XXVIII

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—¿Vas a salir otra vez?

—Sí. Hay mucho trabajo que hacer últimamente.

Kaname no pudo distinguir a quién pertenecían las voces entre la bruma de sensaciones que lo invadía. Estaba consciente de su cuerpo, de la posición que ocupaba en el espacio, pero apenas podía procesar las imágenes a través de sus ojos. Una parte de él parecía ser jalada a la inconsciencia, mientras la otra luchaba por mantenerse despierto.

Kaname hizo su máximo esfuerzo por quedarse en ese plano.

A su alrededor, el mundo permanecía impasible. La mujer frente a él empacaba rápidamente cosas en una maleta pequeña. Un extenso silencio cayó sobre todos.

En su pecho se formó un apretado nudo de ansiedad. Kaname no entendió el porqué.

—¿Ichiru?—su cabeza volteó hacia el lado. Olas de preocupación llegaron como un eco lejano. Ahí, con la mirada perdida en la madera del piso, estaba un pequeño Zero.

No, Ichiru.

—No todos los vampiros son malos. ¡Ustedes son demasiado paranoicos!

Kaname vio como Ichiru salió agitado de la habitación, su propio cuerpo se movió contra su voluntad siguiendo al niño. Era una marioneta, un simple espectador dentro de ese cuerpo, que ahora notaba, era demasiado pequeño para su yo adulto. Mechones plateados se asomaron por su visión periférica, una pequeña mano pálida empujó la puerta, y un rayito de iluminación cayó sobre Kaname.

Al parecer, estaba en el cuerpo de Zero. Era claro que estaba soñando, aunque no pudo evitar sorprenderse, resultaba increíble que su desgastada imaginación pudiera crear este tipo de escenario.

A juzgar por la apariencia de Ichiru, los gemelos debían tener unos doce años más o menos. Fue a esa edad que él conoció a Zero.

—Últimamente estás extraño. —Kaname sintió sus cuerdas vocales vibrar con la voz infantil de Zero. La preocupación aumentó mientras veía la expresión compungida de su hermano.

—Estoy bien. Solo, necesito algo de aire.

—¡Ichiru!

El gemelo menor ignoró el llamado de su hermano, cerrando con fuerza la puerta tras de sí. Kaname sintió la incomodidad removerse en Zero. Su destinado decidió darle su espacio a Ichiru, volviendo a la habitación donde estaba la mujer terminando de empacar.

Kaname no conoció a los Kiryuu personalmente. Había visto un par de fotos en los registros, mostraban la seriedad que debía tener una foto para efectos legales. Pero, por la forma en la que Zero se expresaba de su familia, se imaginó que eran padres cariñosos y amables. 

La mujer frente a él,  en ese momento, distaba bastante de una imagen cariñosa y amable. Ella era una cazadora en toda regla; rostro duro, marcado por finas cicatrices en el lado derecho, movimientos firmes y precisos, con la maestría de quien está acostumbrado a salir rápido. Era la imagen de un soldado preparado para la batalla.

Seguramente, pensó Kaname, era la situación la que la hacía emitir ese aire agresivo.  

—¿Dónde está Ichiru? —ella preguntó sin apartar la mirada de la maleta. Para ese punto, ya la estaba cerrando. 

Repentinamente la bruma en su cerebro cesó. Fue traído de golpe a la realidad onírica. Kaname estaba vívidamente consciente de todo a su alrededor, desde la respiración de la madre de Zero, hasta la sangre de su "propio" cuerpo recorriendo sus venas. Sus sentidos estaban sobreexcitados dolorosamente.

CrisantemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora