Oh Dios.
—No.
—Ibas a decir que piensas en mí. Todas las mañanas soy lo primero que se te viene a la mente... ¿no es cierto? Incluso podría asegurar que piensas en mí, todo el día.
—Maldito ego el tuyo —sostuve molesta y miré para otro lado. En pocas palabras, él me había demostrado que sabía cómo me sentía.
—No mientas.
—Eres un tramposo.
—Estoy enamorado de ti. —Me quedé sin aire por segundos, que más bien me parecieron siglos y lo miré fijamente cuando mi mente se quedó en blanco. Sus ojos brillaron y me di cuenta de que hablaba en serio y de que sabía lo que había en mi corazón, mejor que yo—. Estoy muy enamorado de ti —volvió a decir y mi pecho comenzó a moverse rápidamente—. Y tú lo estás de mí.
Me quedé paralizada por un instante y después, sentí que los ojos me escocían, en señal de que posiblemente iba a llorar. Dejé caer las cartas en el sillón mientras lo miraba todavía y tomé las de él, junto con todas las que estaban en medio de los dos para luego arrojarlas al piso. Ya no pude evitarlo. Me acerqué con movimientos lentos a él y lo miré penetrando sus orbes zafiro, mientras él se mantenía firme en su lugar.
—¿Me quieres? —pregunté suavemente. Él asintió.
—Mucho.
—Te quiero, Eriol. Me siento... ahora me siento como si estuviera enferma — sostuve con la voz entrecortada, haciendo referencia a los síntomas de los que él había hablado, hacía minutos. Sonrió y llevó una de sus manos a mi cintura.
—Sé perfectamente cómo curarlo.
Por todos los cielos.
Y me besó. Habíamos estado saliendo varios días y nuestros acercamientos físicos no pasaban de un abrazo o una caricia... en ese momento, todo se vino abajo. Él nunca me había besado así; era fuerte y a la vez ligero, muy calmado, como si quisiera conocer todo lo que había dentro de mí.
La presión que sentía dentro de mi cabeza iba creciendo más y más, dejándome perdida por completo, en la nube de sentimientos que se esparcían por doquier cerca de nosotros. Era increíble cómo podía sentir las emociones tanto adentro como fuera de mí. Ya no pude soportarlo por más tiempo. Siempre me había considerado una mujer de armas tomar cuando era el momento correcto, pero ese día... esa noche... no importaba si era o no el momento correcto; había decidido hacer las cosas a mi modo.
Lo empujé hacia atrás con el mismo peso de mi cuerpo y Eriol cayó sobre el brazo del sofá sin mostrarse sorprendido, es más, participó mucho, ya que estando arriba de él, me abrazó por la cintura con fuerza para atraerme hacia su cuerpo y comenzó a besarme con desesperación, fuerza y anhelo contenidos desde hacía días. Bajé las manos rápidamente hasta su pecho e introduje mis dedos por los agujeros que hacían los botones de su camisa... la halé hacia los lados escuchando lejanamente cómo los botones salían disparados chocando contra el suelo y contra la mesa. Acaricié su torso con las yemas de los dedos y él abrió las piernas para obligar a las mías a quedar en medio.
—Voy a volverme loco —susurró él contra mis labios. Ni siquiera pudimos evitar caer al suelo al continuar con el sensual intercambio de roces. Y es que parecía que se había desatado un fenómeno natural dentro del lugar, porque al caer; la mesa de la sala se volcó y tiró al suelo todo lo que había encima, incluyendo un jarrón de vidrio; pero el ruido del cristal al romperse ni siquiera nos hizo inmutarnos.
Quedó encima de mí y comenzó a deslizar sus labios por mis mejillas, hasta llegar a mi cuello, el cual besó sin descanso una y otra vez. Llevé una de mis manos a su cinturón y tardé menos de tres segundos en desabrochárselo; pero cuando estaba a punto de soltar el botón, Eriol se levantó del suelo, me sujetó por la cintura para obligarme a ponerme de pie y luego deslizó sus manos por mi cadera y mi trasero hasta llegar a mis piernas las cuáles sujetó con ambas manos y me impulsó hacia arriba, obligándome a rodearlo por la cintura. Gemí cuando él volvió a besarme y caminó conmigo casi a ciegas para llegar hasta la mesa del comedor, en la cual me depositó con cuidado, colocándose entre mis piernas.
Aproveché para quitarle la camisa que ya estaba abierta y la arrojé en dirección hacia la cocina; él tomó la parte inferior de mi blusa y la alzó, mientras yo levantaba los brazos para ayudarlo a quitármela más fácilmente. Cuando a tientas intentó ponerla en algún lugar, terminó tirando una de las sillas al suelo. Me pegué a su cuerpo mientras lo rodeaba fuertemente el cuello con los brazos y suspiré al sentir la calidez de su torso contra mi pecho, que solo estaba cubierto por el sostén.
Eriol siguió besándome y mientras lo hacía, deslizó su mano suavemente por mi espalda casi desnuda y se detuvo en el broche del sostén... pero no lo abrió y yo jadeé sobre sus labios cuando deliberadamente, embistió contra mí, provocándome sentir la rigidez de su cuerpo sobre mi vientre.
—No puedo hacerlo —susurró de un momento a otro con la respiración entrecortada, apoyando sus dos manos a los lados de mi cuerpo contra la superficie de la mesa.
—No me digas eso —supliqué al besar su cuello. Lo mordí para hacerle saber que estaba molesta y el gimió levemente.
—No, Tomoyo.
—¿Por qué no? —pregunté mirándolo a los ojos con un poco de desesperación, entre el deseo y la perdición en la que me había colocado. Eriol suspiró con fuerza y apoyó la frente en mi hombro.
—Yo... no traje nada. —Al principio no comprendí bien a qué se refería con eso, pero después lo alejé lentamente de mí, apoyando una mano en su pecho.
—¿No trajiste protección? —pregunté entre asombrada, confundida y otra vez... desesperada. Eriol me miró con cara de pocos amigos y negó con obviedad.
—No, Tomoyo. No traje un condón.
—¡Maldición, Eriol! ¡Lo tenías bien planeado, verdad?
—¿A qué te refieres con eso? —exclamó él con tono indignado.
—No trajiste uno porque sabías que esto iba a suceder y que entonces sería la única manera de parar. No lo niegues... ¡Demonios! —Lo odié en mi fuero interno y lo alejé con más fuerza para tener espacio para ponerme en pie.
—Te estás pasando; no ha sido por eso. ¿Cómo puedes creer que yo maquino de esa forma? —preguntó molesto, siguiéndome por la parte de abajo de la casa.
—Porque no hay otra razón visible.
—¡Mujeres! —Me crucé de brazos y lo fulminé con la mirada mientras él se pasaba una mano por el cabello.
—¿A qué te refieres con eso? —cuestioné ahora yo, con el mismo tono indignado de él.
—¿Qué habrías pensado si trajera un condón en la cartera?
—Que eres un hombre previsor.
—Ahora me dices eso, pero si lo hubieras visto antes, de seguro habrías pensado que tengo uno porque nunca sé con quién me voy a acostar y traigo uno por si acaso se da la oportunidad y lo necesito.
—¡No habría pensado eso! —casi grité y me mordí el labio inferior con molestia.
—Estoy seguro de que te habría dado una mala impresión aunque ahora lo niegues. —Él tenía un buen punto, por supuesto, pero yo estaba tan frustrada que preferí hacer lo que toda mujer frustrada hace. Me quedé callada y simplemente me dirigí hacia donde estaba mi blusa, la tomé y la sacudí—. Increíble.
Maldita mala suerte.
Eriol, molesto, hizo justamente lo mismo, aunque de todos modos no tenía cómo abrocharse la maldita camisa; se la puso, se abrochó el cinturón y caminó hacia la puerta de mi casa, luego la abrió y salió por ella. Di pasos rápidos hasta allí, me asomé y lo observé alejándose por el caminito de piedra de la entrada, luego, azoté la puerta con fuerza y apoyé mi espalda contra ella.
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Prohibido enamorarse
FanfictionEnamorarse es difícil, pero lo es aun más cuando es de la mujer equivocada. Shaoran Li, está estrictamente prohibido que te enamores de ella. +18. ShaoranxSakura. TomoyoxEriol.