Capítulo 5 Parte 3

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Habían pasado dos días desde aquel terrible incidente en casa de mis padres y yo sentía que cada vez las cosas iban de mal en peor. Era como la estúpida ley de Murphy. Yo, me creía inquebrantable; ¿quién habría pensado que una muchacha como la de ojos verdes, que me tenía dándole vueltas a la máquina que podaba el césped como un loco desquiciado toda la mañana; iba a terminar de esa forma con mi autoconcepto?

Ese día por la mañana había decidido ir a la casa de mis padres a terminar con lo que faltaba para dejar listo el garaje trasero y la parte del jardín que mi madre no había podido arreglar porque el pasto estaba alto. Me quité la playera quedándome solamente con la camiseta blanca me puse una gorra para evitar que mi cabeza se derritiera por el sol y decidí que lo mejor, era la terapia ocupacional.

La terapia ocupacional me había servido en muchas ocasiones con anterioridad. Cocinar era una de ellas, pero dadas las circunstancias, había decidido que al menos por algunos días, debía permanecer lejos de la cocina.

De momento, las cosas parecían ir tranquilas. No me había encontrado a Sakura y sabía que ese día tampoco iría a la casa.

Me informé.

—Obviamente, me informé antes de venir —dije, agregando esas palabras como en respuesta a mi pensamiento.

No es que fuera un cobarde... por supuesto que no. Simplemente me sentía "ligeramente" (nótense las comillas), conmocionado por la situación y estaba casi seguro de que no iba a poder saber actuar, en caso de encontrármela por lo que preferí evitarla.

Detuve la máquina al escuchar la voz de mi madre que se acercaba y entonces me sacudí el pantalón con las manos, haciendo volar con ligereza los trozos de pasto que habían caído encima de mí.

—Cariño, llevas toda la mañana podando el césped... ¿estás seguro de que te encuentras bien? —preguntó con mirada preocupada y con su tono de voz que me decía que en pocas palabras, aunque yo no supiera qué andaba mal conmigo, ella posiblemente lo sabía.

—Perfectamente. Como lo dices, parecería que no quieres que lo haga — comenté y me pasé el dorso de la mano por la frente para secar el sudor.

—No es eso... pero no quiero que mi pobre pasto sufra las consecuencias de tu enojo.

—Ya veo; te preocupa más el pasto que tu propio hijo. Madre desnaturalizada. —Mi mamá abrió los ojos como platos y luego comenzó a reír. Pocas veces la veía sonriendo y mucho menos riéndose. El sonido de su risa me alegró un poco.

—Como sea, he venido a decirte que Sakura está adentro y dice que quiere hablar contigo.

Sakura está aquí. Santo cielo... quiero verla.

No, no quiero verla. Maldita ambivalencia de mierda.

Maldije por dentro en cuanto escuché su nombre y después sonreí de mala gana.

—Pensé que no iba a venir hoy.

—Cambió sus planes. De hecho, dice que quiere que el día de hoy cenemos juntas aquí y que ella preparará algo de cenar.

—No podré venir. Tengo trabajo en el taller.

—No te preocupes cielo, tú no estabas invitado de todos modos. —Me reí ante su descaro y ella sonrió en respuesta, después se giró y antes de perderse entre los árboles, volvió la cabeza y agregó—: Habla con ella... iré a darme una ducha y al terminar la ayudaré a hacer lo que necesita para la cena.

La miré, entorné los ojos y después volví mi atención a la maldita podadora.

—Me lleva...— susurré mientras la prendía de nuevo y seguía cortando el césped como si mi madre no me hubiera anunciado, que mi propia catástrofe personal estaba a menos de veinte metros y esperaba por mí—. No me lo puedo creer; quién se cree que es como para cambiar sus planes con esa facilidad... ya lo tenía pensado... mierda.

Prohibido enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora