No le digas a un De Vaux que no se meta en problemas, porque es lo primero que hará.
Robin.
—Vamos, Robin —le di un golpe al saco y mi padre lo sostuvo del otro lado.
Jadeaba, buscando el oxígeno necesario para mis pulmones. Solté otro golpe y otro más. Mi frente perlaba en sudor, la garganta me ardía, sentía los brazos entumidos.
Hacía esto al menos dos veces por semana. Papá se había encargado de entrenarme y enseñarme todo lo que yo necesitaba saber. Me había convertido en su matón personal y eso era bueno para mí, saber que mi papá me confiaba su vida y que yo haría cualquier cosa por mantenerlo con vida, me hacía querer hacer las cosas bien y mejor.
—Para ya —detuvo el saco en el aire.
—¿Cómo lo hice? —me empecé a quitar los guantes. Se acercó y me ayudó con las vendas que cubrían mis nudillos, estos estaban rojos y me ardía la piel.
—Bien, como siempre —lo miré y sonreí —. Pero sabes que no debes confiarte, nunca se es lo suficientemente bueno.
—Lo sé.
Enrolla las vendas y me las entrega.
—Estos días vamos a tener una interesante visita.
—¿Puedo saber quien?
—Es un ruso —rodeé los ojos. Eso no era bueno. Nada bueno.
—¿Qué viene hacer aquí?, no son sus territorios.
—No, pero es sobrino de Vera Petrova y sabes que es mejor mantener la paz con esa mujer.
Y bien que lo sabía. Esa mujer tenía mucho poder en Rusia, desde que su esposo murió muchos años atrás, ella se había quedado con todo lo que él había construido. Víctor había dejado a cargo a uno de sus primos en aquel entonces y ahora el hijo de este era quien estaba a cargo de la mafia en Rusia.
Mi padre no quería tener problemas con ellos, porque era bien sabido que quien se la hacía la pagaba y no de la mejor manera, sino cruelmente.
—¿Entonces a qué viene?
—Negocios.
—¿Contigo? —asintió con la cabeza —. ¿Qué quiere?
—No me dijo —suspiró —. Pero irás conmigo, no confío en él, mucho menos en su gente.
En la mafia no te puedes dar el lujo de confiar en nadie, mucho menos en otro mafioso, menos si este tenía la reputación que ese sujeto. No lo conocía personalmente pero se decían muchas cosas de él, quizá la mitad eran ciertas y la otra mitad falsas, pero si decían eso de él, era por algo, ¿no?
—La próxima semana va a venir y dijo que estará unos días, aún desconozco cuántos pero entre más lejos estemos de ellos, mejor, ¿entendido?
—Entendido —sonreí.
—No puedo creer que ya seas toda una señorita de veintidós años, aún recuerdo cuando naciste, eras tan pequeña cómo un cachorro —fruncí el ceño.
—Todo iba bien hasta que me comparaste con un perro —bufé, él rio.
—Me refiero a que eras pequeña, siempre serás mi pequeña.
—Y tú, siempre serás mi héroe —tomó mis mejillas entre sus dedos y las apretó lo suficiente para chillar del dolor.
Sonrió y se acercó para darme un beso en la mejilla.
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Atracción Fatal II (COMPLETO)
RomanceAntes El deseo de lo prohibido. (Libro II) Dicen que el deseo llama. Que aquello que te es prohibido es lo que más deseas, lo que ansías con mucho más ímpetu. Dicen que lo prohibido es lo más tentador. Dicen que cuando algo es de tu agrado y no lo...