🍁CAPÍTULO QUINCE

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Talina

Me quedo mirando el castillo por última vez. Extrañaré mucho mi hogar, a mi madre Rosalia y a Lirina. Me duele tanto, que Aníbal no me haya permitido despedirme de mi madre.

Cojo coraje y me doy la vuelta para marcharme. Llego a la puerta de salida y el enorme portón de madera lo dejaron medio abierto, por lo tanto, salgo y comienzo a tocar el violín; Para mi sorpresa, no es Jeidan quién ha aparecido para escoltarme hasta el otro reino.

—¿Y Jeidan? —le pregunto a Leo.

—No es conveniente que el novio vea a la novia con el vestido antes de la boda. Es de mal augurio —interpreta el pelirrojo.

—¡Qué bueno que viniste por mí! —digo esbozando una sonrisa.

—¿Por qué lo dice señorita? —indaga Leo con amabilidad mientras caminábamos hacia el reino de los lobos.

Yo me detengo y tomo su rostro entre mis manos.

—¡Miráme! —le ordeno a Leo y él obedece—. Mira mis ojos, también mira el color de mi cabello.

—Sí señorita —Leo me mira con seriedad—, no le niego que parece increíble nuestro parecido.

—Yo soy tu hija —declaro sin siquiera pensarlo.

—Yo nunca tuve una hija —asegura él con firmeza en su voz.

—Sí la tuviste —hago una pausa—. Yo soy el fruto de tu amor con Rosalia.

—¿Cómo lo descubriste? —pregunta él, sosteniendo mis hombros.

—Recuperé la memoria. Estás en mis recuerdos... —Una lágrima corre por mi mejilla—. Siempre supiste la verdad. ¿Por qué me abandonaste padre?

—¡No! ¡No te abandoné! Solo quería que vivieras una vida normal —Leo se arrodilla frente a mí y agacha la cabeza—. No quería que Jeidan descubra que eres...

Mi padre deja de hablar y se queda pensativo por unos segundos.

—¿Tú recuerdas todo? —interroga él levantando la cabeza.

—¡No padre! —Niego con la cabeza—. Solo recuerdo lo que pasé contigo, lo que pasé con Eitan, ya sabes quién es, ya que siempre estuviste en contra de nuestro amor por yo ser una loba.

—¿Y recuerdas a Jeidan...? —interroga Leo por segunda vez.

—Para nada padre. No creo que nos conozcamos sino Jeidan me hubiese reconocido —le hago saber.

—¡Perfecto! —Mi padre se pone de pie y acaricia mi cabello—. Puedes decir que eres de nuestra raza pero no te quitarás el sello.

—¿Por qué padre? No quiero seguir siendo humana —me quejo haciendo un puchero.

—Hija por favor, por ningún motivo te quites el sello. No me preguntes el porqué —me ordena él con autoridad.

—Pero...

—Pero nada hija. Es la primera vez que te pido algo así que debes obedecerme —habla mi padre.

—Está bien padre —Me doy por vencida.

Los ojos de mi padre se llenan de lágrimas y me abraza con todas sus fuerzas.

—Me hace muy feliz poder tratarte como a una hija de nuevo —me expresa Leo con un semblante de emoción.

—Yo también me siento feliz de que seas mi padre y no esa bestia de Aníbal —le digo mientras le respondo el abrazo.

Leo y yo continuamos nuestro camino, y no dejábamos de reír y hablar sobre nuestras vidas.

Tres reinos en guerra 🍁Editando🍁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora