Capítulo 27

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Pov Lidia:

Se sentía muy confuso, despertar y encontrarme con alguien relativamente desconocido. No era mi primo, ni mucho menos mi padre, ni siquiera alguno de mis amigos. No, definitivamente nunca había hablado con él. Pero sí que lo conocía. ¿Cómo no hacerlo? Si desde hace más de 2 años me quedaba mirándole como una boba enamorada. Al parecer habíamos sido vecinos desde hace mucho tiempo, o eso fue lo que me comentó una vez Sarah.

-¿Estás bien? -dijo caminando hacia mí. Su voz sedosa y suave se colaba por mis oídos como una suave brisa de verano. -Llevas mucho tiempo en coma, Lidia. -dijo mirando la pantalla en la que marcaban mis signos vitales.

¿Coma? Así que eso había sido, no era un sueño. Sentí su respiración cerca, y dejé de mirar la pared, para encontrarlo con un boli de luz y un fuerte sonrojo en su cara.

Dejé que me revisara mirándolo atentamente, parecía que se ponía nervioso estando cerca de mí. Y eso fue algo que me hizo sonreír levemente.

-¿Cuánto tiempo dices que he estado en coma? -le pregunté reposando mi cabeza sobre las almohadas inclinadas.

-Hablamos de semanas, en realidad mes y medio -dice sonriendo brevemente, parece querer decirme algo más, lo observo como se rasca la cabeza con aire ansioso pero no llega a decir nada.

-No creía que hubiera pasado tanto tiempo. -digo desviando mi mirada, por la ventana se refleja la luz de la luna y apenas alcanzo a ver el resto de la habitación.

-¿Te -te sientes bien? -dice con la voz temblándole -¡Qué pregunta! -masculló por lo bajo.

Giré mi mirada hacia él, era muy mono cuando se ponía nervioso, sin querer se me escapó una ridícula risita. Levantó la mirada sorprendido.

-Perdón -dije colocándome una mano sobre la boca para retener la sonrisa que me sacaba al ser tan inocente con sus gestos -Bien, físicamente hablando. Me siento desorientada y confundida.

-No es para menos, estuviste muy grave -dice remojándose los labios con gesto preocupado.

-¿Podemos hablar de otra cosa? -digo esquivando el tema de mi accidente.

-Claro -se sienta en el sillón que hay al lado de la cama y es cuándo me doy cuenta que hay un ramo de flores en la mesilla de noche. - Las trajo tu madre -mi ceja alzada es suficiente para que me siga explicando -Vi cuando entró en la habitación con ellas.

-Son mis favoritas -dije acariciando el pétalo de una de las rosas blancas.

-Puede que no lo veas por la poca luz, pero realmente toda la habitación está llena de flores -dijo haciendo un gesto de que mirara alrededor.

Si lograba esforzarme veía las siluetas de los ramos.

-¿Y tú eres mi enfermero personal? -dije cambiando de tema, en pocos minutos fui consciente de como la tonalidad de su cara cambiaba, de un simple tono pálido a un rojo brillante -No me quejo, tu compañía es muy agradable.

-Eh...gracias -dijo torpemente llevándose una mano hacia detrás de la oreja, arrascándose.  

Como veía que no iba a comenzar la conversación, decidí preguntarle cuánto tiempo llevaba trabajando en el hospital. 

Era fácil hablar con él, cada vez que yo le hacía una pregunta distinta, se sentía más cómodo. Y comenzó a preguntarme a mi también. Me enteré que apenas este era su primer año como residente, que no tenía novia, y que había elegido el turno de la tarde noche para acostumbrarse en un futuro a las guardias. Cuando quise darme cuenta eran ya las 4 de la mañana, me aconsejó descansar alegando que mañana tendría un duro día, en el que me harían mil pruebas. Así que levemente sonrojado me dejó un beso en la frente y me dio las buenas noches. A pesar de haber estado tanto tiempo en coma, dormirme fue algo que no me tomó mucho tiempo. Y cuando desperté fue por el leve sollozo femenino al lado mío.

-Mamá, si sigues llorando me ahogaras con tus lágrimas -dije con un leve susurro.

-Ay, Lidia. Mi vida, te he echado mucho de menos. Te quiero mucho -dijo acariciando mi cabeza y besándola repetidamente.

-Yo también, mamá. -digo acariciando su brazo de forma cariñosa.

-Ay, tu padre sigue llorando. Dice que no quería que lo vieras con los ojos hinchados -dice mamá quitándose sus gafas de ver para quitarse las lágrimas -Es un blando.

-Mira quién fue a hablar -digo mirándola con una sonrisa burlona.

-Ay mi niña -escucho la voz de papá desde la puerta, intento verlo por encima del hombro de mamá, pero es él, quién se coloca a mi otro lado rápidamente -¿Cómo estás?¿Cómo te sientes?¿Quieres que llame al doctor?

-Ay, Cris, deja de abrumar a la niña -dijo mamá mirándolo severamente.

-Deja que me preocupe, mujer. -le contesta papá.

-No empecéis de verdad -dije soltando un suspiro de cansancio.

-Tranquila, cariño. Solo es una competencia sana por quién te quiere más. -dice papá acariciando mi cabeza con parsimonia.

Un toqueteo en la puerta nos hace apartar la mirada y fijarla allí.

-Buenas. Lidia soy el doctor que lleva tu caso -dice un hombre canoso y alto.

-Buenos días -murmuramos los 3 a la vez.

-¿Cómo te sientes? -pregunta adentrándose en la habitación -¿Has tenido mareos?¿Dolores de cabeza?¿En las articulaciones?

-No, me he sentido bastante bien. Solo siento las piernas un poco rígidas -digo tocándolas.

-Bueno, debe ser algo debido al accidente. Cuando pasen unas horas vendrán a buscarte para hacerte pruebas -digo sonriendo brevemente -Te pido que no te asustes, si al principio no puedes moverte. Y disfruta este tiempo con tu familia.

-Créame, doctor. Después de estar al borde de la muerte, no me asusto de nada -dije para después recibir miradas un poco enfadadas y apesadumbradas de mis padres.

Un torbellino de gente pasó por mi habitación, los hermanos de mis padres, mi hermana, mi abuelo, mis primos y por último mis amigas.

-No te haces una idea de lo mucho que te he echado de menos, cabrona. -dice María subiéndose a la cama para abrazarme más cómodamente -Me estaba deprimiendo como una flor marchita sin ti.

-Oh niña, que bonito -digo para después mirarle con una sonrisa -Por cierto, ¿qué coño llevas puesto?

-Oye no me culpes, estaba dormida cuando me llamaron y cogí lo primero que vi -dice señalando sus mayas de estampado de leopardo y una camiseta blanca básica.

-Se nota, ni siquiera sé cómo no te he matado por venir así -dice Laura cruzándose de brazos y mirando el conjunto de nuestra amiga con una gran mueca de asco.

-Me amas demasiado -dice María girándose a mirarla.

-Si te amara tanto -dice ladeando la cabeza con una sonrisa socarrona -Te dejaría ir en camiseta y bragas, porque ese estampado hace daño a la vista. En cuanto te los quite, lo pienso quemar.

-Oh, no te lo voy a permitir. Son súper cómodas para estar por casa. -dice María levantando la voz con un tono indignado.

-Oye, ¿estás bien? -pregunta Inma para distraerme de la inminente discusión que se está por armar.

-Si, no te preocupes -digo cogiendo su mano y dándole un pequeño apretón -Lo único que necesito es saber cómo vais en clase. Tengo que ponerme al día.

-Tú de verdad estás loca, mujer -dice Ángela que acaba de separar a las dos locas chillonas.

-Es bueno saber que hay cosas que no cambian nunca -dice Inma -Ni creo que lo haga. Siempre vas a ser una loca obsesa del control.

-Claro que no lo soy -digo enfurruñada.

-Sí lo eres -dicen las cuatro a la vez para después reírse a carcajadas contagiándome a mi también.

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2020 ⏰

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