Capitulo 23

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El pie estaba destrozado, algunos de los dedos no parecían más que cucarachas aplastadas. El pobre chico parecía que había perdido el conocimiento a causa del dolor ya que había dejado de gritar, encontrándose solo con la cabeza agachada, respirando lentamente.

—Bueno, parece que terminamos por hoy —Oscar dejó el martillo lleno de sangre aún con pedazos de carne incrustados, en la mesa y después se dirigió hacia nosotros—. Tengo que ir rápido por algo, esperen aquí y cuiden que este tipo no intente escaparse.

—Créeme, no tiene ni ganas de moverse —le respondió Esaú.

Oscar salió de la habitación y nos quedamos los 4 ahí encerrados con el pobre muchacho. Cuando Chucho giró la mirada hacia él, no pudo evitar las náuseas y acabo vomitando de nuevo en el suelo.

—Esto de aquí está mal, muy muy mal

—¿En serio? No me digas —le respondo a Lennon sarcásticamente—. Acabamos de ver cómo le reventaban los dedos a alguien vivo frente a nosotros.

—Y como le sacaban un diente... —continuó Esaú mientras miraba a la nada—. No volveré a ir al dentista con los mismos ojos.

—¿Y qué se supone que haremos con él? —dije mientras miraba al desdichado chico.

—No lo sé, te diría que lo dejáramos que se vaya caminando por la puerta, pero viendo como esta su pie...dudo que pueda.

—Quizá tengamos que cortárselo también —dijo Esaú, con amargura.

—Oscar es un puto enfermo... —dijo Chucho débilmente mientras se apretaba el estómago, intentando no vomitar más.

—Creo que eso está más que claro ¿Pero a dónde demonios habrá ido? —preguntó Lennon.

—No lo sé, probablemente por algún objeto que solamente su mente sádica sabría utilizar

Me sentía muy mal por el chico. A pesar de que tenía muy en claro que el infeliz intentó matarnos, verlo ahí derrotado, con la cabeza agachada, sin un diente y con su pie hecho pedazos, me daba lastima. Me daban ganas de solo quitarlo de esa silla y llevarlo a algún hospital para que pudiera regresar con la chica de la foto. Pero era claro que no la volvería a ver nunca. En eso, Oscar entró estrepitosamente a la recámara, llevaba varias cosas, una bolsa enorme de basura negra, un trapeador y lo que más llamaba la atención: Una cámara fotográfica.

—¿Y eso para qué carajo es? —pregunte lo que  todos ya estaban pensando

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—¿Y eso para qué carajo es? —pregunte lo que  todos ya estaban pensando.

- Pues, estos tipos son muy organizados. Siempre que interrogamos a alguien, nos piden que antes de deshacernos de él le tomemos una fotografía. No me preguntes por qué o para qué, yo no tuve la idea, pero llevan haciendo esto prácticamente desde que empezaron. Ahora necesito que le levanten la cabeza y me ponga su mejor sonrisa.

Crónicas de un criminal. Trabajos sucios a precio barato (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora