Capítulo 22: La Caída.

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Una hora después:

Jill regresó a la parada de bus cerca de su casa; bajó del vehículo, aún con lágrimas en su rostro y se dispuso a continuar caminando hacia su hogar.

-

Al llegar a la residencia Roberts, subió las escaleras hasta su habitación, abriendo violentamente la puerta de esta. Estaba suspirando de manera agitada, mirando todo a su alrededor. Pero mientras eso sucedía en su mundo físico, en su mente no podía evitar recordar momentos.

"¿Por qué no tengo padre, mamá? Odio tener que contestar un "no sé" siempre que alguien me pregunta sobre mi padre".

"Tu padre fue un idiota irresponsable. Al cabo de unos meses me quedé embarazada, ¿y él qué hizo? Se hizo el loco y me abandonó".

Jill colocó sus manos en la cara, subiéndolas hasta el cráneo, comenzando a apretar su cuero cabelludo al mismo tiempo que soltaba fuertes gritos de ira.

"Lo sé, los lazos de sangre a veces nos une a personas que no queremos nada que ver".

"Aún queda tu padre, posiblemente la pieza más importante".

"Presiento que él puede ser el empujón que necesitas".

"¿A qué te refieres con el empujón que necesito?".

"Cuando llegué el momento, lo entenderás".

"No quiero verte de nuevo por aquí, ¿me entendiste?".

—¡Maldito! —gritó, a la vez que tumbaba sus cosas al suelo, sacó con brusquedad todas sus gavetas aventándolas, tiró de una patada la silla de su escritorio.

La habitación quedó en silencio, salvo por un detalle: el hámster chillando asustado. Jill desvíó los ojos hasta su mascota.

"¿Su nombre era William, verdad? ¿Como tu hámster?".

"En realidad, fue por eso que le puse así a mi hámster. Trato a ese pequeñín como hubiera querido que mi padre me tratará".

—Eso se acabó —dijo, saliendo de su cuarto.

En cuestión de segundos regresó, esta vez sujetando algo detrás de sí. Se acercó de manera lenta a la caja de su hámster, la abrió y con la mano libre tomó a su mascota.

Mirándolo fijo, comenzó a apretar al animal. Este empezó a chillar y a moverse desesperado. Entonces, Jill abrió con lentitud la mano, mientras sacaba detrás de sí la otra sujetando un martillo.

—Adiós, papá —suspiró, para luego meterle un fuerte martillazo a su hámster, dejando este de moverse.

Ella se quedó atónita por lo que acabó de hacer, dejando un tremendo silencio en la habitación.

"Está bien que sientas algo de miedo e incertidumbre por tus actos, pero una vez que ya entierras una segunda puñalada ya nada te puede parar".

Tras recordar esas palabras, Jill sujetó con fuerza el martillo y le dió otro golpe al inmóvil animal. Luego de ese segundo martillazo, sintió ganas de hacerlo otra vez, por lo que volvió a darle otro golpe al hámster. Luego le dió otro golpe, y así repitió la misma acción más rápida y violenta, lo que causaba que poco a poco la sangre del animal se fuera escurriendo por la mano de la incontrolada joven hasta llegar a caer al suelo.

Tras varios golpes, Jill por fin se detuvo. Apretó a su muerta mascota en su mano, haciendo que del cuerpo del animal comenzaran a salirle los órganos, creando un sensación como si estuviera apretando una esponja.

Jill: La Historia de "La Nueva Sidney" (SCREAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora