Capítulo 3 Parte 3

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Estacioné la camioneta en la cochera a un lado del jardín y me bajé después de arreglar algunas cosas. Ser ordenado no era una de mis cualidades, normalmente me costaba trabajo mantener un lugar de manera organizada. En lo personal odiaba a las mujeres perfeccionistas y que tenían problemas con la poca limpieza o el desorden.

Normalmente iba a visitar a mis padres por la noche para cenar con ellos, pero muy pocas veces mi padre llegaba del trabajo a tiempo y muy pocas veces mi madre preparaba la cena; así que me tocaba preparar algo casi siempre. Subí los escalones de la casa de dos en dos, tomé mis llaves, abrí la puerta y me dirigí a la cocina.

Antes de que pudiese llegar al recibidor a un lado de las escaleras, escuché risas. Fruncí el ceño y de inmediato miré mi reloj de pulsera, sabiendo a la perfección que ya era demasiado tarde, pero con ganas de comprobar que no era la hora apropiada para tener visitas en la casa.

Parecía la risa de mi madre, pero hacía años que no la escuchaba, así que después pensé, casi de inmediato, que se trataba de las chicas que trabajaban en la casa; luego volví a negar... a esas horas ya se habrían ido.

Caminé más rápido, entré en el pasillo que daba a la cocina y me asomé ligeramente para calmar mi curiosidad. Me quedé parado como idiota en la puerta al ver a mi madre, que reía como quinceañera en la mesa de la cocina con la desagradable chica de hacía dos días.

Me di cuenta de que las miraba de manera fija y carraspeé para llamar su atención. Mi madre se volvió y la sonrisa se le congeló en los labios al verme parado allí, casi espiándolas, mientras Sakura se sonrojaba por alguna razón que yo desconocía, pero que quería creer que era vergüenza.

—No la tiene —susurré para mí y me adentré algunos pasos en la cocina.

—Hola querido. No recordaba que ibas a venir —comentó mi madre con una mirada confundida.

—Vengo siempre a esta hora —respondí medio molesto.

—¡Cielos, ya son las once! —Lo impresionante es que ella parecía en verdad sorprendida de haberse quedado tanto tiempo allí, y en lo que observaba el reloj y se levantaba, miró a Sakura de soslayo.

—Parece que se te ha ido volando el tiempo en compañía de tu amiguita —dije sin miramientos al abrir el refrigerador y saqué algunas cosas para preparar la cena.

—No seas grosero.

Su regaño me pareció poco adecuado, pero al final de cuentas no era como si me importara mucho. La de ojos verdes había permanecido callada por completo y de momento supuse que estaba apenada; después me di cuenta de que solamente se había fastidiado con mi presencia, por la forma en la que movía los labios y sus ojos me evitaban.

—Por supuesto que no. Lo lamento Sakura —respondí mordaz. Mi madre respingó su delicada nariz y negó con desaprobación.

—Creo que debo irme, Ylean. —Casi me atraganté con el agua que estaba tomando, al escuchar que Sakura había llamado a mi madre por su nombre de pila como si la conociese de toda la vida. Esa mujer... bien, ninguna de las dos tenía más de dos dedos de frente.

Mi madre me observó con un dejo de diversión en sus ojos brillantes en cuanto empecé a toser.

—Te agradezco que hayas venido, Sakura.

—No hay de qué —contestó ella. Negó e hizo que su cabello se soltara del suave moño en el que lo tenía amarrado.

—Pero, es... muy tarde. Ah, ya. Shaoran, lleva a Sakura a casa, por favor. — La orden me golpeó en la cabeza como una enorme roca que algún súper héroe me hubiese lanzado. Sakura parecía igual o más sorprendida y me miró con algo parecido al temor en sus ojos.

Prohibido enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora