Los De Vaux pueden ser padres celosos.
Alen
Observaba su mano encima de la mía y no podía creer que esto estuviera pasando. Estaba al lado de Marie, la chica de la que me había enamorado sin siquiera saber en qué momento pasó pero había sucedido y ahora no tenía remedio.
Me gustaba todo de ella, desde su cabello hasta sus orbes de color miel. Tenía una hermosa sonrisa y sus besos, sus besos eran...
—¿Por qué me miras tanto? —sus labios se movieron.
Pase la lengua por mis labios y subí a sus ojos, tenían una hermosa chispa de felicidad.
—Es que eres hermosa —lo dije sin pensar. Cuando me di cuenta de lo que había hecho ya era tarde.
—¿Crees que soy hermosa? —asentí con la cabeza —. Soy un caos, Alen.
—Pero eres mi caos, Marie, mío y de nadie más —sonrió.
—¿Así te gusto?
—Tú me encantas —se acercó lentamente y apretó sus labios a los míos.
Dejó un suave y corto beso sobre mis labios para después separarse. Se pasó un mechón detrás de la oreja.
—¿Escuchaste eso?
Con ella a mi lado no podía escuchar ni mis pensamientos.
Se puso de pie y me cogió de la mano para salir de su habitación.
—Shhh —se llevó el dedo a los labios. Avanzamos por el pasillo hasta que llegamos a las escaleras. Nos quedamos ahí para escuchar lo que pasaba abajo —. Koert ya llegó —asentí con la cabeza.
—¿Cómo estás? —ese era Koert.
—Bien, ¿y tú?
—Bien. No puedo creer que hayan pasado tantos años. No has cambiado en nada, sigues siendo la niña linda y tierna.
—Y tú sigues siendo el chico malo, ¿no?
Koert se rio.
—¿Por qué se ríe? —Marie volteó a verme.
—Ni idea —murmuré igual que lo hizo ella.
—AnneMarie debe estar muy grande.
—Lo está, ya no es una niña. ¿Quieres verla?
—No sé si ella me recuerde.
—Claro que sí.
—Ven, ven —caminamos rápido, de regreso a su habitación.
Dejamos la puerta abierta y escuchamos pasos venir hacia nosotros.
—Rápido, finge que haces algo —cogí un libro que tenía encima del escritorio y lo empecé a leer, ella miraba su móvil.
—Koert ha llegado —la tía Anne entró a la habitación —. Bajen, por favor —volteamos a verla.
—Vamos —Marie dejó su móvil en la cama.
—Ese libro está al revés —indicó la tía Anne y me di cuenta de lo estúpido que me veía sosteniendo el libro al revés —. Vamos, Alen.
Las seguí escaleras abajo y en la sala estaba él: cabello negro, ojos verdes, la misma edad que el tío Daen. Traía una camisa negra de mangas largas y un pantalón del mismo color, se veía relajado, feliz, alegre. Creo que ver a la tía Anne lo hacía feliz.
—Tú debes ser Alen, el hijo de Aleid y Rykel —se dirigió a mí. Me entregó la mano y la acepté, le dio un apretón —. Te pareces a tu padre, pero con la mirada de tu mamá.
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Atracción Fatal II (COMPLETO)
RomanceAntes El deseo de lo prohibido. (Libro II) Dicen que el deseo llama. Que aquello que te es prohibido es lo que más deseas, lo que ansías con mucho más ímpetu. Dicen que lo prohibido es lo más tentador. Dicen que cuando algo es de tu agrado y no lo...