Un Choque, Un Roce y Una Pequeña Sonrisa

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Un Simple Choque Puede Cambiar Tus Planes

Una linda chica de ojos verdes y cabello azabache corría sin prestar real atención a su alrededor ¡Ella realmente estaba llegando tarde! Un frío chico de ojos celestes y cabello castaño oscuro caminaba exageradamente sumido en sus pensamientos como para prestar la debida atención a su alrededor.

¿Demasiado obvio lo que paso?
Sí, un choque inevitable entre ambos.

–¡Lo siento mucho, señor!– se disculpó la chica de ojos jade, tomo con rapidez sus cosas, olvidando algo importantísimo y sin detenerse a ayudar al castaño. –Es que ¡Estoy llegando demasiado tarde!– el chico suspiró mirando sus cosas esparcidas en el suelo y notó algo demasiado rosa, un bolso. Se giró para llamar a la fémina pero esta ya iba demasiado lejos.

Suspiró otra vez, este día se le estaba haciendo demasiado largo. Decidió dárselo cuando él saliera de trabajar. Junto sus cosas y comenzó a caminar para no llegar él también tarde y se puso a pensar en la chica. Recordó que lo llamo 'Señor', ¿Tan viejo se veía? Suspiró, este realmente no era su día.

Pero, lo que él no sabía, es que hoy era su día de suerte, pues se había encontrado con amor de su vida, con ese que está conectado por El Hilo Rojo Del Destino y que pase lo que pase, siempre se reencontrara.

Un Roce Accidental y Una Pequeña Sonrisa

El chico salió del edificio donde trabajada para dirigirse a la universidad donde, según creía y decía en los datos que encontró en el bolso, la chica estudiaba, sólo no espero encontrársela así.

La espero en la salida de la escuela una hora, la gente pasaba, algunas chicas le sonreían con descaro, otros lo miraban con intriga pues nunca lo habían visto, ¿A quién podría estar esperando?

Cansado, y bastante molesto, decidió preguntarle a un chico rubio que pasó por su lado si conocía a la chica y si sabía dónde estaba. El rubio lo miro frunciendo el entrecejo, pero le respondió que la chica se encontraba en la biblioteca, el chico de ojos celestes soltó un seco gracias y entró al lugar para devolverle el bolso a la joven.

Atravesó la puerta principal y vio, del otro lado de la habitación, un letrero que decía "Biblioteca". Agradeció internamente, puesto que no se quería perderse en el gran Instituto. Al entrar no vio nada que llamase su atención, era una simple biblioteca, muy grande, con un estilo antiguo y las estanterías talladas, era una linda y simple biblioteca.

Preguntó a la bibliotecaria si sabía en qué sección se encontraba la azabache, ella ante la mención de la chica hizo una mueca de disconformidad. Él se preguntó por qué la gente hacia eso cada vez que nombraba a la joven. Ella le respondió que la chica se encontraba en el fondo del lugar, en la sección de escritores anónimos, pero que no le recomendaba que la viera ahora, el disconforme esta vez fue él, agradeció a la anciana mujer y sin hacer caso a sus recomendaciones la fue a buscar.

Se sorprendió cuando la encontró abrazando sus rodillas en una esquina con las lágrimas corriendo y formando ríos sobre sus mejillas sonrosadas. La joven al sentir su presencia levanto con rapidez la vista y su boca formo una perfecta 'O' por la sorpresa.

–¿Q-que haces aquí?– preguntó ella con voz forzada y entrecortada, tratando, en vano, de secar sus lágrimas. Él era de pocas palabras, más acciones, así que sin decir nada le mostró el bolso. Ella lo miró confundida hasta que reconoció el bolso. –¿V-viniste hasta aquí sólo para devolvérmelo?– preguntó, el castaño asintió un tanto incómodo. La azabache sonrió de alegría y ternura pura, había dado por perdido el bolso, pensando que nadie se lo devolvería. Estaba feliz de ver que todavía quedaba gente honesta en el mundo.

Cuando la azabache tomó el bolso sus manos rosaron con las del castaño causando que una corriente eléctrica recorriera sus espaldas, pero ambos fingieron no notarlo. –Muchas gracias...– se detuvo al notar que no sabía el nombre del chico. –Cameron, Cameron Jones.– dijo él hablando por primera vez desde el encuentro. –Muchas gracias Cameron.– dijo ella sonriendo con ternura. –Yo soy Emma Evans, gusto en conocerte.–

Luego de las presentaciones Cameron le tendió una mano a Emma para ayudarla a que se levante dándole una pequeña sonrisa, algo bastante inusual en él, ya que Cameron no sonríe, no desde la muerte de sus padres. Pero haría una excepción sólo por Emma, porque de alguna forma sentía que la conocía. Emma lo miró, sintiéndose feliz de una forma inusual, tranquila y segura, lo cual era extraño, ya que era la primera vez que lo veía.

Ambos se sonrieron, ella con una sonrisa hermosa y muy grande, él con una pequeña y extraña mueca, se sonrieron como si se conocieran de toda la vida, pues, aunque ellos no lo sabían, y no es esta vida, ellos siempre estuvieron juntos, destinados a reencontrarse siempre y amarse como si fuera la primera vez.





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