01: Campamento

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La enorme cantidad de polvo que levantaba el auto al pasar le impedía apreciar correctamente el paisaje, la música proveniente de sus auriculares era lo único que quería escuchar, estaba molesto y maldecía en su cabeza en todos los idiomas que conocía (no es como si hablase más de uno tampoco). Miró de reojo a su padre quién conducía el vehículo y gruñó al recordar su severo castigo, sus ojos viajaron hacia su primo menor quien se hallaba sentado junto a la otra ventana, pensaba en la suerte del pequeño al tener un cerebro tan privilegiado-o eso pensaba-, tratando de resignarse un poco aumentó el volumen de la canción que escuchaba y se centró en la carretera de piedra y árboles verdosos en los costados. El verano estaba comenzando al igual que sus vacaciones pero, desgraciadamente él no podría disfrutarlas como lo tenía planeado.

Media hora después de un tortuoso viaje el auto color negro se detuvo frente a una serie de cabañas y un letrero de bienvenida, tomando su mochila para colocársela encima salió del auto sin decir nada. Inhaló profundo el relajante olor a flores y humedad, era una combinación peculiar de las gardenias sembradas al inicio del campamento y los pinos empapados debido a una leve llovizna, quizás la última después de acabarse la primavera donde tampoco son muy comunes, mira a su padre por encima de su hombro quién camina directo hacia una de las cabañas, y él, sólo quiere marcharse de ese lugar.

Todo sería distinto si fuese un campamento con deportes y actividades divertidas pero, por lo contrario y para su desgracia era un campamento de estudio, después de reprobar tres de sus materias y estando a punto de ingresar a su último año de secundaria su padre decidió dar un castigo al comportamiento del menor, no era como si fuese un completo desastre-bueno, quizás sí-pero algunas materias se le daban fatal y realmente ni siquiera lo motivaban, prefería diez veces ir a una fiesta que estudiar para sus exámenes finales y para termino de año tenía tantos rojos como fiestas a las que había asistido. Necesitaba aquel castigo y su padre no daría marcha atrás.

-Akira, quita esa cara-le dijo su primo, situándose a su lado-si hubieses estudiado no estarías aquí

-no me reproches nada, Dexter-pidió el mayor, soltando un suspiro-tú eres brillante, no necesitas estudiar mucho para pasar, para ti es más sencillo

-dices tonterías-bufó el de orbes esmeraldas-soy un alumno promedio como cualquier otro, tú eres el que no sabe sacar provecho. ¿Dónde están tus genes medio japoneses cuando los necesitas?

-están en mi atractivo físico-Akira señaló su rostro de facciones delicadas, pero firmes-

Dexter puso los ojos en blanco y antes de poder decir algo su tío Keiran volvió acercándose a ambos.

-está todo arreglado, hablé con la mujer a cargo-dijo el hombre de expresión seria-no quiero problemas Akira y más te vale hacer conciencia aquí o te irás  a un internado

-sí, padre...-contestó el menor queriendo salir corriendo-

-en la cabaña te darán las instrucciones, ahora camina, volveré por ti al final del verano-sentenció Keiran, señalando hacia el conjunto de cabañas-

-Akira soltó el aire de sus pulmones y asintió-Adiós, Dexter. Guárdame galletas

-lo haré. Aprende mucho-se despidió moviendo su mano hacia los lados el pequeño de rizados cabellos rojos-

Con todo pesar el mayor se encaminó hacia donde le indicó previamente su padre, no se tomó la molestia de girar a ver cuando escuchó el sonido del motor, si se iba que lo hiciera de una vez por todas antes de que empezara a sentir que enloquecería quedándose en aquel lugar. A sus alrededores solo veía grandes extensiones de un colorido verde veraniego, el suelo completamente cubierto de césped y toda clase de flores y arbustos, enormes árboles como pinos y un leve olor a humedad le indicaba que quizás no muy lejos había un lago. Sería un lugar lindo sino viniese a estudiar. Sus pasos lo guiaron hacia una cabaña que parecía de dimensiones mayores a las demás, subió los tres pequeños escalones y empujó de la puerta decorada con lirios; una campanilla resonó en el lugar y una melodía de piano le recibió, no era el tipo de música que solía de escuchar, pero le pareció agradable. 

La oficina constaba de un escritorio de roble en el centro, con un par de macetas de girasoles en los costados, una serie de estanterías detrás de este donde reposaban una cantidad increíble de tomos, a su derecha una mesita portaba un juego de té de fina porcelana y a su izquierda un cómodo canapé gris parecía invitarlo a recostarse y dormir un rato, su vista vagó un poco más por las paredes que portaban hermosos cuadros de sitios que reconoció como puntos turísticos del mundo, desde la propia Irlanda hasta París, Madrid, Londres y New York, quizás permaneció inmóvil en el mismo punto demasiado tiempo pues alguien tuvo que llamar su atención para hacerlo reaccionar.

-¿Disculpa? ¿puedo ayudarte en algo?-una voz extrañamente dulce captó sus sentidos, obligándolo a buscar su procedencia-

Al girar un poco pudo ver como un chico poco más alto que él, entraba por una puerta a un lado del escritorio trayendo una serie de libros que dejó sobre este, de contextura delgada y cabellos negros como la noche, piel ligeramente blanca y un par de simpáticos lunares en su mejilla derecha, el desconocido observaba atento a una respuesta no haciendo más que dejarlo intrigado por el color tan peculiar de sus ojos.

-ehm...-Akira sacudió su cabeza e intentó olvidar su pequeño trance-me dijeron que aquí me ubicarían

-Madame no se encuentra-contestó el pelinegro sentándose en la silla frente al escritorio-pero tranquilo estoy autorizado a hacer esto. ¿Cuál es tu nombre?

-Akira O'Brien-contestó el de lacios cabellos color fuego, acercándose para tomar asiento frente al chico-

El contrario levantó la vista del computador donde hasta hace poco había tecleado enarcando una ceja la observar al pelirrojo.

-¿Akira no es un nombre japonés?-cuestionó, volviendo a mirar la pantalla-

-soy mitad japonés, mitad irlandés-respondió él, encogiéndose de hombros-

-ya veo, que peculiar-comentó el pelinegro-O'Brien, sí, tu cabaña es la número cuatro

-Akira asintió-¿cómo te llamas?

-Kenzie-le dijo el de extraños ojos grises-un gusto-extendió su brazo por encima del escritorio-

El pelirrojo apretó la mano del contrario sonriendo ladinamente, Kenzie devolvió amigablemente la sonrisa para después empezar a buscar alguna cosa en los cajones inferiores frente a él.

-este es tu horario-le extendió una hoja de papel al mitad irlandés-especifica las clases y los descansos con sus respectivas horas

-gracias-Akira tomó el papel guardándolo en su mochila-

-ahora acompáñame, te dejaré en tu cabaña para que puedas instalarte-dijo Kenzie, parándose para salir de la cabaña-

Al menos había personas agradables dentro de esa pesadilla.

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