Capítulo 7: Oí que te gusta STAB.

242 28 43
                                    

A la mañana siguiente, en la escuela:

Olivia estaba siendo guiada por su vecina Jill con tal de conocer más su nueva escuela. Le ha mostrado sitios como los baños, la dirección, la clínica, y por último, el salón donde estudiarían juntas. Todo antes de que sonara el primer timbre.

Entretanto, apareció Kirby. Jill la saludó y aprovechó para presentarle a su vecina Olivia. Las dos chicas estrecharon sus manos y enseguida comenzaron a interactuar entre ellas. Sin embargo, mientras el par de rubias se conocía, Jill no pudo evitar mirar a lo lejos a uno de los chicos que la acosó la semana pasada. Era el de cabeza rapada, se encontraba divirtiéndose con otro colega.

Ella empezó a manifestar un sentimiento como si la estuvieran absorbiendo hasta la tierra, mientras su corazón se aceleraba.

En un momento, sin que nadie más lo notara, el chico sacó una larga navaja de su casillero y se la mostró a su amigo. Nervios fueron lo primero que Jill sintió al presenciar eso, más aún por lo que ese sujeto podría hacerle si le viniera en gana. El otro día se salvó gracias a su compañera Kirby. Claro que fue suerte que estuviera acompañada, ¿pero qué hubiera pasado si hubiera estado sola?

—Creo que ya sabes todo lo necesario, Oli  —dijo sin más, dándose la vuelta con intenciones de irse del sitio.

—¿Pero a donde vas, Jill? —cuestionó Kirby.

—Iré al baño —se limitó a responder.

5 minutos después, sonó el primer timbré. Todos los alumnos empezaban a entrar a sus aulas, a excepción de una alumna.

Con los pasillos desiertos, Jill caminó hasta el casillero del joven que la acosó. Al abrirlo, vió tantas cosas que tenía ese chico dentro: stickers de Ghostface pegados en la puerta; un pequeño muñeco de un mono saltarín con franela de Evanescense; algo que parecía una barra de metal, y por último, la navaja.

La chica empezó chequear rápidamente los libros. Por lo que parecía, el nombre del joven era Adrian Allen. Jill pasó hojas por hojas hasta encontrar una en blanco, que al hacerlo, decidió arrancarla, y con unos marcadores que estaban cerca comenzó a escribir una nota. Tras escribirla, la chica cerró el casillero.

-

Pasaron horas, y el casillero volvió a ser abierto en el receso, esta vez por su dueño. Adrian encontró la nota sobre sus libros y decidió revisarla. La nota decía: "Querido Adrian, t he estado viendo y la verdad es q t me haces muy lindo. Quisiera conocerte mejor en la cancha d educación física a la salida. ¿Te interesaría?", adornado con corazones y besos.

El joven sonrió y miró a su alrededor para ver si encontraba quién le dejó la nota, sin ningún éxito. Al final, terminó guardando la hoja en el bolsillo y cerrando su casillero.

-

Sonó el timbre de la salida. Para el momento en que la mayoría de alumnos se había ido, Adrian aprovechó de ir a la cancha donde usualmente les daban "Educación Física".

Sin embargo, cuando por fin llegó al lugar, este era un completo desierto; no había ni un alma en toda la cancha.

—¡¿Hola?! —gritó dudoso — ¿Me querías ver?, quién quiera que seas —preguntó dando vueltas en círculos.

Quitando su inseguro tono de voz, el silencio era lo único que reinaba ahí, o al menos eso pensaba hasta que de repente escuchó un ruido detrás suyo, específicamente en la oficina del maestro. La puerta se encontraba medio abierta, y Adrian, pensando que dentro podría encontrarse aquella persona que tanto deseaba verlo, sus pasos fueron acercándolo con lentitud.

Jill: La Historia de "La Nueva Sidney" (SCREAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora