Capítulo 2

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El Instituto de Rosewood era un caos había gente que lloraba, otros solo estaban en shock y los que quedaban intentaban tranquilizar a los demás. 

A pesar de haber sido golpeada por aquel coche, Lidia mantenía ese rostro lleno de tranquilidad y esa sonrisa dulce que no mostraba sus perfectos dientes. Sara estaba arrodillada acariciando el pelo de su hermana. Habían llamado a la ambulancia hace 5 minutos, hace menos de 3 minutos su madre había dicho que venía inmediatamente. Llegó la madre primero, cuándo vio a su hija ahí, tirada en la carretera, contuvo el impulso de matar al infeliz que había chocado con su hija. Este estaba en el coche de la policía, al parecer era un tipo que regresaba borracho y se dirigía a su casa. Se arrodilló junto a sus dos hijas, y mientras secaba las lágrimas de Sara, su rostro se llenó de las lágrimas que había estado tratando de contener desde que escuchó esta horrible noticia. No pasó demasiado tiempo, cuando llegó la ambulancia, los paramédicos la subieron, y su madre se volvió para decirle a su hija que avisaría cuándo llegara a casa como se encontraba su hermana, y también les prometió a las amigas de su hija mantenerlas informadas del estado de su amiga Lidia. 

Cuando llegaron al hospital, fueron atendidos por un chico que estaba haciendo las prácticas allí de medicina. Casualmente era el chico de la playa que le gustaba a Lidia. El chico al ver a la pobre chica así en tales condiciones llamó inmediatamente al primer médico que pasaba por allí, debían de establecer a la chica, su pulso caía en picado. Era solo un principiante, por lo que poco pudo hacer. Llevaron a la chica a un separador de emergencia y pidieron que les llevase el desfibrilador, después de varios intentos la chica recuperó su latido común. Mientras llevaban a la chica a una habitación, su madre se mordía las uñas, nerviosamente y lloraba en silencio al no estar junto a su hija. Cuando estuvo ya instalada en la habitación, el médico se reunió con la madre y la llevó hasta el pasillo de la habitación de su hija.

-Han hecho bien, en llamar rápido a la ambulancia, normalmente la gente en estos casos entra en shock, pero hemos podido establecer a su hija. Si no ocurre nada más despertará dentro de unas horas. - le dijo el médico que atendió a su hija.

La madre soltó un suspiro de alivio y preguntó: - ¿Puedo ir a verla?

-Por supuesto, está en la habitación 2003.- le contestó él.

-Muchas gracias doctor. - le agradeció la pobre madre y salió en dirección a la habitación de su hija.

Cuando entró quiso llorar al verla tendida en una cama de hospital, con la intravenosa inyectada en su brazo derecho. Lo más grave que le había sucedido a su hija, era algún pelotazo jugando, o rajarse los leotardos por caerse jugando. Pero nunca había estado tan asustada ni siquiera cuándo le ocurrió aquello a su madre. Sacó el móvil y le envió algunos mensajes a las amigas de Lidia para comentarle que ya había pasado todo lo malo y que estaba fuera de peligro su niña.

En otra parte de Rosewood, más concretamente en el instituto. Las amigas de Lidia saltaban de alegría al saber que su amiga estaba fuera de peligro, le agradecieron a la madre de Lidia y fueron contando a todo el mundo que su amiga ya estaba fuera de peligro. Todos se alegraron mucho, y varios prometieron ir a verla y llevarle sus flores favoritas para que cuándo despertase se encontrase mucho mejor al ver tantas atenciones de parte de los que más la querían. Sus amigas quedaron en comprar algunos chocolates y flores para su amiga, y cuándo saliesen del instituto se irían al hospital para estar junto a ella.

Lo que nadie sabía era que Lidia no despertaría ni ese día ni mañana. Durante el resto del día llegaron sus familiares a verla, eran tantos que no podían entrar en la habitación. Sus primos no pudieron entrar a verla, eran demasiado pequeños, pero querían a su prima con locura y estaban dispuestos a entrar a verla, pero sus padres no cedieron a sus chantajes. La mayor de ellos, que no pudieron entrar, tenía 7 años, se llamaba Annabelle y aunque no era una niña muy expresiva, se preocupaba por su prima, no podía creer que alguien pudiera intentar acabar con la vida de su prima por muy borracho que estuviese. Era Lidia quién se tragaba las películas de dibujitos y estaban con todos ellos, la que cuándo no les dejaban sus padres ver la tele y los mandaba a la terraza de la casa a jugar. Jugaba con ellos, bailaba y cantaba, les leía cuentos o se los inventaba. A ella que ya no le gustaba hacer tantas cosas, la entretenía con los chismes de la escuela, le contaba sus viajes con sus amigos, a Londres, a España. Era sin duda una gran prima y la adoraba mucho, era el último año que estaría con ella y se iría a la universidad, y la echaría muchísimo de menos, incluso puede que no abriese sus regalos de navidad con ella. Lidia tenía ese algo que hacía que se ganara un sitio en el corazón de todos. Siempre había sido muy tímida, pero le apasionaba el baile, un gusto que Annabelle había heredado. Cuando nadie conocido a su prima la veía, ella organizaba coreografías y se las enseñaba a sus amigas, pero una vez una de las mejores amigas de su prima la vio y ella se lo contó a su amiga. Por lo tanto, Lidia se interesó por ese gusto que tenía Annabelle y en todas las reuniones de la familia, a partir de entonces, ella bailaba mientras su prima Lidia la grababa con el móvil.

Si su prima no se recuperaba, ¿quién sería la que la grabaría y le daría consejos?

Y de pronto, cómo si ese pensamiento hubiese activado el cuerpo de Lidia, este comenzó a convulsionar, asustando a los presentes en la habitación que llamaron inmediatamente al doctor entre gritos y sollozos. 

Cuando Annabelle vio a su madre llorar, dejó a su prima pequeña de 2 años con uno de sus primos, y se dirigió a paso tembloroso y asustada hacia su madre.

-Mamá, ¿qué pasa? ¿le ha pasado algo a la prima? - le preguntó con voz temblorosa y con miedo al creer saber cuál sería la respuesta de su madre.

-No cariño, la prima va a estar bien, solo... que no.... lo va a estar durante un tiempo- dijo su madre intentando contener las lágrimas.

-Mamá me estás mintiendo. - afirmó la niña con las lágrimas ya rodando por su mejilla- ¿Está... muerta?

-¡No! Por supuesto que no, ha entrado en coma

-¿Cómo? ¿Cuándo saldrá del "coma"? - le preguntó intentando contener las lágrimas que discurrían como si fuera un río.

-No se sabe cariño, nos han dicho que puede que sea días, semanas, meses o incluso años- abrazando a su hija y limpiándole las lágrimas, mientras ella hacía lo mismo con su madre.

-¿Se pondrá bien no? Porque yo la necesito mucho

-Todos la necesitamos mucho. - le contestó su madre mientras giraba la cabeza para ver a su cuñada, que era abrazada por su hermano mayor y su sobrina Sara.

Lidia era la luz que hacía que todo tuviera sentido en sus vidas, sus padres perdieron a los suyos, menos su madre que seguía teniendo a su padre, y fueron circunstancias desgarradoras para todos. Y ella era el soporte que hacía que su madre siguiese levantándose todos los días y enfrentando el hecho de que su madre no estaba con ella y no volvería a estar. 

Lidia sufrió mucho por ello, pero comprendió que debía ser fuerte por su hermana, su madre y su abuelo. 

En todas las familias siempre tiene que haber un pilar fundamental, Lidia era ese pilar, y si ese pilar se derrumbaba todo se derrumbaría a su alrededor y no quedaría nada.

La última voluntadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora