XXI

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—Ya está aquí.

Lo correcto era decir que Rido estaría allí en unas tres horas. Más o menos. Pero, para fines prácticos era lo mismo; a esas alturas no podía cambiar el plan.

Aunque quisiera.

Comenzaba a arrepentirse de aceptar el alocado plan de Kaien. Permitirían deliberadamente la entrada a Rido, al Consejo y a la Asociación; tres frentes que cubrir a la vez, además de resguardar a los estudiantes, y no había suficiente mano de obra para ello. Lo más eficiente y seguro era interceptarlos en el camino, no darles la oportunidad de atacar a los estudiantes; lo malo: dejaban fuera de la ecuación a la Asociación.

Kaname necesitaba que la Asociación funcionara correctamente mientras Zero trabajaba como cazador. Y ahí tenían la oportunidad perfecta para enfrentar el problema de raíz. No podía desperdiciarla.

Así que, ahí estaba. Dándole vueltas a un tema ya resuelto. Otra vez.

Su mente repasó cada escenario posible para esa noche—lo que, cabe destacar, había hecho la última semana—. Se decía una y otra vez que estaba preparado, conocía a su enemigo y sus posibles patrones de ataque; tenía todo bajo control. A pesar de eso, una asfixiante inquietud martilleaba su pecho, mientras una molesta vocecita gritaba: "¡Todo va a ir mal!"

Para alguien acostumbrado a mantener la calma aún en las peores situaciones—las que no involucraban su vida amorosa, por supuesto—era muy frustrante sentirse angustiado por una batalla que ya había revisado en su cabeza miles de veces.

Quería creer que era el miedo a que Rido se topara con Zero, lo que le mantenía en ese constante estado de alerta. Era el peor escenario posible. Ni siquiera quería pensar en las posibilidades de ese encuentro; pero su mente, como adoraba el autosabotaje, insistía en armar fatales "y sí..." dónde Zero descubría su escabroso pasado, terminaba odiándolo y todo lo que habían avanzado se hacía pedazos.

No. No debía pensar en eso.

En ese momento, Kaname envidiaba el optimismo de Kaien. El sujeto, esa mañana, le envío una cajita de té con un mensaje de "¡ánimo!" y un dibujito de él mismo haciendo porras. Menos mal que no fue en persona.

Kaname respiró hondo. Dejó suavemente la pieza del rey negro, que había estado sosteniendo los últimos diez minutos, sobre el tablero de ajedrez, perfectamente acomodado en su posición. Lo que menos quería era que Zero sintiera sus molestas emociones, así que, por dos minutos, solo se concentró en el aire entrando y saliendo de sus pulmones.

Inhala y exhala.

Inhala y exhala...

Inhala...

No, no estaba funcionando.

Conteniendo un suspiro agotado, se asomó por la ventana abierta de su oficina. Afuera, en drástico contraste con su mente, todo lucía en calma: los pajaritos cantaban, el sol resplandecía, corría una agradable brisa con aroma a flores; un perfecto día de verano que auguraba una noche tranquila.

Nada más lejos de la realidad.

—Bien. Comencemos.

Con su mano derecha extendida hacia afuera, dejó su energía fluir hasta formar un lánguido manto acuoso del que surgieron figuras humanoides.

Criaturas de sombra.

Era una técnica que desarrolló durante la guerra. Le tomó tiempo, sangre y muchísimo esfuerzo ser capaz de crear la cantidad de sombras que podía controlar actualmente, pero estaba satisfecho. Eran soldados útiles. Dependiendo de la energía que infundiera en ellas podrían igualar a un noble en combate, sin embargo, hacer sombras tan resistentes tomaba mucho tiempo. Así que, por esa vez, priorizo cantidad sobre calidad.

CrisantemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora