𝐈𝐕
𝐋𝐞𝐨Leo se marchó después de la transformación de Piper. Cierto, estaba impresionante y tal —« ¡Lleva maquillaje! ¡Es un milagro!» —, pero él tenía problemas de los que ocuparse. Se escabulló del anfiteatro y se internó corriendo en la oscuridad, preguntándose dónde se había metido.
Se había levantado ante un grupo de semidioses más fuertes y más valientes y se había ofrecido voluntario —¡voluntario!— para una misión que seguramente lo llevaría al otro barrio.
No había comentado que había visto a la tía Callida, su antigua niñera, pero tan pronto como se había enterado de la visión de Jason —la dama del vestido y el chal negros— había comprendido que era la misma mujer. La tía Callida era Hera. Su malvada niñera era la reina de los dioses. Cosas así podían freír el cerebro a cualquiera.
Se dirigió al bosque y procuró no pensar en su infancia: todos los despropósitos que habían desembocado en la muerte de su madre. Pero no pudo evitarlo.
La primera vez que la tía Callida intentó matarlo debía de tener dos años. Ella estaba cuidando de él mientras su madre se hallaba en el taller de máquinas. Por supuesto, no era su tía de verdad: solo una vieja del vecindario, una tía genérica que ayudaba a cuidar de los niños. Olía a jamón glaseado y siempre llevaba un vestido de viuda con un chal negro.
—Vamos a acostarte para que duermas la siesta —dijo—. Vamos a ver si eres mi pequeño héroe valiente, ¿vale?
Leo tenía sueño. Ella lo arropó con sus mantas en un cálido montón de… ¿almohadas rojas y amarillas? La cama era como un agujero angosto en la pared, hecho con ladrillos ennegrecidos, desde donde podía ver las estrellas. Recordaba estar descansando cómodamente, tratando de coger las chispas como si fueran luciérnagas. Se durmió y soñó con un barco hecho de fuego, surcando las cenizas. Se imaginó a bordo, navegando por el cielo. En algún lugar próximo, la tía Callida se hallaba sentada en su mecedora —cric, cric, cric— y cantaba una canción de cuna. Ya a los dos años, Leo conocía la diferencia entre el inglés y el castellano, y recordaba haberse quedado perplejo porque la tía Callida estaba cantando en un idioma que no era ninguno de los dos.
Todo iba bien hasta que su madre volvió a casa. Se puso a gritar y se acercó corriendo a cogerlo, gritando a la tía Callida: « ¿Cómo has podido?» . Pero la anciana había desaparecido.
Leo recordaba haber mirado por encima del hombro de su madre las llamas que se encrespaban alrededor de las mantas. No fue hasta unos años más tarde que se dio cuenta de que había estado durmiendo en una chimenea encendida.¿Lo más raro de todo? La tía Callida no había sido detenida ni expulsada de su casa. Volvió a aparecer varias veces a lo largo de los años siguientes. En una ocasión, cuando Leo tenía tres años, le dejó jugar con cuchillos.
—Tienes que aprender a manejar los cuchillos pronto —insistía— si algún día vas a ser mi héroe.
Leo consiguió no matarse, pero le dio la impresión de que a la tía Callida le habría dado igual una cosa o la otra.
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𝐌𝐨𝐨𝐫𝐥𝐚𝐧𝐝; Percy Jackson [#3]
Fanfiction❝ You left me there alone and at the mercy of the pain of your departure, that beautiful meadow in which we both once laughed became a paramo that the only thing that brought me was soleized❞ ❝ Me dejaste allí sola y a merced del dolor de tu partida...