06: Sonámbulo

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La hora de la cena había acabado hace unos pocos minutos, los platos se habían recogido y chicos y chicas buscaban volver a sus habitaciones mientras otros cuantos se quedaban jugando en las afueras de las cabañas. Akira y Kenzie decidieron dar unas cuantas vueltas por el bosque aprovechando la brisa que corría aquella noche, el calor durante las mañanas empezaba a ser sofocante y cualquier excusa era válida para no sentirse como dentro de un sauna.

Caminaron sin ninguna dirección charlando de trivialidades hasta que terminaron al igual que siempre, sentados sobre el muelle, admirando las aguas cristalinas y el reflejo de los astros brillantes reflejados en ella.

-tengo mucho calor-bufó el pelirrojo, recostándose sobre la madera-

-Akira ya es de noche y corre una pequeña brisa-negó divertido el de ojos grisáceos-

-aun así hace un calor infernal-continuó quejándose el más bajo-quiero nadar en el lago

-te vas a resfriar, no quiero que te enfermes-habló con dulzura el pelinegro-

-por favor-Akira se sentó, mirando fijamente a su amigo-solo un chapuzón y listo

-si te da fiebre no vayas a buscarme a mi cabaña-Kenzie se cruzó de brazos-

El pelirrojo sonrió de lado más no siguió insistiendo, si algo había aprendido de su nuevo amigo es que era una persona firme en cuanto a sus decisiones, si Kenzie decía que <no> era un <no> definitivo, había descubierto que el británico era alguien realmente estricto con ciertas cosas aunque sin perder esa dulzura y amabilidad que lo caracterizaba y, a pesar de diferir con su personalidad, cada segundo a su lado le parecía fantástico.

-no te enojes-le dijo el de orbes azulados, picando la mejilla del contrario con su dedo-¿vamos a jugar serpientes y escaleras a mi cabaña?

Kenzie tomó la mano del contrario que aún tocaba su mejilla y la encerró con delicadeza en la suya, el pelinegro cada día experimentaba más esos sentimientos que habían empezado a crecer dentro de él, cada día el pelirrojo le daba más razones para sentirse más atraído hacia él y no podía estar más feliz de haber empezado a sentir aquello por Akira, quién le parecía un chico único.

El irlandés se sonrojó ligeramente al notar como el mayor tomaba su mano y el color carmesí de su rostro aumentó cuando Kenzie posó sus labios sobre el dorso de esta, dedicándole una tierna sonrisa.

-vamos-asintió el de ojos grises, no soltando al menor y arrastrándolo consigo hacia las cabañas-pero no te dejaré ganar, así que no quiero quejas

-eres un tramposo, por eso ganas siempre-se quejó el pelirrojo tratando de disipar la sensación cálida en su pecho en cuanto el británico entrelazó sus dedos-

-no es mi culpa ser bueno en ese juego-se excusó de forma burlona el pelinegro-

-¡solo hay que lanzar un dado!-protestó el mitad japonés-

-lo sé pero, cuando te enojas te pones todo rojo, es divertido-sonrió el mayor, mirándole de reojo-

Akira iba a contestarle, diciéndole que era tonto sin embargo, se sintió incómodo cuando un grupo de chicos que jugaba futbol en la cancha improvisada cerca de las cabañas se le quedaron mirando, no le gustaba eso, se sentía raro pues lo miraban como si estuviese haciendo algo malo.

Sólo estaba tomando la mano de Kenzie ¿tan extraño era?

-Kenzie, nos están viendo-informó el de orbes celestes-deberíamos soltarnos

-¿te molesta que nos vean?-cuestionó el británico, deteniéndose para mirar de frente al más bajo-

-¡no!-se apresuró a contestar Akira-solo...es incómodo. ¿Está muy mal que nos tomemos de las manos?

El pelinegro sonrió de lado observando en dirección a los curiosos que les observaban, ciertamente a él no le importaba en lo absoluto, era un chico que defendía lo que creía y sentía, así que haciendo caso omiso de quienes los rodeaban dejó un pequeño e inocente beso en la mejilla de Akira.

-¿responde eso tu pregunta?-el británico enarcó una ceja-

-sí-musitó el de largos cabellos rojos-

Pasaron jugando alrededor de media hora serpientes y escaleras, entre las risas de Kenzie y los reclamos de Akira, tirando los dados por toda la habitación y brincando sobre la cama cuando alguno de los dos ganaba, entre tanto terminaron jugando naipes sobre el colchón, cosa que no duró mucho pues debido a las actividades del día terminaron dormitando en posiciones nada cómodas.

El pelinegro tenía su mano de naipes sobre su pecho, una de sus piernas sobre las de Akira y la otra descansando prácticamente en el suelo, el pelirrojo tenía uno de sus brazos sobre el torso de su amigo y la cabeza encima del brazo del contrario, no era como la situación ni más romántica ni más placentera del mundo pero, el sueño les había ganado completamente.

Cuando la luna menguante se encontraba en su punto máximo y los árboles yacían moviendo sus hojas con lentitud una sombra se divisó en la cabaña, se movía por todos lados ocasionando ruidos de vez en cuando, murmullos intendibles y acciones sin sentido. Akira empezaba a tener su típico momento de sonambulismo.

El pelirrojo empezó a recoger las piezas del juego que se encontraban en piso mientras se sentaba con su celular en mano, al tirar los muñequitos de madera contra su caja estos provocaban su sonido seco que, terminó despertando al contrario.

Kenzie dio un bostezo sin abrir sus ojos, tanteó sobre la cama el cuerpo de su amigo más solo halló vacío, al escuchar de nuevo aquel sonido abrió lentamente sus orbes grisáceos observando a Akira sentando sobre la alfombra azul que cubría el suelo.

-¿Akira?-murmuró con la voz adormilada-¿qué haces a esta hora?

No recibió una respuesta así que se vio obligado a pararse y caminar hacia el irlandés.

-esto no es gracioso-continuó diciendo el mayor-tengo sueño. Regresa a la cama.

Vaya fue su sorpresa al ver que como estaba su amigo aun dormitaba, tirando piezas contra la caja y su celular pegado a su oreja. Akira no había mencionado que era sonámbulo.

-no te comas...galletas-susurró de manera casi inaudible el mitad japonés, sus palabras algo arrastradas-

El británico recogió todas las piezas, guardándolas en una caja y alzándolas sobre el escritorio, se arrodilló frente a su amigo e intentó quitarle el móvil sin despertarlo.

-vamos, amor...-le dijo al menor a sabiendas que solo mientras este estuviese dormido podría hablarle de esta manera-dame el móvil y vayamos a dormir

-tengo que...hablar...Dexter-respondió en un murmullo-

-mañana puedes hablar con tu primo, cariño-el británico logró arrebatarle el móvil y tomándolo suavemente por la cintura lo guió hasta la cama-

-Dexter...decir algo-continuaba balbuceando el menor-

-¿qué tanto tienes que decirle?-cuestionó Kenzie aunque no esperaba una respuesta concreta-

-me...gusta...Kenzie-dijo, recostándose sobre el colchón donde le había dejado el pelinegro-

Al escuchar esas palabras el mayor se congeló, había esperado tanto para escucharle decir eso, aunque esta no era la mejor situación para hacerlo. Kenzie sonrió con tristeza y se acostó junto al pelirrojo.

El campamento terminaría en dos semanas y él estaba completamente seguro de que no estaba preparado y, nunca lo estaría para dejar a Akira sin siquiera haberlo intentado.

-y yo me enamoré de Akira-confesó al aire el pelinegro antes de cerrar sus ojos que retenían lágrimas de dolor-

¿Qué tan cruel debía ser la vida para permitirle conocer a ese maravilloso chico y después tener que dejarlo? ¿Y qué tan loco debía estar él para haber caído por Akira en tan poco tiempo?

Estúpidos amores de verano.

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