A la mañana siguiente, se me quitó el buen humor, cuando sentí el frio de la mañana recorrer todo mi cuerpo, dándome cuenta de que tendría que ir al colegio sin mi chaqueta.
Tenía una sudadera roja. Estaba vieja y un poco rota, y no era lo más cálido que tenía para cubrirme en al mañanas, pero era eso o salir totalmente al descubierto, así que decidí tomarla.
Me levanté pesadamente, y comencé a alistarme para irme al colegio. Cuando salí de la habitación, me percaté de que mi madre estaba en la cocina. Otra vez se había levantado.
—Hola hijo, buenos días, oye ¿A qué hora llegaste ayer? Te quería esperar para cenar algo, pero supongo que me quede dormida de nuevo en el sofá.
—No te preocupes mamá, no llegué muy tarde si eso es lo que te preocupa.
—No, no es eso, es que te tenía una sorpresa para cuando llegaras en la noche, pero supongo que te la daré ahora —después de que digiera eso, me deslizo una bolsa de papel. Cuando la vi, al principio no entendí nada. Era un simple sándwich, como el que me había hecho la otra vez.
—Es un sándwich... —le respondí confundido.
—Sí, pero observa de qué es —me dijo ella con entusiasmo.
Cuando abrí la tapa del sándwich para ver que contenía, no pude evitar que se me dibujara una sonrisa en el rostro. Era un sándwich de pollo. Probablemente no sea muy especial a la vista de los demás, pero para mí, era el mejor alimento existente. Mi madre hace los mejores sándwiches de pollo de toda la historia. Bueno, tampoco es que hubiera ido a los restaurantes más finos para comprobarlo, pero tampoco era una estupidez afirmarlo. Con tan solo el leve aroma que emitía el sándwich ya era suficiente para que se me hiciera agua la boca. No sé lo que mi madre hacía para que un simple sándwich de pollo fuera tan tan delicioso.
Tal vez era el pollo que compraba, o como lo cocinaba, o tal vez le echaba algo, no lo sé. Era un sándwich con un poco de pechuga de pollo asada, deshebrada; lechuga, dos rodas de tomate, un poco de queso, y con el pan frito en mantequilla en el sartén. A simple vista no se veía que fuera la gran cosa, pero el sabor, era de otro mundo. Nunca me quiso decir exactamente cómo los preparaba, pero cuando yo y ella vivíamos en el campo, estos eran mis favoritos, y mi madre me los preparaba casi a diario. Pero después de mudarnos a la ciudad; tal vez era porque no conseguía los ingredientes adecuados, o porque aquí las cosas eran 10 veces más caras, no lo sé, pero dejó de hacerlos tan a menudo. Pero hoy en día, cuando los hace, es suficiente para alegrarme el día.
Le agradecí a mi madre muy feliz por haberme hecho el sándwich, y después me despedí de ella. Salí corriendo del apartamento para que no se me hiciera tarde, me dirigí a la estación de autobús que había en mi casa, y me subí al primer autobús que paso por ahí.
Cuando llegué al colegio, me encontré a Chucho y Esaú recargados en los barandales de los pasillos, donde esperaban a la espera del profesor de esa clase, junto con los demás alumnos. Lennon aún no había llegado, tal vez se le había hecho tarde. Los dos se veían bastante afligidos, tal vez aún no superaban muy bien lo que había pasado hace un par de noches con Oscar.
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Crónicas de un criminal. Trabajos sucios a precio barato (1)
ActionArthur es un chico que nunca tuvo el dinero que a él le hubiera gustado. Mudarse a la gran ciudad no fue un buen cambio de aires. Odia su escuela y su madre cada vez empeora más de salud. La chica a la que ama está con otro y el departamento que su...