𝐈𝐗

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𝐈𝐗𝐏𝐢𝐩𝐞𝐫

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𝐈𝐗
𝐏𝐢𝐩𝐞𝐫

Piper se despertó helada y tiritando.

Había tenido un sueño horrible en el que aparecía un viejo con orejas de burro que la perseguía y gritaba: « ¡Te tocó!».

—Dios mío —le castañeteaban los dientes—. ¡Me convirtió en oro!

—Ya estás bien, niña, no hagas tanto drama.

La rubia se inclinó y la abrigó con una manta caliente, pero ella seguía fría como un Boréada. Aun así le sorprendía la dualidad de Helena, podía hablarle de forma grosera mientras se comportaba de forma amable.

A su lado, Jason reposaba mirándola de vez en cuando.

Parpadeó tratando de averiguar dónde estaban. Junto a ella ardía una fogata que volvía el aire acre debido al humo. La luz del fuego parpadeaba contra las paredes de roca y los ojos de Helena que se volvían rojizos proyectando algunas luces extras de color azul. Estaban en una cueva poco profunda, pero no les brindaba mucha protección. En el exterior, el viento aullaba. Soplaba nieve de lado. Podría haber sido de día o de noche. Estaba demasiado oscuro a causa de la tormenta para saberlo.

—¿L... L... Leo? —logró decir Piper.

—Presente y desorificado —Leo también estaba envuelto en mantas. No tenía muy buen aspecto, pero parecía sentirse mejor que Piper—. Yo también he recibido el tratamiento del metal precioso —dijo—. Pero me he librado más rápido. No sé por qué. Tuvimos que meterte en el río para que volvieras del todo. Hemos intentado secarte, pero... estás muy fría.

—Tienes hipotermia —dijo Helena —. Nos hemos arriesgado a usar el máximo néctar posible.

— El entrenador Hedge ha hecho un poco de magia natural... — Añadió el rubio.

—Medicina deportiva —la fea cara del entrenador se cernió sobre ella—. Es una especie de hobby. Puede que el aliento te huela a setas silvestres y bebida isotónica unos cuantos días, pero se te pasará. Probablemente no te morirás. Probablemente.

—Gracias —dijo Piper débilmente—. ¿Cómo habéis vencido a Midas?

Jason y Helena le contaron la historia, el chico intentando justificar la mayor parte como cuestión de suerte.

El entrenador resopló.

—El chico está siendo modesto. Deberías haberlo visto. ¡Zas! ¡Golpe con la lanza! ¡Ruido de trueno! ¡Y Helena! ¡Bam! ¡Golpiza bestial! ¡Golpe a la cara! ¡Hasta le cortó las orejas de burro de una!

—Entrenador, si usted ni siquiera lo vio —dijo Jason—. Estaba fuera comiendo hierba.

— Debía saber espectacular cómo para abandonarnos — Comentó la rubia. Jason al escucharla soltó una carcajada.

𝐌𝐨𝐨𝐫𝐥𝐚𝐧𝐝; Percy Jackson [#3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora