Capitulo 31

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Cuando abrimos la cajuela del auto, el hombre seguía retorciéndose intentando liberarse. Estaba atado de pies y manos, con una bolsa en la cabeza que intentaba quitarse como pudiera entre maldiciones y gritos, pero le fue imposible.

—¿Por qué no te callas amigo? Ahorra energías, las necesitaras —le dijo Oscar mientras le daba un golpe en el riñón para que se estuviera quieto. Aún seguía teniendo el cabestrillo en su brazo, pero eso no lo limitaba de actuar como idiota.

—¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? Hace demasiado frio y estas cosas me están dando comezón en la cara —comenzó a quejarse Chucho mientras se frotaba sus heladas manos e intentaba rascarse el rostro con el pasamontaña.

—El tiempo que tengamos que estar aquí. Venga, ayúdenme a sacar a este imbécil del auto —se limitó a ordenar Oscar.

Eran eso de las diez de la noche, estando en medio del desierto a probablemente menos 0 grados. Y lo único que teníamos eran nuestras delgadas chaquetas, con un estúpido pasamontañas que nos había dado Oscar para ocultar muestra identidad.

Jackson, como era de costumbre estas últimas semanas, nos había encargado  darle un buen escarmiento a un imbécil que le debía dinero a Don Armando ya que se había demorado en pagarle. No era más que un hombre de tal vez 35 o 40 años, borracho, que perdía todo su dinero en drogas y apuestas, y que la mitad del tiempo se encontraba ebrio. Pero a diferencia de todos los demás, que íbamos a amenazarlos directo a sus hogares, Jackson nos pidió que a este lo lleváramos a un lugar apartado, ya que el tipo vivía en un edificio donde había demasiados apartamentos, y podría haber algún testigo que estuviera de mirón.

Fue relativamente sencillo meterlo a la cajuela, aunque tuvimos que hacerlo ya bien entrada la noche. Un golpe con la palanca del auto que tenía Chucho bastó para dejarlo con medio cerebro apagado. Solo estábamos Chucho (por el auto), Oscar y yo. Esaú no había podido venir por algún asunto familiar que no quiso detallar y Lennon simplemente se quedó dormido.  Como Oscar era un impaciente de mierda, se limito a que solo los tres fuéramos esta vez. 

Los pasamontañas eran porque Jackson nos dio la instrucción de que podríamos hacerle lo que fuera, menos asesinarlo. Antes no teníamos que usarlos, ya que Jackson estaba bastante seguro de que nadie iría de soplón con la policía, pero este hombre era tan impredecible, que era mejor tomar algunas precauciones extra.

Cuando Chucho y yo lo sacamos del auto, el hombre se retorció como gusano intentado liberase, mientras nos insultaba de todas las maneras posibles, pero Oscar le soltó una patada en el estómago que hizo que el aire se le escapara, y se callara un rato, cayendo en la arena. Lo tomé de los brazos y lo volví a levantar, obligándolo a que se arrodillarla. Oscar sacó su arma y le sacó la capucha de la cabeza, dejando al descubierto el rostro demacrado del hombre, a la luz de la luna.

—¿Pero qué mierda es esto? No he hecho un carajo, se equivocaron de persona malditos estu.... —Oscar le soltó una bofeteada con el puño de su brazo bueno, que tiró al hombre al suelo. Tuve que volver a levantarlo.

—Te dije que te callaras. La próxima vez no será mi puño —le señaló mientras jalaba el martillo de su arma frente a él.

—¿O qué? ¿Me vas a disparar?

—Le debes dinero a Don Armando y ya se cansó de esperar. Si no empiezas a comportarte con modales, créeme que no será mucha molestia para mi manchar la arena con tu cerebro.

—¿Qué ahora Don Armando saca a sus matones de la guardería? Por dios chico, tú tienes el brazo jodido, y los otros no son más que un montón de niños, ¿Cuántos años tienen? —Oscar le golpeo en la garganta, haciéndole que se retorciera de dolor mientras tocia secamente.

Crónicas de un criminal. Trabajos sucios a precio barato (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora