El hilo rojo

"Seis cartas para Samuel"

Para Samuel haber visto partir a Carla hacia Melbourne resultó ser un momento muy difícil, y desde el instante en que la vio desaparecer por el pasillo que la llevó a tomar aquel avión, se sintió vacío. La soledad que la ausencia de ella le dejó no se llenaba con nada. Así pasó los siguientes días, despertando constantemente, buscando entre sueños aquel cuerpo que ya no estaba a su lado, oliendo el espacio que ella había usado en esas sábanas para sentir aunque fuera algo de su esencia, pero nada lograba calmar su deseo de verla. Hablaban a diario, se contaban su día a día, se repetían cuanto se extrañaban y aún así, no era suficiente.

Las palabras que Carla le había dicho en un momento "podrías irte conmigo" nunca habían dejado de hacer eco en su cabeza por más que en ningún instante hubiera dicho algo, porque era solo una ilusión, algo lejano e irrealizable, que no podía ni verbalizarlo, y dolían cada vez que se reproducían en su mente. Incluso las redes sociales parecían atormentarlo y cada tanto le salían anuncios relacionados con aquella ciudad donde ella estaba, logrando que siempre bloqueara su móvil bufando frustrado.

Así siguió pasando cada día, enfrascado en sus nuevos casos, animándose para las salidas que sus amigos se empeñaban en realizar para mantenerse en contacto, cumpliendo de esta forma la promesa que le hicieron a Ander, quien seguía internado sin muchas luces de mejoría.

De todos sus amigos, Lucrecia era la que se mostraba más preocupada de su estado, aunque él trataba de fingir una sonrisa y reírse de las bromas que nunca faltaban cuando se reunían en algún restaurante, bar o en la habitación de hospital de su amigo enfermo. Otro que no le quitaba el ojo de encima era Guzmán, que se mantenía pendiente por si su presagio de que ese acercamiento con la rubia solo le haría daño, y era especialmente por eso, que Samuel demostraba que nada le pasaba, porque no quería probar que esa partida lo había destruido, que le dolía todo el tiempo ver a sus amigos con sus parejas, a Felipe, que de paso había congeniado muy bien con todos, pendiente de Lu y su futuro hijo, de María que siempre le tomaba la mano al rubio y se sonreian, de Nadia que se mostraba tan resuelta sin pareja, de Rebeka y Valerio con sus ligues constantes, incluso de Omar que había mantenido contacto con Charlie y parecía estar muy cómodo con esa incipiente relación a distancia.

Por eso, cuando vio un aviso que promocionaba cursos de inglés, y todos los beneficios que podría traerle a su vida y carrera, no pasó de él como solía hacerlo usualmente, sino que se quedó mirándolo. Recién había terminado de hablar con Carla, que se disponía a acabar su día al otro lado del mundo, y él permanecía en su oficina haciendo uso de su descanso, por eso aprovechó esa pausa en su trabajo para investigar un poco. Revisó costos, escuelas e institutos, boletos de avión, visa, fechas, todo lo que fuera necesario una y otra vez, y esa pequeña esperanza lo hizo sonreír, pero prontamente se recordó que su vida estaba en Madrid y cerró el buscador regañándose por pensar tonterías.

-Joder, tu cara dice que no has dormido bien- lo saludó Lu sobresaltándolo.

-¿Qué haces acá?- preguntó Samuel extrañado de ver a su amiga ingresando a su pequeña oficina.

-He venido a invitarte a almorzar- respondió mientras avanzaba un par de pasos.

-Lu, debiste avisarme, estoy trabajando... debo terminar un informe- le hizo ver apuntado la pantalla de su computador.

-He venido hasta acá haciendo un gran esfuerzo o ¿tú crees que el embarazo me hace las cosas muy fáciles para rechazarme así como así?- le preguntó ella mientras se ubicaba con cierto cuidado en la silla que había frente al escritorio.

Samuel la quedó mirando con asombro y algo de diversión por la forma en que se movía, como si ya tuviera una barriga enorme, cuando aún no se le notaba casi nada el embarazo y estaba seguro que aún no sufría ningún problema para caminar, o al menos así lo demostraba pasando casi todos los días de compras para decorar su nueva casa.