Our story

The End

-vamos, ustedes pueden, niños

Los infantes asintieron antes de volver a hacer la rutina, sus mejillas estaban rojas y sus frentes llenas de sudor, sus pequeñas piernas temblaban un poco y el equilibrio comenzaba a fallarles, había sido una larga mañana de ensayos para las presentaciones del festival de otoño y aunque parecían listos, habían algunos detalles que pulir aún.

Akira sonrió al verlos esforzarse tanto, era un grupo muy bueno.

-pueden descansar-soltó sin poder evitar una risa-no quiero que lleguen medios moribundos a casa

Apagó la música y los niños no tardaron en desplomarse sobre el suelo.

-¡Estoy muy cansada, profe!-exclamó una pequeña de cabellos castaños-

-lo sé, Chloe-el pelirrojo le sonrió, mientras acomodaba las mochilas de sus estudiantes, pronto sus padres vendrían por ellos-pero lo están haciendo de maravilla. Serán los mejores sobre el escenario

El irlandés se dedicó a charlar con los niños en lo que sus padres venían por ellos, eran días cansados, pero que sin duda valían la pena. 

Akira creía que realmente había sido muy muy afortunado. Hoy en día era alguien muy feliz cosa que antes le hubiese parecido algo muy lejano, su relación con Kenzie no había hecho más que florecer, tenían un acogedor y bonito departamento pues estaban ahorrando para comprar una pintoresca casa que habían visto hace un par de meses. Trabajaba como maestro de danza en una importante academia de Londres y su novio en un bufete de abogados que solía manejar cuentas de empresas, podía visitar al menos un par de veces al año a su primo y a su tía; y por sobre todo ahora tenía otra enorme razón para sonreír.

Su vida había dado un giro total y quiere creer que después de tantas lágrimas derramadas realmente lo merece.

-toc, toc...Mr. O'Brien ¿Puedo hablar con usted?

La juguetona voz de su pareja le hizo sonreír, lo encontró recargado en el umbral de la puerta vistiendo un impecable traje oscuro, con esa sonrisa que no hacía más que enamorarlo día tras día ¡Y más importante aún! Tenía a su pequeñito rayito sol en brazos.

-Hola, amor-se acercó para dejar un pequeño beso sobre sus labios y tomar enseguida a su pequeño bebé-¿Y tú cómo estás, solecito?

El infante de seis meses no hizo más que mover sus manitas con entusiasmo y balbucear un poco, ese chico de cabellos bonitos siempre le hacía sentir bien.

-¿Te he dicho que te ves muy sexy en ropa de práctica?-cuestionó el británico en tono pícaro-

-cada día desde que empecé a usarla-Akira negó-si pudiese tener bebés ya iríamos por el quinto, Kenzie

-vamos, cariño, exageras-el pelinegro rió-aunque la idea me gusta he de admitir

-el irlandés golpeó su hombro-apenas podemos con este revoltoso ¿verdad, Calum?-besó ruidosamente las mejillas del también pelirrojo-no soy como mi primo

-en su defensa-Kenzie se encogió de hombros-a su esposo le falta un tornillo

Sí, quizás ellos no habían tenido la suerte que su primo y esposo de poder tener un hijo propio –aunque sigue pensando que ambos fueron unos hormonales al tener un bebé tan jóvenes- pero, gracias a su deseo y constancia habían logrado ser sujetos aptos de adopción, los contactos de Kenzie ayudaron mucho, y después de un largo trámite pudieron al fin tener junto a ellos a Calum Thomas Riley O'Brien.

Su bebé era una bolita enorme de amor, literal una bolita, Akira siempre terminaba quejándose de que Calum pesaba mucho y quizás debería tomar menos biberones, pero esos cachetitos rosas lograban ablandarlo. 

Puede que tal vez el infante no tuviera los ojos grises como Kenzie o azules como los suyos y que al crecer no se pareciera a ellos, sin embargo no pueden describir todo el inmenso amor que ese pequeño ser les produce, darían todo y más por su hijo si se los pidieran, porque para ellos ser padres no sólo era cuestión de sangre.

-ya vamos, tengo mis cosas listas-el ojiazul sonrió-

Poco tiempo después la pareja estuvo en su hogar, preparando una cena rápida y vigilando que Calum no tirara las cosas desde su sillita de bebé. Realmente era un infante muy travieso.

-¿has pensado lo que te dije? ¿Uhm?-soltó de pronto el británico-

-¿el qué?-cuestionó Akira mientras revisaba el horno-

-casarnos...

-ahh...ugh...¿ibas enserio?-el irlandés enarcó una ceja-

-amor, por supuesto que iba enserio-el pelinegro le miró con seriedad-

-no pensé que sería necesario, es todo-el menor hizo una mueca-es decir, vivimos juntos desde hace años y tenemos a Calum. Pensé que la formalidad era lo de menos

-eres tan difícil a veces-Kenzie negó, acercándose para abrazarlo por la cintura-te amo

-yo también te amo-el mitad japonés sonrió-y eso no va a cambiar

-enserio quiero casarme contigo-murmuró el mayor-quiero poder presentarte como mi esposo

-¿por qué tan de repente?-Akira volteó hasta quedar frente a él-es decir, pudiste pedirlo antes ¿no?

-si mal no recuerdo, esta propuesta está pendiente desde que llegaste a Londres-Kenzie le besó cortamente-siempre quise esto, una boda, algo sencillo pero significativo. Las flores, la comida, el sí acepto...la luna de miel

-el ojiazul rió-tenías que llegar a eso

-hemos estado ocupados desde que Calum llegó a nuestras vidas, y amo con locura a mi hijo, pero también extraño nuestro tiempo de pareja. Además podríamos intentar lo de los bebés con mucho ahínco

-eres un tonto, Riley-Akira negó-pero...

-¿pero?

-si hubieses llegado a decirme: Akira, nos casamos en una semana, igual hubiese dicho que sí-bromeó-te amo, y mucho. Es obvio que te quiero a mi lado por el resto de mi vida

-Kenzie le abrazó con fuerza-tú y nuestro solecito son lo mejor que me ha pasado

-el pelirrojo sonrió aunque al instante se separó del mayor para voltear a ver a su hijo-vaya solecito nos ha tocado-bufó divertido al ver como las frutas de juguete del tazón yacían en el piso-sabía que había escuchado algo

-alguien está exigiendo atención-el británico sacó al bebé de su sillita-¿no es cierto, bebito?

-¡Baah!

Definitivamente Kenzie le había cambiado, y escrito o no, destino o no, conocerlo siempre derivaría en lo mismo. 

Amor.