Capítulo 4

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Al instante, los dedos de mi mano derecha se doblaron hasta formar un puño. Sin pensarlo lo golpee con todas mis fuerzas, sin importarme en donde hiciera contacto.

— ¡Ah! —Se quejó echándose hacia tras y golpeándose con la parte superior del auto. Sin duda eso había dolido.

— ¿Estás loco? —Grite, mirándolo desconcertada y furiosa ¿Cómo se atrevía? — ¿Qué demonios te pasa? —Exclame colérica, mientras bajaba del auto y le hacía frente. Eso no se iba a quedar así. Él retrocedió instintivamente, frotándose la cara con una mano y con la otra la cabeza, donde se había pegado con la superficie del auto.

—Cálmate —Dijo levantando las manos en actitud defensiva. No sé bien con cuanta fuerza le pegue, pero debió ser bastante, ya que su labio inferior tenía un pequeño corte, del cual brotaba un poco de sangre. Debía dolerle, pero no me importaba, eso no quitaba que se había aprovechado de mí— Tranquila, solo intentaba despertarte.

— ¿Qué? —Pregunte incrédula ¿Despertarme? Que le dieran— ¿Con un beso? —Dije casi histérica.

—Si, como en las películas —Contesto como si fuera lo más normal del mundo. Su cinismo me hacía enojar aún más. ¿Qué demonios estaba mal con ese chico? ¿Era demasiado ingenuo o demasiado listo?

— ¿Crees que soy tonta? ¿O qué? —Pregunte fulminándolo con la mirada—Además de todo, eres un pervertido.

— ¿Que es todo? —Pregunto con una expresión inocente. Esa sonrisa y expresión me exasperaba.

—Olvídalo —Ponerme a discutir con él, no me haría llegar a ningún lado. Era perder el tiempo.

—De acuerdo. Perdón, solo era una pequeña broma —Dijo al notar mi enfado.

—Odio las bromas —Esperaba que eso resumiera todo.

—Está bien, ya me quedo claro, no vuelve a pasar.

—Claro que no vuelve a pasar, la próxima te muelo a golpes —Dije mostrándole los puños— Y no estoy bromeando —Puntualice con toda la ironía del mundo.

—Ok, ok. No lo hare —Avanzo hacia mí, tratándose de acercarse y retrocedí. No me pensaba confiar. No después de que sabía de lo que era capaz.

—No te vuelvas a acercar a mí —Sentencie.

—Pero…

—Ahora llévame a la casa.

—Febe…

—Vámonos —Sin esperar a escucharlo, subí al auto y cerré la puerta. Me cruce y brazos y mire al frente en actitud molesta. ¿Qué se creía? Yo no sería como las chicas que se lanzaban sobre él, eso nunca. En otras circunstancias no hubiera esperado regresar con él, pero en realidad no tenía idea de donde estaba, así que no tenia de otra.

El peor y mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora