𝖁𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖈𝖎𝖓𝖈𝖔

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Al terminar de cenar todas agradecen la comida a personas diferentes, pensé que había escuchado esos nombres en otras ocasiones pero no logro recordar.

— Lady Larenie— dice la princesa pálida, Genevieve, si mal no recuerdo—  ¿usted a quien le reza?

Vaya pregunta. No se nada acerca de la religión de aquí probablemente sea la misma que en Northell o quizás haya diferentes como en el país de papá, ¿Qué se supone que debo de responder?

— Yo no le rezo a nadie— ella parece ahogarse con su propia saliva... ¿dije algo malo?

No, solo dije la verdad, rezar y orar son cosas muy distintas, por lo que me habían enseñado en la iglesia no tiene nada de malo no hacerlo, solo es para mantener una comunión con Dios, así que ¿por qué tuvo esa reacción?

— ¿Cómo dijo? ¿No le reza a nadie?... ¿entonces como agradece por sus habilidades?

Habilidades... ¿de que esta hablando?

La confusión es la imagen viva de mi rostro en estos momentos, veo a Elijah quien come una fresa tranquilo sin preocuparse por lo que está pasando, no se que responder ni de lo que la princesa está hablando y él lo sabe ¡aun así no hace nada!

— Princesa Genevieve— la llama, ambas recuperamos la compostura al escuchar su voz—, permítame recordarle que Lady Larenie proviene de un lugar muy lejano de Kinbane en donde las costumbres son diferentes y, por lo tanto, ella no posee habilidades ni tiene idea de lo que usted se refiere.

— ¡Oh vaya! Es verdad, lo había olvidado por completo... entonces tenemos mucho de que hablar, incluso podría darle una demostración...

— Aquí no, princesa— dice la reina—. Es mejor que pasemos a la sala, ya va siendo hora de la fiesta.

— Creí que la fiesta ya iba a terminar— le susurro a Elijah en el momento que nos ponemos de pie.

— Ni siquiera ha comenzado— me guiña el ojo y me toma del brazo para salir después de la reina por una puerta distinta.

Entramos en una sala muy espaciosa con un televisor gigante, una mesa de bocadillos con muchas bebidas distintas que jamás en mi vida había visto, hay algo similar a una pista de baile cerca de la gran pantalla, una mesa de cartas en una esquina y una de billar en la otra, la bola disco en el techo esta apagada, lo que alumbra en estos momentos es el candelabro de cristal.

La electricidad de este lugar se siente vibrante sobre mi piel, cosquillea en mis oídos de una manera extraña.
Las jóvenes son las encargadas de servir todo, en segundos tengo otra copa de champagne en mis manos al igual que Elijah, la reina enciende el equipo de música mientras charla animadamente con las señoras de su edad en la sala.
La princesa Genevieve reta a Elijah a una partida de billar, él acepta gustoso; en ningún momento suelta mi mano para no dejarme sola, para que ninguna de las pirañas aquí me muerda.

— Lo qué pasa aquí se queda aquí, ¿quedo claro?— me dice él mientras escoge un palo.

— Si, lo se.

— Cuando las señoras se ponen ebrias la situación se descontrola— dice mientras ve el circulo alrededor de su madre y suelta un ligero suspiro—, a veces sueltan demasiada información y ya que tú al ser menor de edad no te puedes embriagar y por lo tanto no perderás la conciencia, tal vez escuches cosas que no debes.

— ¿Quién dijo que no me puedo embriagar?— le doy un sorbo a mi copa— Mis padres no están aquí, tú sabes por qué, así que puedo hacer lo que quiera, pero tranquilo, no te dejaré en vergüenza.

La verdad es que ninguno de los dos sabe si eso será verdad o no, me conozco lo suficiente como para saber que puedo llegar a ser demasiado escandalosa. Me sorprende la incredulidad de Elijah, si algo he aprendido desde que me secuestró es que tengo que escuchar sin oír y no comentar nada al respecto de lo que escucho, además, ¿a quien le interesaría lo que unas señoras digan? Y también ¿a quien rayos le informaría al respecto?

Prisionera de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora