O29. Clark |Ayuda|

343 17 4
                                    

Me despedí de Grizz con una leve sonrisa, cerrando la puerta principal de mi casa, tras asegurarle veinte veces que estaría bien y no necesitaba que hiciera guardia. Hacía poco que habían matado a Cassandra, por lo que nadie confiaba en nadie. Allie les había puesto la condición de que la cuidaran tanto a ella como a mí si asumía el poder luego de la muerte de su hermana. Hasta el momento, no existía ninguna verdadera amenaza, pero mejor prevenir que lamentar. Yo había perdido a una prima, una compañera, alguien con quien siempre estuve de acuerdo y con quien podía hablar sin sentirme juzgada. Mientras que Allie había perdido a una hermana, algo que nunca podría reemplazar.

Me tiré sobre uno de los taburetes de la cocina, apretando el lado derecho de mi cintura. Como dije, no hubieron verdaderas amenazas, pero para el resto. A mí me habían apuñalado unos días atrás, pero nadie estaba enterado sobre eso. No podía dejarlos pensar que estaba débil y debían cuidarme como si de un bebé se tratara. Lo último que necesitaba era lástima y que todos se concentraran en un tema que no era importante.

Hoy había estado sangrando más de lo normal, ya que mis habilidades curanderas nunca habían sido las mejores, por lo que lo más probable sea que estuviera muriendo y yo ni me diera cuenta. Por suerte, el corte no había sido profundo, porque logré apartarme antes de que pasara a algo más grave.

Me saqué mi buzo y la remera que llevaba debajo, quedando solamente con mi sostén. Tomé un paño y lo mojé con agua caliente, para luego colocarlo sobre la herida. No la había cosido, ya que esperaba que comenzara a cicatrizar, pero se estaba tardando mucho. Solté una maldición cuando escuché que tocaban la puerta. Quité el paño, tirándolo hacia el fregadero, manchando el piso con un poco de sangre.

— ¡Ya voy! —grité, cuando los golpes comenzaron a ser más insistentes, mientras me colocaba la remera con prisa.

Abrí la puerta, encontrándome con un par de ojos que me miraban preocupados. Clark pasó sin pedirme permiso, cerrando la puerta y atrayéndome a su cuerpo.

— ¿Qué mierda, Beecher? —pregunté, apartándolo. Llevé mi mano derecha con disimulo hacia la herida. Estaba empezando a doler como la mierda y la presencia de Clark no era para nada mejor. Él susurró una disculpa, caminando hacia la cocina balbuceando cosas que no logré entender del todo.

— Mira —dijo, sacando su celular y mostrándome unos mensajes que le había enviado Allie. Yo lo miré confundida, no entiendo a qué vino y qué era lo que se suponía que debía de importarme.

— Escucha, Clark —con un poco de dificultad, me coloqué a su lado, tratando de lucir intimidante—. Si no tienes algo importante que decir, será mejor que te vayas —intenté tomarlo de uno de sus brazos para guiarlo hacia la salida, mas las piernas me fallaron, provocando que cayera al piso.

— Estás sangrando —observó Clark, señalando mi remera, mientras me ayudaba a levantarme.

— Vete —dije entre dientes, sosteniéndome de la pared.

— No —se negó, pasando mis brazos por encima de sus hombros, ayudándome a mantenerme en pie. Solté un pequeño gruñido, ya que el muy bruto había tocado la herida.

— ¡Más cuidado, bruto!

— Vamos al baño —rodó los ojos, subiendo las escaleras e ignorando mis quejas.

Una vez que llegamos, me sentó sobre la tapa del inodoro, teniendo un cuidado que nunca antes había visto de su parte. Normalmente, estábamos alejados el uno del otro. No me gustaba tenerlo cerca, ya que seguía sintiendo cosas por él. Clark y yo solíamos salir hasta hace unos meses, cuando todo se fue a la mierda en nuestra relación. Nunca pude encontrar una razón exacta, simplemente todo acabó un día. Fue como un acuerdo mutuo, nunca hablado ni discutido. Nos alejamos y así la relación acabó.

— Gracias por la ayuda que nunca te pedí, pero puedo sola —me quejé, parándome de golpe y mareándome. Clark me atrapó entre sus brazos, volviendo a dejarme sobre el inodoro con delicadeza.

— No se nota —susurró, tomando un pedazo de gasa de uno de los cajones debajo de la bacha, mojándolo con alcohol—. Esto te dolerá un poco, pero no podemos arriesgarnos a que se infecte.

— Puedo aguantarlo —respondí, agarrando con fuerza una de mis piernas para poder desviar el dolor y el ardor que generaba el alcohol en mi cintura—. ¿Ves? —sonreí triunfante, siendo callada por otras gotas de alcohol que pegaron contra mi piel de imprevisto.

— Oh, lo veo —se burló él, guardando las cosas y mirando alrededor—. ¿Tienes hilo y aguja?

— No me vas a coser. No fue profundo, así que no necesito que me juntes los pedazos de piel.

— Eres terca.

— Mira quién habla. Diez veces te dije que estaba bien y seguiste insistiendo de todos modos.

Clark volvió a rodar los ojos, esta vez con sus manos en su cadera, todavía sin deshacerse de esa mirada llena de preocupación, que no me generaba otra cosa más que echarlo de mi casa. No quería su lástima.

— Puedes irte —dije, sonando lo más firme posible, sosteniéndome de la puerta para salir del baño. Tomé una toalla tirada en el piso y la puse contra la herida, haciendo presión. No era lo más sensato e higiénico, pero no podía seguir en la misma habitación que él.

— ¿Por qué no me dejas ayudarte? —preguntó, siguiéndome. Podía escuchar sus pisadas que subían de intensidad, de seguro estaba casi corriendo para alcanzarme.

— Porque, como te dije ya varias veces, no necesito ayuda —abrí la puerta de mi cuarto, entrando a este con Clark todavía pisándome los talones.

— ¿No necesitas ayuda o no necesitas mi ayuda?

— Como sea —le resté importancia, sentándome sobre mi cama, tirando la toalla hacía un costado y librándome de mi remera. Ya estaba toda manchada y eso sería peor que estar en sostén frente a mi ex novio.

Él no dijo nada más, simplemente se sentó a mi lado. Su respiración era un poco irregular, de seguro por el enojo que estará sintiendo hacia mí en este momento o por haberme perseguido por la casa. Su mirada estaba enfocada hacia la ventana, al igual que la mía. Era una noche hermosa. El cielo negro, las estrellas brillando, siendo algunas de ellas tapadas por nubes grises. Observé de reojo cómo de a poco Clark se iba tranquilizando, hasta que su respiración llegó a un ritmo más lento, casi coordinada con la mía. Después de todo este tiempo, aunque pareciera increíble, no podía evitar largar un suspiro enamorada estando en su presencia o con el simple hecho de pensar en él.

— ¿Quién fue? —preguntó en un hilo de voz, con sus ojos aún enfocados en el cielo.

— No lo sé —mentí, no queriendo revelar que Campbell por una vez en su vida había logrado dañarme.

— ¿No sabes o no me quieres decir? —su tono se volvió suave, como una caricia. No sonaba enojado, más bien sonaba tranquilo, pacífico, como si fuera una conversación del día a día.

— No te quiero decir —admití, sintiendo un leve calor en mis mejillas. Odiaba que me conociera tan bien como para saber exactamente qué preguntar.

— Está bien —asintió lentamente, volteando su cabeza y clavando sus bellos ojos en los míos—. ¿Por qué no buscaste ayuda?

— Hay cosas más importantes en las que preocuparse, Clark. Esto fue una herida menor a un peón. Hay que proteger la reina, no a los que matan con facilidad —contesté, levantándome con delicadeza. Clark tomó mi mano, volviendo a ayudarme.

— Tú no eres un peón —dijo, parándose junto a mí—. ¿Qué clase de ajedrez juegas? —posó su mano derecha en mi mejilla izquierda, acariciándola—. Yo solo quiero ayudarte a ti. No me importa Allie, no me importa nadie más que tú.

— ¿Por qué me estás diciendo esto ahora?

— ¿Por qué no? —sonrió, acercando su rostro al mío, plantando un corto beso en mis labios, uno que casi ni sentí. Sus ojos parecían brillar, no sabía si era por la luna y las estrellas o tenerme cerca, pero me gustaba cómo se veía.

— Gracias por la ayuda —susurré, pegando su frente con la mía y cerrando los ojos.

Él soltó una suave risa, tomando mis manos y dejando un beso sobre ellas. Tal vez estar en otro universo, apuñalada y en peligro de muerte era lo que nos había hecho falta.

The Society |One Shots|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora