Capítulo 24: Ajuste De Cuentas (Parte 1)

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Año 2009:

Tras bajar del autobús escolar, Richard se encaminó hacia su hogar.

—¡Mamá, papá, ya llegué —avisó a medida que entraba a la casa, aunque no obtuvo respuesta alguna, solo un gran silencio.

Tiró su mochila al suelo y caminó directo al pasillo. Una vez cruzó el marco, pensaba ir a su cuarto. Sin embargo, antes de dar cualquier otro paso, Richard notó una mancha roja algo grande en el suelo.

—¿Qué diablos? ¿Otra vez se le cayó la salsa a mi madre haciendo pizza? —suspiró, girándose por donde entró.

Fue hasta la cocina para buscar un trapeador; una vez lo obtuvo, se devolvió al pasillo, pero entonces se percató que habían dos letras dibujadas en la mancha, anotando un "NO".

—Ok, definitivamente tengo que dejar de tomar esas sustancias; no me están haciendo ningún bien —se dijo, al mismo tiempo que cerraba y abría los ojos—. Mierda, sigue ahí.

Comenzó a pasar el objeto de limpieza por la mancha, limpiando casi al completo. El trapeador pasó de ser un blanco prácticamente nuevo a un rojo vino.

—De acuerdo —se detuvo— creo que con eso bastará —miró el trapeador— Pero tendré que limpiarte o sino mi madre empezará a joder —sujetó el objeto y lo llevó consigo al baño ubicado al final del pasillo.

Colocó su mano sobre la perilla y comenzó a girarla a la vez que empujaba hacia dentro, pero no podía abrir bien la puerta; había algo al otro lado que le impedía empujarla.

—¿Qué diablos? —se preguntó— ¡¿Hay alguien en el baño?! —siguió empujando la puerta, esta vez apoyándose sobre esta. A medida que iba logrando abrirla, podía oler un aroma bastante desagradable y algo difícil de describir— ¿Qué es esa peste? —empujó con mayor fuerza y logró abrir la puerta— ¡Mierda! —expresó sorprendido con la escena que encontró:

Su madre se hallaba con la mirada perdida en la tina, con el estómago cortado verticalmente mostrando sus intestinos. Por otro lado, Richard vió que quién estorbaba en la puerta se trataba del cadaver de su padre, sin ojos y con el cuello rajado.

—Mamá, papá —pronunció con la voz entrecortada mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas.

Unos cortos pasos se escucharon detrás de él. Con una rápida reacción, se volteó y vió a un sujeto de negro con un pasamontañas en la cabeza. Este con bate en mano le lanzó un golpe en la cara a Richard, dejando solo oscuridad para él...

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Residencia Kessler:

En una noche bastante lluviosa, una mujer se levantó de la cama y observó por un momento a su marido durmiendo en un profundo sueño. Tras eso, se dirigió al baño. Apenas ingresó, encendió la luz y fue a sentarse en el inodoro con tal de orinar. En medio de la acción, la adormecida llevó la vista hacia el espejo del lavamanos; ella podía observar algo escrito.

La mujer se levantó del inodoro, tiró la cadena y caminó hasta el espejo. Tenía anotado un mensaje hecho por lo que parecía ser un pinta labios: "¿Estás feliz con él, Emma?".

—Tú y tus juegos, William —dijo con fastidio, pasando un papel por el cristal, tratando de limpiar la mancha.

Mientras estaba en eso, la cortina de la ducha comenzó a moverse. Emma sintió eso y giró su cabeza hasta su hombro, mirando de reojo la cortina moviéndose sola.

Caminó extrañada hasta la ducha, sujetó la cortina y la movió en un veloz movimiento. Pero no había nada, solo la pequeña ventana abierta introduciendo brisa.

Emma salió del baño, disponiéndose a ir de vuelta a su cama, sin embargo, ella primero se dirigió hacia la habitación de al lado. Entró para ver a su bebé durmiendo profundamente en su cuna. A la madre se le hizo una sonrisa al ver a su criatura descansando. Pero de manera inesperada, alguien la sujetó por detrás y le tapó la boca. La mujer asustada comenzó a moverse con desesperación hasta que cayó junto a su atacante cerca de una mesa.

—¡William, ayúdame! —gritó aterrada.

Su marido despertó.

—¡Se metió alguien a la casa! —siguió gritando, hasta que el sujeto con pasamontañas la agarró de nuevo y esta vez la estrelló contra un mueble.

William se levantó de la cama y abrió el gabinete que tenía al lado, buscando desesperado el arma, pero no la encontraba.

—¿Buscas algo? —preguntó una voz gruesa detrás del hombre.

Al voltearse, vió parado frente a él a ese mismo asesino que lo atacó hace ya un año.

—Creo que tengo lo que buscas —Blood Cryer introdujo una mano en el bolsillo de su desgastada sudadera y sacó un objeto: era el revólver de William.

El asesino le disparó en el hombro derecho, causando que su víctima cayera al suelo adolorida, haciendo presión en su herida.

Segundos después, el sujeto con pasamontañas entró a la habitación arrastrando a una golpeada Emma.

—Por favor, déjenla ir —suplicó William en el suelo.

—Cállate —respondió Blood Cryer metiéndole una patada en la boca.

—¿Por qué diablos nos hacen esto? —escupió sangre— ¿Y qué carajos te hice a ti para que me estés jodiendo tanto?

—No puedo creer que hayas sido tan imbécil como para no darte cuenta —se bajó la capucha—. Y pensé que serías el primero en sospecharlo —puso su mano en la máscara, quitándosela y mostrando su verdadero rostro—. Hola, papá. Sorpresa —dijo Jill sonriendo.

—No puede ser, ¿tú? —quedó incrédulo.

—¿Quién más creíste que sería? O claro, posiblemente otra de las mujeres que te cogiste y luego abandonaste —rotó con lentitud su mirada hasta posarla en la mujer de su padre—. Veo que por fin aprendiste y diste el primer paso... lastima que algo tarde —Jill apuñaló en el estómago a Emma repetidas veces.

—¡No! —gritó William intentando levantarse, pero fue tirado al suelo por el cómplice de su hija.

Emma cayó al suelo toda ensangrentada.

—Tráelo —ordenó Jill.

Su cómplice arrastró el cuerpo de William hasta el medio del cuarto, poniéndolo boca arriba.

—Tenías razón, hija. Debí haberme hecho cargo de ti, debí quedarme con Kate —sollozó el hombre.

—Ay, que bonito —se guardó el cuchillo en su bolsillo, caminando hacia una mesa cercana; ahí ella tomó un cenicero y regresó a su padre—. Pero creo que ya es muy tarde para llamarme "hija" —tras decir eso, ella se agachó y comenzó a golpearlo en la cabeza con el cenicero.

Pasaron varios segundos repitiendo la misma acción, tanto que ella, cerrando los ojos, la repitió más rápida y violenta sin parar.

—Jill, ya para —se quitó el pasamontañas— ¡Ya detente! —le ordenó Charlie acercándose— Jill, ya detente...

Jill: La Historia de "La Nueva Sidney" (SCREAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora