Zero tomó un largo sorbo del té de jazmín, el dulzor de la infusión se asentó en su boca llenándole el pecho de calidez. Una ansiada atmósfera de tranquilidad llenaba la habitación.
Jamás imaginó que dejarse llevar por sus sentimientos reprimidos fuera tan desgarrador y esclarecedor a la vez. Estaba tan acostumbrado ignorar sus sentimientos, a enterrarlos en lo más profundo de su mente para seguir adelante, que al detenerse a sentirlos sus emociones se lo comieron vivo.
Cuando las primeras lágrimas cayeron tuvo el impulso de borrarlas bruscamente, levantar ese fuerte muro otra vez e impedir el paso a esos sentimientos oscuros, pero estaba cansado. Estaba tan agotado de aguantar que simplemente se dejó ahogar por sus frustraciones del pasado.
¿Por qué les pasó todo eso? ¿Por qué tenía que sufrir tanto? ¿Por qué a él? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!
El rose de un peso ajeno en su costado le distrajo momentáneamente. Kaname había cerrado la distancia entre ambos pegándose a su costado, como un firme pilar al cual se aferró con todas fuerzas. Kaname no intentó consolarlo con palabras gentiles o abrazos, ni trató de detener su llanto. Él se mantuvo en silencio recibiendo sus lágrimas y sus gritos, dando reconfortantes caricias en su espalda de vez en cuando. Una compañía silenciosa que le dio libertad para desahogarse y, al mismo tiempo, saber que había alguien ahí para ayudarle de ser necesario.
Se mantuvieron así hasta que poco a poco el llanto se detuvo. Toda tristeza, frustraciones e ira fueron drenadas de su cuerpo, dejándolo exhausto. Se sentía mucho mejor después de soltar todo eso. Más tranquilo, más limpio.
Zero apoyó su cabeza en el regazo de Kaname. Él empezó a peinar suavemente los mechones plateados. Las caricias en su cabello fueron tan reconfortantes que Zero pronto cayó profundamente dormido. Cuando despertó estaba recostado en la cama, arropado con las mullidas cobijas hasta la barbilla. A juzgar por las lámparas encendidas y la humedad en el aire, ya era bien entrada la noche.
Una mezcla de ternura y gratitud se removió en su pecho al ver a Kaname entrar con una bandeja de té humeante. Kaname dejó la bandeja en el velador, puso con cuidado una taza entre sus manos y llevó la propia consigo.
—Jazmín— explicó, mientras se sentaba al otro lado de la cama con cuidado de no derramar su propio té.— El aroma es relajante.
—Gracias...Por el té y por, bueno, todo.
Kaname negó con la cabeza.
—No hay nada que agradecer, somos compañeros.
Zero sonrió, la sonrisa más brillante que Kaname hubiese visto alguna vez, y en ese momento todo pareció encajar a la perfección. Después de un largo y duro camino, finalmente ambos encontraron su hogar.
Permanecieron en un silencio agradable mientras terminaban la infusión, simplemente disfrutando de la presencia del otro, del calorcito de las mantas y la frescura de la noche.
—¿Cuánto tiempo puedes quedarte?—Zero preguntó tras unos minutos. La taza vacía bailaba perezosa entre sus manos.
—Unos tres días como mínimo.
—Suena bien. Mereces vacaciones.—Kaname estuvo de acuerdo con eso. Si de él dependiera tomaría una largas, larguísimas, vacaciones. Ojalá de por vida.— Todavía hay algo pendiente de que hablar. Solo si estás listo.
Kaname dejó caer su mirada en los restos del té. Que Zero le diera la opción de seguir o esperar le daba más seguridad. Sabía que debía abordar tema de su pasado, al menos lo mínimo, pero no estaba seguro por donde comenzar. Había tanto que contar, tanta información guardada en su memoria, que le resultaba imposible hacer una línea de tiempo mínimamente comprensible.
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Crisantemo
FanfictionKuran Kaname se resignó a ser uno de los muchos "sin vínculo", personas destinadas a la soledad. Él jamás pensó que, tras miles años de existencia, conocería a su destinado, y mucho menos que ese destinado estuviera convirtiéndose en un nivel E. *...