Durante una semana, los días transcurrieron pacíficamente. Desde que Zero aceptó su sangre, su estado como nivel E se mantenía bajo control, lo que les dio a ambos un merecido descanso.
Kaname se permitió dejarse llevar por su naturaleza perezosa, esa que había relegado a un rincón desde hacía años; delegó el trabajo de oficina a Takuma, mientras él se dedicó por completo a dormir y salir a sus paseos de observación. Se sintió renovado, acogido por la rutina.
Disfrutó de la tranquilidad, ignorando olímpicamente los problemas que pronto le lloverían encima.
Fue la sed ajena, suave pero constante, lo que le sacó de su rutina de descanso. Supo entonces, que era hora de enfrentarse a su problema favorito.
Preparó los frascos con su sangre-para molestia del resto de la clase nocturna- y partió a su encuentro con Zero.
Ubicó su presencia en el establo. Mientras se dirigía al lugar, se concentró en mantener la calma. Se decía a sí mismo que no había nada por lo que estar nervioso. Le daría los frascos, vería que tal se encontraba y se marcharía, simple. Debía permanecer calmado, con una perfecta máscara de indiferencia.
Calma.
Calma.
Calma...
...
¡No podía calmarse, maldición!
Su corazón latía desbocado y un molesto nudo apretaba su pecho. Estaba más que nervioso y sólo deseaba que por parte de Zero su vínculo fuera lo suficientemente ligero para que no sintiera sus emociones.
¡No podía evitarlo! Solía espiarlo a una distancia segura, nunca un encuentro directo que durara más de 30 segundos e intercambiaran más de dos palabras.
Por años su atracción creció hasta transformarse en esa viscosa bola de cariño que guardó celosamente en un rincón, sin posibilidades de expresarse, alimentado solo con migajas. Pero, de repente la oportunidad de acercase a su destinado se presentaba en su cara y el no podía-ni quería-tomarla; tanto por Zero, como por él mismo.
Kaname simplemente tenía miedo. Miedo a la soledad, al rechazo, a la eternidad...a su pasado. Estaba tan asustado que se aferraba con garras y dientes al vínculo que lo unía a Zero y a Yuuki, a la estabilidad que le brindaba la Academia Cross.
Podía engañar a todos pero no a sí mismo; no por mucho tiempo, al menos.
La presencia cada vez más fuerte de su destinado, le hizo frenar en seco. A metros del establo le entró pánico y dio media vuelta. Le parecía ridículo, después de haber llegado hasta ahí, el retractarse; pero su inseguridad ganó.
Le pediría a Takuma que le diera los frascos a Zero. Sí, eso. Confiaba en Takuma.
Problema eludido, problema temporalmente resuelto.
-¿Kuran?
Mierda...
Zero le mirada confundido desde la puerta del establo, su mano derecha agarraba firme las riendas de Lily. Adiós a su plan de escape.
Ya que fue descubierto no le quedó otra que voltearse, acercarse al menor, como si nada hubiera pasado, y rogar porque Zero no notara su inquietud.
-Kiryuu-saludó y se enorgulleció de lo firme que salió su voz. Le extendió los frasquitos con su sangre sin más dilación.
Zero lo miró descolocado unos segundos antes de tomar los frascos. - ¿Lo notaste?
Lily, la yegua blanca, se acercó a él y Kaname decidió centrar su atención en ella e ignorar la pregunta. Acarició suavemente la cabeza del animal, relajándose en el proceso. Él debía marcharse cuanto antes, su lógica lo decía, su pánico anterior lo decía, pero apenas estuvo lo suficientemente cerca como para sentir el aroma de su destinado todo malestar se esfumó.

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Crisantemo
FanfictionKuran Kaname se resignó a ser uno de los muchos "sin vínculo", personas destinadas a la soledad. Él jamás pensó que, tras miles años de existencia, conocería a su destinado, y mucho menos que ese destinado estuviera convirtiéndose en un nivel E. *...