XXXI

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La vida continuó su curso. A su alrededor, el mundo avanzaba implacable. No sería tan notorio para ellos si no fuera por esa familia que aún era humana, a quienes el tiempo pegó con toda su fuerza.

Yagari fue el primero en dejarlos. La vejez lo alcanzó más rápido que otros cazadores, llevándolo a un paro cardíaco a la edad de 80 años. Tuvo un funeral sencillo, solo con sus amigos y familia cercana. Para Zero, había cierto consuelo en saber que fue la vejez la que se lo llevó y no un vampiro nivel E durante una cacería. No hizo menos dolorosa la pérdida, por supuesto.

Tres años después le siguió Kaien, pasados sus sorprendentes doscientos años. Era una hazaña en sí misma el haber vivido tantos años, aún para un cazador. Su funeral fue más público, siendo invitados cazadores y vampiros que fueron sus camaradas y amigos. Estaba lleno de una solemnidad que no concordaba con el espíritu juguetón de su padre adoptivo. Su partida fue un golpe para todos.

El siguiente, y también el más doloroso para ambos, fue el de Yuuki. Ella había envejecido lentamente, como lo haría un vampiro sellado como humano. Kaname le ofreció un par de veces—al cumplir los sesenta y los ochenta años—si quería ser transformada, tanto ella como su destinada. Él se encargaría de los detalles menores para que ambas disfrutarán de su vida con tranquilidad. Yuuki había declinado en ambas ocasiones.

—Vivo feliz. Me gusta mi vida como humana. Ambas lo hablamos y estamos bien así.—Yuuki respondió una calurosa tarde de verano, pocos días después de celebrar su cumpleaños número 80.  Ella los abrazó con fuerza, conteniendo las lágrimas.— Y, sobre todo, sé que ustedes no estarán solos.

Adelheid, su destinada, murió a los cien años, increíblemente lúcida a su edad. Yuuki le siguió segundos después. 

Un gran pedazo de ellos se fue con ella. Después de todo, era su hermanita. Ella era una luz que los ayudó innumerables veces. La voz de la razón y lo irrazonable también. La vieron crecer, formar su familia y adquirir sabiduría.

Y mucho que les hacía falta, aunque pensara lo contrario.

Esa ceremonia fue la más difícil para ambos.

Pero ella tenía razón. Estaban juntos y se secaron las lágrimas entre sí. Se apoyaron para seguir adelante, a pequeños pasos al principio, hasta que nuevamente pudieron ver las fotos de Yuuki sin llorar y hablar de lo maravillosa que fue sin que se les quebrara la voz.

Y después de una década, el recuerdo de Yuuki volvió a brillar por sí mismo. 

El mundo, entonces, se detuvo parcialmente. Con sus amigos más cercanos como vampiros, no hubo más pérdidas durante varias décadas.

Siguieron con su vida, con sus rutinas, enfocados en el otro y en sus pasatiempos. Abrieron una cafetería, adoptaron un gatito, igual de temerario que su fallecido Ollie—el único y mejor perro del mundo— y siguieron adelante.

Siempre hacia el futuro.

*

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—No quiero ser impaciente pero, ¿ya?.—Zero preguntó ansioso. Las sorpresas eran algo común entre ellos, aún así Zero siempre estaba impaciente por ver qué nueva sorpresa se le había ocurrido a su destinado.

CrisantemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora