Terminaron las clases y como habíamos quedado, todos fuimos a ver qué carajo era lo que quiera Oscar. Lo buscamos por la escuela para ver si aparecía, pero no lo encontramos. Después de un rato dando vueltas, me encontré a Penny por los pasillos, y aproveché para preguntarle donde carajo estaba Oscar, me dijo que él ya se había ido a su casa desde hace un rato, así que decidimos no perder más el tiempo, e ir para allá. Penny al parecer quería platicar un rato más conmigo, pero me despedí tan rápido que ni siquiera le pude inventar alguna excusa.
Chucho nos llevó hasta la casa de Oscar en su automóvil. No teníamos ni idea de que era lo que él quería, pero mientras no fuera algo como volver a observar como mataba el a un tipo a golpes para después pedirnos que nos decidiéramos del cadáver, supongo que estaba bien. Estacionamos el auto justo enfrente de la "casa". Ese lugar me estaba dando mala espina, no era muy normal que el lugar se viera tan descuidado. Oscar me había dicho antes que ahí vivían sus padres, pero comenzaba a dudar muy seriamente que algún ser vivo que no fueran ratas o algún otro roedor vivieran ahí. Era muy extraño, pero tampoco entraría a la casa para comprobarlo. Tal vez podría encontrar algo que marcaría mi sentencia de muerte en esa casa; y si podía ahorrarme la mayor cantidad de problemas para mí era mejor.
En fin, llegamos hasta la puerta a del sótano que estaba en el patio y tocamos la puerta. Oscar salió algo desarreglado, parecía que ya se había puesto cómodo y que para nada esperaba algún tipo de visitas, lo que me confundió un poco y pensé por un momento que el imbécil de Lennon nos había dicho mal las cosas, o algo así.
—¿Qué rayos hacen aquí? Creí que vendrían más tarde —nos contesto con fastidio.
—Lennon nos dijo que nos querías ver, para enseñarnos algo.
—Sí, pero le dije que como a las cinco de la tarde. De haber sabido que vendrían tan temprano, me hubiera arreglado anuqué sea un poco.
—Tú me dijiste que después de clases —protestó Lennon.
—Como sea —le respondió molesto Oscar—. Ya están aquí y ni modo que los corra, solo denme 5 minutos para arreglarme, y saldré enseguida —posteriormente, cerró la puerta en nuestras narices.
Estuvimos esperándolo como por 10 minutos o más. Esaú no se veía nada feliz de estar aquí. Supongo que ya se había arrepentido de haber hecho tratos con Oscar, como la mayoría de los que estábamos aquí, pero supongo que pensar en lo que en primer lugar nos trajo aquí nos apaciguaba un poco. Sin el dinero que Oscar me daba, probablemente ni siquiera estaría enterado de que mi madre tenía tuberculosis y apuesto que seguiría trabajando en ese estúpido restaurante, lavando trastes. Me daba escalofríos de solo recordarlo.
Finalmente, Oscar salió de su sótano, ya vestido como una persona normal, con una gran maleta cilíndrica que llevaba en su mano. Le pidió a Chucho que abriera la cajuela del automóvil, para después ahí echar la maleta.
—¿Qué traes ahí? —le preguntó Chucho curioso.
—Lo que hoy les voy a enseñar —le respondió Oscar, cerrado la cajuela.
Posteriormente, todos nos subimos en el auto y Oscar como copiloto, le iba diciendo a Chucho por donde tenía que irse. Estuvimos conduciendo como por media hora. Ya habíamos salido incluso de la ciudad y comenzábamos a adentrarnos en terrenos desconocidos. Me dio un poco de medio pensar en que era lo que había en la maleta. Tal vez droga, o conociendo a Oscar, algo mucho peor, como la cabeza de alguien, o algo similar. Eran en estos momentos en los que me gustaría dejar de pensar por al menos cinco minutos. Solo apagar mi cerebro, y relajarme. Pensar mucho en las cosas a veces me hacía daño. Entraba en algún tipo de ansiedad que me llegaba a paralizar y volverme loco. Siempre era lo mismo. Con las chicas, exámenes, y ahora saber qué carajo era lo que tenía Oscar en la maleta. Aunque al final siempre sabía que iba a terminar decepcionándome y Oscar tendría en la maleta algo que sería demasiado banal. Así de cruel era el universo. Te llevaba la cabeza de todo tipo de ideas, las expectativas, para bien o para mal te subían, y después, terminabas decepcionado. Siempre era lo mismo. Pero de todas maneras, rezaba porque lo que fuera que Oscar tuviera en esa maleta al menos no fuera una cabeza humana congelada.
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Crónicas de un criminal. Trabajos sucios a precio barato (1)
ActionArthur es un chico que nunca tuvo el dinero que a él le hubiera gustado. Mudarse a la gran ciudad no fue un buen cambio de aires. Odia su escuela y su madre cada vez empeora más de salud. La chica a la que ama está con otro y el departamento que su...