Capítulo 22

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~Febe~

Abrí lentamente los ojos y lo vi a mi lado, solo que a diferencia de la otra vez, ahora no dormía, estaba apoyado sobre su brazo y me miraba con esa sonrisilla de niño travieso. Todo parecía irreal, sin embargo sabía muy bien que era tan real como que Hannia era una loca y que me había dejado llevar por sus locuras. Seguro ahora pensaba que estaba loca por él.

—Eres hermosa —Dijo rosando mi mejilla.

—Tu no —Conteste, sintiendo los estragos típicos de una noche de copas.

—Buenos días —Saludo tímidamente. Me removí y se sentó sobre la cama, alejándose de mi— ¿Debo prepararme para ser arrojado de la cama? —Pregunto.

—Claro que no —Dije cubriéndome el pecho con la sabana.

— ¿Y de la habitación? —Le puse mala cara.

—No me hagas cambiar de opinión —No tenía ánimos de discutir, tenía un horrible dolor de cabeza ¿Pero es que no aprendía? Me había jurado a mí misma, que no volvería  a tomar nunca, no después de que durmiera con Ji. Aun así, estaba de nuevo con él, sobre la cama de un cuarto de hotel. “Que fuerza de voluntad tienes Febe” me burle de mi misma.

— ¿Te sientes bien? —Pregunto, al verme salir de la cama, llevándome la mano libre a la cabeza, pues con la otra sostenía la sabana.

—Es la resaca —Explique comenzando a buscar mi ropa. Aunque sabía que estaría húmeda— ¿Sabes qué hora es?

—Van a dar las 7.

—Tenemos que irnos antes de que a Fran le dé un infarto.

—No creo que tengas que preocuparte por eso —Lo mire con el ceño fruncido. ¿De que hablaba?

—Mira —Me mostro mi móvil. Lo tome de su mano, y vi que era un mensaje de Hannia.

“Le avisamos a tu tío que no llegarías a dormir, porque te quedarías con nosotras. Así que tómatelo con calma y disfruta, la habitación está pagada por todo el día.”

Las mataría, vaya que las mataría. Revise la hora y hacia 2 horas que lo habían enviado. ¿Qué rayos hacían levantadas tan temprano? Al menos Hannia era una floja sin remedio, casi imposible verla de pie a esa hora.

—Yo las mato —Susurre. Pensar en ellas aumentaba mi dolor de cabeza. Definitivamente no debía volver a beber.

— ¿Quieres un analgésico? —Salió de la cama y tomo sus pantalones que estaban a un lado de la cama. Por fortuna ya se había colocado los calzoncillos, aunque no pude evitar ruborizarme al imaginar lo que había debajo de ellos y que había podido ver anoche.

— ¿Por qué tienes analgésicos? ¿Eres un traficante? —Soltó una risilla ante mi pregunta.

El peor y mejor errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora