora que lo reconocieras- comentó Carla de manera satisfecha y él solo rodó levemente los ojos aunque sin quitar la expresión alegre de su boca.
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El hilo rojo
FanfictionCarla & Samuel se despidieron con un simple beso en la mejilla y dos corazones rotos. Pero cuenta una leyenda que un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancia. El hilo s...