Capítulo 9 Parte 1

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CAPITULO 9

Estímulo y reacción

—Esfuérzate más, parece que estás tomando el sol.

—Me esforzaría más si no me presionaras así —comenté en voz baja—. No tengo tu misma condición física —peleé. Me sentía cansada y la verdad era que no tenía idea de cómo debía hacerlo porque no estaba acostumbrada a hacer ejercicio de ese tipo en específico.

—No te presiono, solamente te animo, es diferente, ¿no lo ves? —preguntó divertido mientras me sostenía con las manos las rodillas y hacía presión hacia abajo.

—No puedo verlo; estoy tratando de tranquilizar mi respiración —bromeé, con voz entrecortada e intenté levantarme también.

—Pero mira lo que logramos: 100 abdominales. Lo hiciste bien, Sakura. Es un buen comienzo.

—¿Me dejarás descansar, ahora? —Sharan se rio y se levantó para después estirar los brazos hacia mí como para invitarme a sujetar sus manos y ayudarme a incorporarme.

—Vamos.

—No me puedo mover —gemí volviendo la cabeza de un lado a otro, topándome con el pasto.

—Tú decidiste el castigo, Sakura.

—Era mucho mejor que el tuyo, de jugar solo en ropa interior... tenía que proteger mi virtud.

—¿Cuál? —preguntó burlón y yo me reí, después él se inclinó y se sentó a horcajadas sobre mí, apoyando su peso en sus rodillas—. ¿De verdad estás muy cansada?

—Algo...

Habíamos ido a jugar tennis y habíamos establecido el castigo para el que perdiera; al final de cuentas sugerí eso porque no iba a jugar en ropa interior, básquetbol, en la casa de Shaoran. Hasta ahora las cosas habían estado muy tranquilas, llevábamos saliendo ya dos semanas y nos veíamos diariamente en el trabajo entre semana, por las mañanas. En las tardes, ayudaba a Ylean en su casa para poder tener las noches libres y poder salir con él.

Estaba contenta porque estar con Shaoran era sumamente divertido. Él me hacía reír mucho y mis endorfinas habían aumentado; hasta ese momento todo iba bien, así que no tenía mucho de qué preocuparme.

Shaoran se inclinó sobre mí, apoyó en el pasto las dos manos a ambos lados de mi cabeza y me besó en la mejilla.

—Buen trabajo, vamos.

Nos levantamos los dos y comenzamos a caminar por el parque; saqué de la mochila que llevábamos, una botella de agua y tomé un poco.

—Jamás volveré a jugar contigo, tennis. Dijiste que eras muy malo en eso.

—Lo soy.

—Claro que no; ¿en ese caso, en dónde me dejas a mí? Comienzo a pensar que eres de esas personas que todo lo hacen bien.

—De todos modos te gané solo por tres puntos, y fue al final porque ya estabas cansada.

—No quieras abordar de ese modo a mi autoestima para alagarlo.

—¿Alago la mía, entonces?

—¿Más? —pregunté brincando una de las rocas en el pasto y él sonrió.

—¿A qué te refieres con eso? No es como si todo el tiempo me alague solo. Bueno, tal vez sí.

—¿Has tenido novia alguna vez? —pregunté de repente, tomándolo por sorpresa y de inmediato su expresión se volvió seria y se llevó su botella de agua a los labios. Tardó en responderme.

Prohibido enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora