Capítulo 3 Parte 4

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Ese sujeto me tenía de cabeza. Me chocaba el modo en el que se pasaba por la oficina y me miraba de soslayo con sus ojos de gato y una sonrisa ladeada. No habíamos tenido una conversación decente desde la última vez que él me había pedido que lo llamara por su nombre. Por mucho, habíamos intercambiado monosílabos y algunas frases cordiales, pero el modo en el que él me miraba o me hablaba, independientemente de que fuese una frase pequeña o un relato de Oscar Wild, me hacía sentir las piernas como gelatina.

Me haría sentir así aunque me leyera un libro de física cuántica.

Maldije en mi mente por sentirme de ese modo. ¿Qué tipo de poder desconocido tenía en mí ese sujeto? No terminaba de comprenderlo. Jamás me había sentido así. La atracción era obvia pero yo no iba a dejar que nada de eso se inmiscuyera en mi trabajo.

¡Jamás!

Eriol, como ya solía decirle en mi mente todo el tiempo, entregó unas correcciones a Rin y se volvió para salir de la oficina sin siquiera darme una mirada de despedida. No lo tomé en cuenta y seguí con mi trabajo, pero milésimas de segundos más tarde, su cabello oscuro volvió a asomarse por la puerta.

—Daidouji —dijo y yo tardé en levantar la mirada como si no hubiese estado al pendiente de cada maldito movimiento suyo. Alcé el rostro y lo interrogué con mis ojos.

—Sí, señor —respondí comedida y Rin me observó como si un alien hubiese abducido mi cuerpo.

—Quiero verte en mi oficina.

Búscate un pretexto ahora o la cosa se pondrá fea, Tomoyo.

—Lo siento. Debo llamar a uno de mis autores y no puedo cancelar la cita.

Eriol alzó una ceja y yo supe que él estaba enterado de que eso era una mentira. No supe cómo... pero me pareció que él leyó mi mente.

—Solo será un segundo. Hay algo que necesito entregarte —me dijo con gesto despreocupado. Mordí el interior de mis mejillas y justo iba a replicar cuando él me dio un ultimátum con sus ojos y salió de la oficina.

—¿Ahora se hablan cordialmente? —preguntó Rin en un susurro a mi lado. Yo la miré y rechisté.

—Es pura apariencia. Me he convencido de que es lo mejor si quiero seguir aquí.

Arreglé los últimos detalles en el documento del ordenador, me puse de pie y salí con dirección a su oficina. Al llegar, escuché unos golpeteos cerca y luego, avergonzada y molesta, noté que se trataba de mi corazón.

Maldita sea.

Abrí sin tomarme la molestia de tocar, pues sabía que me esperaba. Eriol estaba apoyado en el alfeizar de la ventana y miraba hacia la calle con gesto pensativo. Al yo entrar, se volvió y apoyó su espalda en el vidrio de la ventana.

—No hemos tenido mucho tiempo de hablar desde la última vez —dijo con lentitud apabullante.

—No. He estado ocupada, supongo que tú tambien —susurré y alcé los hombros como para quitarle importancia.

Eriol sonrió.

—Me da la impresión de que me has estado evitando. Porque no te he visto tan ocupada como otros días.

Abrí la boca sorprendida. Prácticamente me decía que había estado al pendiente de todos mis movimientos.

¿Qué diablos significa esto?

—Quizá —sostuve con una seguridad que no sentía—. La verdad es que después de nuestra última conversación no sé cómo hablarte, así que me he sentido incómoda.

Prohibido enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora