Se fue.

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–¿Qué pasa?– le pregunté acercándome.

–Nada.– dijo ella escondiendo su rostro detrás de su cabello.

–Entonces ¿Por qué lloras?– volví a preguntar acomodando su cabello para poder ver su rostro.

–No lo sé...– su voz se quebró mientras las lágrimas corrían fuertemente por sus mejillas.

–¿Por qué lloras?– insistí. A pesar de sus intentos, no deje que se alejara.

–Estoy cansada.– respondió resignándose, dejando que tomara sus manos.

–¿De qué?– pregunté frotando con suavidad el torso de sus manos. Acercándolas a mi cara y besando sus nudillos.

–De todo.– respondió con voz cansina. –De llorar, de sufrir, de amar, de sonreír, de fingir, de todo.– se soltó de mi agarre cruzándose de brazos. –Ahora ¿Qué harás? Ya te he dicho el porqué de mi llanto.– dijo mirándome desafiante. Sin importarme su resistencia la abrace con fuerza y le pedí perdón.

–Lo siento, lo siento– dije triste, escondiendo mi cara en el hueco entre su cuello y sus hombros.

–¿Por qué te disculpas?– preguntó desconfiada, sin apartar ni corresponder a mi abrazo.

–Debo irme.– confesé susurrando, cerrando los ojos con dolor.

–¡No!– gritó con pánico –Por favor, quédate, te necesito. –dijo abrazándome fuerte, impidiéndome ver su cara.

–Mañana volveré, te lo prometo.– dije tomando con suavidad sus hombros, acariciándolos. –Pero ahora debo irme.– dije separándome lentamente, deslizando mis manos desde sus hombros hasta las suyas.

–No.– dijo soltándose con brutalidad de mi agarre. –Si te vas, no vuelvas.– su voz sonó fría y sin vida, que por un momento consideré quedarme, pero debía irme.

–Pero...– tratando de hacer que me mirara, sin éxito.

–¡Vete!– estaba tan enojada, decidí que sería mejor dejar que se calme. Suspire, sin saber que hacer realmente.

–Mañana volveré, no olvides lo mucho que te quiero.– dije saliendo de la habitación, cerrando la puerta con lentitud detrás de mí. Ella no volteó en ningún momento.

Al otro día volví, como prometí. Me abrió su hermano, me sorprendí al ver su rostro, sus ojos estaban bañados en lágrimas, su postura era tensa y tenía un aire sombrío. –¿Esta...?– quise preguntar.

–No.– dijo, con una voz totalmente forzada, y cerró la puerta en mi cara. Me quedé un segundo ahí sin saber qué hacer, volví a llamar y esta vez salió su madre, con estado más deplorable que el de su hijo.

–E-ella, se suicidó.– dijo la mujer entre lágrimas y tartamudeos, mi expresión fue de completo asombro, sentí como lentamente mi mundo se venía abajo, no lo podía creer. Su madre me dio una carta. Reconocí la letra de ella. Su madre volvió a entrar a la casa y yo camine a la mía.

~Le conté mi pasado, mi presente y mi futuro. Le susurré mis miedos y le grité mis sueños. Le enseñé todos mis puntos débiles, mis secretos, mis fortalezas y mis más profundos deseos, y él simplemente se fue. Se fue con la promesa de que volvería, pero yo no podía soportar una noche más. No podía seguir con la impotencia de no poder hacer nada.
La salida fácil, la salida de cobardes ¿No?, bueno esta cobarde no los molestara más.~

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