Capítulo 9

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Me sentí como en una escena de película, en la que todo se congela y los protagonistas se miran fijamente sin decir nada, solo que aquí no éramos dos, sino tres y en una situación nada agradable. Un dolor intenso se extendió por mi pecho y sentí ganas de llorar, pero más que eso, desee lanzarme sobre él y pegarle hasta quedarme sin fuerzas. Quería romperle la cara, o lo que le quedaba de ella, quería insultarlo y a ella también quería darle unos buenos tirones de pelo. Pero ¿Por qué? ¿Por qué haría algo así? ¿Por qué sentía tanto coraje? ¿Por qué? Claro, porque había roto las reglas, porque utilizaba la casa de Fran y de mi madre como un hotel de paso para revolcarse con esa tipa, eso no se pensaba perdonar. Eso era algo inconcebible.

—Haz roto las reglas —Dije, intentando que mi voz no denotara el mar se sentimientos que me invadían, al presenciar esa horrible escena.

— ¡Febe! —Susurro. Que pronunciara mi nombre, así como así, era como un insulto, no quería que me nombrara, no quería que me mirara, no quería volver a verlo. Me di media vuelta y me dirigí hacia las escaleras. No quería quedarme ahí, ni un segundo más— Espera —Grito, siguiéndome. Pero yo ya comenzaba a bajar las escaleras y no pensaba detenerme, al llegar al final de los escalones, su mano se cerró sobre mi brazo y me detuvo— Febe…

—No me toques —Dije apretando con fuerza la mandíbula. Me di la vuelta y aparte su mano de mi brazo bruscamente. Lo mire y descubrí que seguía desnudo de la cintura hacia arriba y que estaba a unos centímetros de mí. Pero eso era lo de menos, ahora mismo deseaba arrancarle la cabeza, por lo que podía estar como Dios lo trajo al mundo y no me importaría en lo absoluto.

—No es lo que parece —Balbuceó con una expresión preocupada. Solté una carcajada irónica ¿Acaso pensaba que era idiota para tragarme esa estúpida escusa? Era la excusa más tonta y absurda.

— ¡No soy estúpida para que me digas algo como eso! —Grite furiosa ante su cinismo.

—Nunca he dicho eso y tampoco lo creo. Pero es la verdad, las cosas no son como piensas.

—No sé por qué no me sorprende que digas eso —Se puso pálido y me miró fijamente.

—Tienes que creerme.

—Creo que ahora puedo esperar todo de ti.

—Febe.

—No me importa lo que hagas con tu estúpida vida, tampoco tienes que darme explicaciones sobre lo que hagas, porque no las necesito, ni me importan.

—Escúchame.

—Lo único que me molesta y que no puedo creer, es que engañes a todos y rompas las reglas de esta casa.

—No estoy engañando a nadie.

— ¿Enserio? —Pregunte con ironía— Entonces ¿No había una mujer en tu habitación? ¿Acaso vi un fantasma?

—Eso lo puedo explicar.

— ¿Explicar? No tengo 5 años para no entender lo que eso significa que una chica este sobre tu cama y que tú estés casi desnudo. Te repito no soy estúpida.

El peor y mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora