02: Caballo N°4

15 3 5
                                    

Akira caminó detrás del amable pelinegro en silencio, observando los coloridos alrededores que le parecían todos iguales y escuchando el trinar de las aves sobre los árboles. Decidió revisar el horario que le entregó Kenzie volviendo a martirizarse al observar clases de matemáticas en las primeras horas, tendría también literatura, biología e historia, realmente pensaba seriamente en dejarse ahogar en el lago que ya había podido divisar a lo lejos, su único consuelo era que si tendrían deportes y dos horas de completa libertad para hacer lo que quisiera.

Escapar sería una buena opción.

-es aquí-la voz del pelinegro le distrajo, haciendo detener su marcha-esta es tu cabaña

-gracias-asintió Akira, mirando la acogedora cabaña con unos asientos tipo columpio en el pequeño balcón-

-si necesitas alguna cosa solo vas a la cabaña de Madame Laforêt-indicó el más alto con una sonrisa simpática-

-se escucha como alguien estricta, preferiría ir a preguntarte cualquier cosa a ti-el pelirrojo hizo una mueca-

-lo es-Kenzie rió por lo bajo-solo no debes hacerla enfadar. Mi cabaña es la uno.

-te molestaré cuando necesite algo-le dijo Akira, sonando más confiado y menos cansado-

-está bien, de todos modos es mi deber ayudar-contestó el pelinegro-ahora mejor entra a instalarte

El irlandés asintió subiendo los peldaños de madera pero, antes de abrir la puerta con la llave que le asignaron se detuvo, volteando a ver al chico de acento inglés.

-Kenzie...-llamó su atención. El pelinegro indicó con la mirada que hablara-¿de qué color son tus ojos?

-grises-respondió un tanto confundido por la pregunta-pero a veces se notan un poco azulados, o eso me han dicho

-son bonitos-añadió sin ninguna intención o razón-

-eh...¿gracias?-Kenzie rio un poco sin saber que decir-

Akira asintió y se metió en su cabaña.

Dentro el sitio parecía más acogedor aún, con una cama de sábanas blancas en el centro, un escritorio en un costado justo frente a la ventana, una repisa con libros encima de una cómoda para la ropa, algo así como un pequeño refrigerador, una alfombra color azul cubriendo el piso y una mesita de noche junto a la cama donde descansaba una lámpara.

Dejó la mochila sobre la cama y caminó por la cabaña descubriendo así una puerta detrás a la pared contigua al escritorio, al abrirla se topó con un baño pulcro y ordenado en todos los aspectos.

Su reflejo se instaló entonces en el enorme espejo, los cabellos lacios y largos, tanto que su flequillo tapaba su ojos izquierdo rozando con su mejilla, ojos ligeramente rasgados de un celeste tan intenso que parecía voraz, piel pálida y pecas esparcidas por sobre el tabique de la respingada nariz, definitivamente lo único que predominaba en él eran sus rasgos irlandeses a pesar de que el color azulado de sus ojos era herencia de su madre, por quién era mitad japonés.

Cerró la puerta, tirándose sobre el suave colchón, esperaba con todo su ser no pasar unas horribles vacaciones de verano.

Our storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora