"Solo por esta noche"

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Carla no tuvo tiempo de pensar ni nada, vio en cámara lenta como Samuel se acercó a ella, sosteniéndola del cuello y antes de que pudiera reaccionar ya le había atrapado la boca. Había visto como algo cambió en la mirada de él luego de que ella lo llamara por su nombre, sus ojos se tornaron intensos, con una determinación que no había visto en años que la hizo temblar, pero no se imaginó que él haría algo así.

Ese movimiento inesperado la dejó paralizada, con los ojos abiertos, sintiendo la dulzura de los labios de Samuel sobre los suyos, pero sin la capacidad de hacer algo, sin poder responderle ni rechazarlo.

Samuel intentó mover los labios, pero inmediatamente sintió la tensión en el cuerpo de Carla, tan rígida como si fuera de hielo que lo hizo despertar estrepitosamente de su sueño y se separó rápidamente de ella con un creciente malestar por lo sucedido.

-Idiota, idiota, idiota- se gritaba dentro de su cabeza mientras se alejaba de Carla.

Porque aunque ese beso no correspondido le hubiera sabido a miel por el segundo que duró, ese rechazo o falta de reacción le comenzaba a arder como si tuviera fuego en su garganta.

-Lo siento, no debí....- logró decir Samuel, pronunciando esas palabras con dificultad y amargura mirando hacia un lado ya que no podía verla a los ojos.

Sentía una mezcla entre vergüenza, por su propia actitud y dolor, al saber que ella ya no deseaba lo mismo, que no quería ni sentía nada por él mas qué, tal vez, una simple amistad.

Suspiró derrotado porque al menos se iba con esa certeza y saberlo era mejor que quedarse con la duda.

Carla lo vio alejarse apresurado y hablarle con voz trémula, rehuyendo su mirada y seguramente con ganas de meterse en su hotel y no verla nunca más.

Ese beso era el que había esperado seis años atrás, en esa despedida que nunca quiso, pero que debió llevar acabo. Y cuando por fin lo recibía, ahí en plena calle de Ámsterdam fuera de aquel hotel, se había quedado sin capacidad de reacción.

¿Lo deseaba?.... claro que si, había estado todo el día apagando ese deseo de besarlo, solo quería volver a sentirse viva de manera natural y simple, revivir esa electricidad que la recorría de los labios hasta cada poro de su piel.

¿Pero por qué no le correspondió?.... no tenía idea, solo Samuel podía provocar eso en ella, tal confusión que se quedaba sin pensamientos coherentes.

A los segundos de lejanía logró comenzar a tener control de si misma, respirando profundamente y cuando se dio cuenta que Samuel estaba listo para darse la vuelta lo detuvo.

Su mano lo sostuvo del brazo, Samuel que solo quería alejarse de ahí quedó tan sorprendido como ella con el beso. La miró extrañado, sintiendo aquel contacto como si quemara. Pestañearon casi al mismo tiempo y antes de que Samuel abriera la boca para preguntarle qué quería, ella le habló.

-No te disculpes- le pidió Carla con voz pausada.

Seguía sorprendida de que a pesar del tiempo transcurrido él siguiera siendo el más valiente de los dos, el más arriesgado, siempre un paso adelante, y quizás esa era una de las razones por la cual se había enamorado en el pasado de él. Su falta de temor a mostrar lo que sentía. Esa pureza y sinceridad con sus sentimientos lo hacía tan único, tan distinto a ella.

-¿Por qué no? si hice algo que no debía hacer- le cuestionó Samuel que si bien logró esconder su decepción, el tono seco fue suficiente para ella.

Carla volvió a quedarse en silencio, analizando exactamente qué debía decirle, cómo explicarle lo que sucedía y por qué había reaccionado así.

-Creo que es hora de que nos despidamos- pidió Samuel que ya no quería seguir en eso. Al otro día tenía un vuelo que tomar y quería recorrer temprano lo último de aquella ciudad.

El hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora