𝐈𝐈𝐈

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𝐈𝐈𝐈𝐋𝐞𝐨

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𝐈𝐈𝐈
𝐋𝐞𝐨

La visita de Leo estaba yendo estupendamente hasta que se enteró de lo del dragón.

El arquero, Will Solace, parecía bastante majo. Todo lo que le enseñó era tan increíble que debería haber sido ilegal. ¿Buques de guerra griegos de verdad anclados en la playa que a veces realizaban combates de entrenamiento con flechas encendidas y explosivos? ¡Mola! ¿Talleres de artesanía en los que podías hacer esculturas con sierras mecánicas y sopletes? Leo estaba en plan: « ¡Me apunto!» . ¿Que el bosque estaba lleno de monstruos y nadie debía entrar solo? ¡Genial! Además, el campanento estaba lleno de chicas guapas, y estaba seguro que la chica más hermosa de todas ellas era la de ojos de zafiro, lamentablemente, ya tenía novio. Leo no acababa de entender el asunto del parentesco con los dioses, pero esperaba que no significara que era primo de todas aquellas señoritas.

Eso sería un rollo. Por lo menos quería volver a ver a aquellas chicas submarinas. Desde luego, merecía la pena ahogarse por ellas.

Aunque Helena « ¿Si era ese su nombre? » las superaba con creces y su belleza tan natural y atrayente aire de inteligencia, Leo en cuanto la vio su cabeza reprodujo naturalmente “Call me maybe” y ni hablar cuando la escucho hablar español.

¿Es que acaso este es mi ser amado?

Pues no. A Leo le hubiera sorprendido que ella no tuviera novio. Aunque debía de decir que le caía de maravilla a pesar de su para nada pacifismo.

Will le enseñó las cabañas, el pabellón del comedor y la palestra de los combates con espada.

—¿Me daréis una espada? —preguntó Leo.

Will le lanzó una mirada como si la idea le preocupara.

—Probablemente te la hagas tú mismo, teniendo en cuenta como sois en la cabaña nueve.

—Sí, ¿qué pasa? ¿Vulcano?

—Normalmente no llamamos a los dioses por sus nombres romanos —dijo Will—. Los nombres originales son griegos. Tu padre es Hefesto.

—¿Festo? —Leo había oído a alguien decir aquel nombre antes, pero aun así se quedó pasmado—. Parece el dios de los vaqueros.

—He-festo —le corrigió Will—. El dios de los herreros y el fuego.

Leo también había oído eso, pero procuró no pensar en ello. El dios del fuego… ¿En serio? Considerando lo que le había pasado a su madre, parecía una broma de mal gusto.

—Entonces, ¿el martillo en llamas que me apareció encima de la cabeza era algo bueno o malo? —preguntó.

Will tardó un rato en contestar.

—Te han reconocido enseguida. Eso normalmente es bueno.

—Pero el tío de los arcoíris y los ponis, Butch, habló de una maldición hasta que Zafiro lo mandó a callar.

𝐌𝐨𝐨𝐫𝐥𝐚𝐧𝐝; Percy Jackson [#3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora