𝕯𝖎𝖊𝖈𝖎𝖓𝖚𝖊𝖛𝖊

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Los ojos me pesan y me gustaría seguir durmiendo pero me levanto de la cama para comenzar mi nuevo día de trabajo, maldigo mentalmente a Rose por haberme desvelado toda la noche solo porque escuchaba ruidos extraños en el pasillo, no se de donde sacó todo eso pero la verdad es que yo estaba muy cansada como para escuchar otra cosa que no fuera a mi almohada diciéndome "ven a mi y duérmete" en dulces susurros.

Retiro mi pijama para cambiarla por la ropa de trabajo, siento como si estuviera atrapada en una caricatura, pues al igual que los personajes ficticios parece que toda mi ropa es la misma siempre. Camino hasta mi amiga para despertarla, sus ojos se ven hinchados por tanto dormir y llorar y se siente un poco tibia de su cuerpo a causa de la temperatura que su llanto provoca; hacemos la misma rutina de todos los días para ir a hacer nuestros deberes.

Con todo este rollo de que se acerca el cumpleaños del príncipe la gente a nuestro alrededor se está volviendo realmente loca, todos los días los empleados van casi corriendo por todas partes llevando muestras de lo que sea que la reina pida (servilletas, platos, cubiertos, sillas, flores, e incluso velas) a los salones, creí que ella no sería quien se encargaría de la decoración de algo tan simple como una fiesta de cumpleaños pero parece ser realmente importante para ella.

Rose termina de peinar su cabello en una coleta perfecta y es ahí cuando salimos de nuestra habitación. Ahora que lo recuerdo, el día en que llegué aquí y Rose me comenzó a contar su historia ella me había mencionado que estaba cien por ciento curada, según ella no habían quedado marcas de su accidente pero es mentira; está claro que ella no puede ver lo que yo, debajo de su nuca está la clara marca de una herida que no fue provocada por Barron, su piel está quemada, es una mancha cualquiera sin forma, pero ahí está.

Resulta que Rose después de su accidente no supo nada de lo que sucedió dentro de la enfermería, simplemente un día despertó aquí, acostada en su cama con la ropa de sirvienta puesta y con Odette a su lado colocándole toallas húmedas en la frente para aminorar una fiebre que no sentía, fue ella quien le explicó lo que tendría que hacer en este lugar y lo que no, la segunda lista resultó ser más larga. Desde que está aquí no ha visto al Jailer por ninguna parte, ella también creyó lo mismo que yo pero al no topárselo por ninguna parte simplemente descartó la idea.

Yo le creí todo lo que me dijo pero en ese momento sentí que me ocultaba algo y fue en ese entonces cuando recordé la regla numero dos.

— Yo vi como los ojos se le movían, o sea, los colores, es que... ¡ahg! No se como explicarlo— le dije mientras recordaba a la chica de la cena.

— ¡Lo se! Pero no podemos hablar al respecto, Laris, esas personas son peligrosas... yo también he visto cosas pero... me siento aterrada.

Hasta ahí llegó nuestro tema, le quería hablar sobre la otra chica que controló la luz en el pasillo pero no pude hacerlo porque las palabras no me salían de la boca, además, eso ya sería excesivo, debió de ser un error de mi parte. Las personas no pueden controlar nada, ni su propia vida.

Me enfoco en mi camino al frente para no tropezar con la alfombra mal extendida que han colocado por todas partes, me gustaba más como se veía el lugar sin ella pero bueno, creo que ni siquiera los invitados mas importantes son dignos de pisar el suelo descubierto del palacio, tampoco nosotras dos. Desde que llegué aquí no me han tratado más que como basura, creo que hasta a los desperdicios los desechan con cuidado, pero no a nosotras ya que ambas somos unas "adoptadas", me gustaría descubrir la razón por la cual las personas creen que los somos, no se cual es la razón por la cual me molesta tanto que lo digan, pero aunque quiera no puedo ignorarlos.

Llegamos hasta la cocina la cual está igual de humeante que siempre.

— ¡Hey tú!— me doy una vuelta aunque no se si en realidad me hablaban a mi— Ve a tirar esto al pozo... allá afuera... ¿no me entiendes? ¡Anda!— señalo con la mirada los platos de comida que llevo en mis manos, otra mujer es quien me los quita y se los lleva, genial, justo cuando pienso en basura es lo que me toca hacer.

Prisionera de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora