Epilogo

166 23 19
                                    

Las gotas de lluvia caían sobre el tejado de la casa, y el olor a la sangre abundaba en el ambiente. Un chico se arrastraba desesperado, con la rodilla destrozada, intentando escapar de su verdugo, dejando su sangre embarrada por todo el suelo, pero este le piso la pierna, evitando que se moviera.

— ¡No! ¡Por favor, espera!

— ¿Ya vas a hablar? –el chico pelirrojo le piso con más fuerza, haciendo que aullara de dolor.

— ¡No sé nada, no sé nada! ¡Por favor, digo la verdad!

— ¿Si? pues no te creo nada –lo tomó de la playera y lo levantó hasta azotarlo contra la pared, dejándolo en el suelo –Dime quién fue el que planeo ese ataque.

— ¿Qué ataque? –el chico comenzó a llorar, mirando como todos sus compañeros se encontraban destrozados en el suelo –Por favor, no sé nada...no sé de qué me hablas.

Había al menos 10 cuerpos en el suelo, algunos con el cuerpo lleno de agujeros por las balas, y otros atravesados por un arma muy afilada. Incluso a algunos les faltaban varios miembros de su cuerpo. El chico tenía el brazo de alguien a su lado, lo que solo le hizo entrar en pánico.

— Así que no hablaras. Bien... -el pelirrojo saco una navaja afilada y se la colocó entre sus ojos—. Ultima oportunidad. Si me dices un nombre, puede que te deje vivo  —«miente, no merece seguir respirando, cobarde, mátalo, destrózalo.» Los susurros se intensificaban de a poco dentro suyo.

— No tuvimos que ver con ningún ataque –el chico negó con la cabeza con lágrimas en sus ojos –no tuvimos nada que ver...por favor...no...

— Bien; como quieras –tomó la navaja con fuerza y se la introdujo en la boca hasta atravesarle la quijada. Al pobre muchacho no le dio tiempo ni de cubrirse con su mano o defenderse. La navaja lo atravesó por completo, y la sangre le escurrió por la barbilla, aún con sus ojos abiertos. Se retorció por unos segundos, intentando quitarse la navaja de su boca, en un intento de gritar que solo fue ahogado por su propia sangre, cuando se desangró, dejó de moverse—. Si no querías hablar, solo tenías que pedirlo –soltó una leve risa y se puso de pie, mirando a su alrededor—.  ¿Quién de todos estos tarados estaba al mando? –le preguntó a los hombres que se encontraban detrás suyo.

— Ryuu lo está interrogando en la última habitación –le respondió uno—. Al parecer intento escapar por el patio trasero, pero Ryuu lo logró interceptar antes de que lo lograra.

— ¿Y ya terminó?

— Ya terminé –un muchacho japonés de aspecto tosco se hizo presente en la habitación, guardando una enorme katana en su funda, colgándosela en la espalda. Vestía una túnica negra abotonada, que le dejaba moverse con libertad, y al mismo tiempo lo protegía.

— ¿Y te dijo algo interesante?

— Creo que le gustara escuchar esto. Pero vamos afuera, este lugar comienza a sofocarme.

El japonés y el pelirrojo salieron al patio trasero de la casa, en la terraza donde las gotas de lluvia no los alcanzaran. El segundo sacó una cajetilla de cigarros y encendiendo uno, ofreciéndole al asiático, pero este negó con la cabeza.

— Tienes un poco de sangre aún –le dijo, señalándole el lugar, a lo que el asiático se limpió con su manga.

— Igual tendré que bañarme, estoy lleno de trozos de carne.

— ¿Y bien? –le dijo, mientras escupía el humo, disipándose en el aire frio.

— Oscar –le respondo secamente—. Ese fue el nombre que me dieron.

— ¿Oscar? ¿Es esa perra?

— Al parecer sí. No parecía saber mucho, pero parece que tenemos a nuestro chico. Un típico traficante con aires de grandeza. Llevaba un par de años trabajando para los Connor, pero nunca hizo nada destacable. Bueno...hasta ahora

— ¿Y sus cómplices?

— Aún nada; con trabajos me dieron ese nombre, aunque la voz del hombre parecía insegura. Parece que los Connor no tuvieron nada que ver con el ataque. El chico actuó por su cuenta.

— Pero actuó bajo su nombre ¿o no? Los Connor son igual de culpables que ese bastardo. Y van a pagar igual —«se quemarán mientras me río de ellos, y colgaré sus cabezas en una estaca frente a toda la ciudad. Lo pagarán muy caro.»

— Entonces, iremos por el premio gordo ¿No? –el japonés mostraba preocupación en sus ojos, pero no quiso hacerlo tan obvio.

— Si ellos quieran una guerra, la tendrán; y se las daré a lo grande –mirando a la nada, terminó de fumar el cigarrillo y lo lanzó al pasto—. Voy a poner a esta ciudad, y a todos los que viven en ella de rodillas. Los Lirios van a ascender Ryuu. Y yo me encargaré de eso.

— Sé que lo harás. Solo me preocupa el "como".

— No te preocupes de eso querido amigo –esbozo una sonrisa – Yo les prometí algo a tu gente, y yo cumplo mis promesas. Pero vayamos por partes primero. Hagámosle entender a los Connor que las cosas por aquí van a cambiar–dio la media vuelta, y volvió a entrar a la casa.

Ryuu negó con la cabeza inconforme, y tomo aire, acomodándose su túnica. Se descolgó la funda de su katana y miró el mango con los bordes tallados melancólico. Era la katana para un dragón, pero le preocupaba no estar a las expectativas. Ya les demostraría a todos de lo que estaba echo. ,

Entró detrás del pelirrojo a la casa, con todos los demás hombres sujetando su arma en sus manos, esperándolo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Entró detrás del pelirrojo a la casa, con todos los demás hombres sujetando su arma en sus manos, esperándolo. En eso, se comenzaron escuchar los quejidos del hombre que Ryuu había estado interrogando venido de la última habitación

— ¿No lo matase? –preguntó el pelirrojo.

— Pensé que tal vez quisieras darle un vistazo. Puede que seas más persuasivo –se excusó.

— Si...puede que tengas razón; creo que puede servirme para darles un pequeño mensaje. ¿Me prestas uno de tus cuchillos? El mío quedó...ahí dentro –miro con desprecio el cadáver del muchacho, con la navaja aún dentro de su garganta.

El japonés sacó de su funda el arma, y se la lanzó, atrapándola por el mango en el aire.

— ¿Por qué es que yo no tengo uno de estos? –se burló el pelirrojo, mirando con fascinación el enrome cuchillo.

— Oye –le interrumpió el japonés, antes de que entrara a la habitación—. Antes de que juegues gato con el rostro de ese hombre, ahora que lo recuerdo...me dijo otro nombre. Uno de los cómplices de Oscar.

— ¿Si? ¿Cual?

— "Arthur"... si no mal lo recuerdo.

— ¿Arthur? —soltó una leve carcajada —Me gusta ese nombre...

— De los demás, no me dijo ninguna palabra, pero al menos son otros 3.

— No te preocupes por eso Ryuu. Todos van pagar por lo que hicieron.

—¿Cueste lo que cueste?

—Si es necesario, prenderé esta ciudad en llamas...

Crónicas de un criminal. Trabajos sucios a precio barato (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora